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                                                                                                                              El maestro, los pájaros y las buenas intenciones

                                                                                                                              El cumpleaños de Fernando Botero es un buen momento para recordar cómo sus obras y sus buenas intenciones se han estrellado en más de una ocasión con ese país salvaje del que el maestro se fue hace tanto tiempo y no termina de comprender.

                                                                                                                              Sol Astrid Giraldo E.

                                                                                                                              Fernando Botero comenzó a consolidar su estilo en 1963, desde su estudio en el East Side y se casó de nuevo en este mismo año con Cecilia Zambrano. Durante la década de los 60, comenzó a realizar exhibiciones entre Colombia, Europa y Estados Unidos.
                                                                                                                              Foto: EFE - GUILLAUME HORCAJUELO

                                                                                                                              Hablemos entonces de sus aves y recapitulemos tres escenas donde ellas han debido batir sus brillantes alas sobre episodios caóticos y frustraciones históricas. Es que debajo de los cielos impolutos del arte moderno, qué le vamos a hacer, existe esta cosa desenfrenada llamada Colombia.

                                                                                                                              Le sugerimos leer: Grecia aceptó un diálogo por la devolución de los mármoles del Partenón

                                                                                                                              Primera Escena: El Pájaro orgulloso

                                                                                                                              En 1994, Medellín tenía un problema mayúsculo con una zona residual que, paradójicamente, estaba en su centro. Se buscó entonces realizar un ambicioso proyecto de renovación urbana, alrededor de la Iglesia de San Antonio, y replicar allí el éxito del emplazamiento de la escultura de La Gorda de Botero en el Parque Berrío, adonde había llegado una década antes y desde entonces había convertido en una fiesta popular. Así, la administración le encargó varias esculturas al famoso artista, que por entonces se paseaban prepotentes por el mundo, como parte de un cosmopolita maquillaje que se le quería aplicar a la ciudad asediada y coja de la década de los 90.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Segunda escena: El Pájaro Herido

                                                                                                                              No solo la obra fue explotada, sino también el apolítico credo estético del maestro. Así, Botero, quien había dicho con anterioridad: “solo quiero ser pintor… ver los temas como pintor, no como comentarista, filósofo o sicoanalista. Quiero pintar como si siempre estuviera pintando frutas”, tuvo entonces una reacción inesperada. Al calor de los dramáticos hechos, dijo: “quiero que esa escultura quede ahí, como recuerdo de la imbecilidad y de la criminalidad de Colombia”. Con esta decisión, Botero se oponía tanto a sus convicciones esteticistas, como a la cosmética urbana de los amantes de la imagen limpia de Medellín y negacionista de sus conflictos.

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Le podría interesar leer: Tras su primer estallido, el mercado de los NFT sufre un desplome

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                                                                                                                              Si le interesa seguir leyendo sobre El Magazín Cultural, puede ingresar aquí 🎭🎨🎻📚📖

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                                                                                                                              Foto: EFE - GUILLAUME HORCAJUELO

                                                                                                                              Hablemos entonces de sus aves y recapitulemos tres escenas donde ellas han debido batir sus brillantes alas sobre episodios caóticos y frustraciones históricas. Es que debajo de los cielos impolutos del arte moderno, qué le vamos a hacer, existe esta cosa desenfrenada llamada Colombia.

                                                                                                                              Le sugerimos leer: Grecia aceptó un diálogo por la devolución de los mármoles del Partenón

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                                                                                                                              En 1994, Medellín tenía un problema mayúsculo con una zona residual que, paradójicamente, estaba en su centro. Se buscó entonces realizar un ambicioso proyecto de renovación urbana, alrededor de la Iglesia de San Antonio, y replicar allí el éxito del emplazamiento de la escultura de La Gorda de Botero en el Parque Berrío, adonde había llegado una década antes y desde entonces había convertido en una fiesta popular. Así, la administración le encargó varias esculturas al famoso artista, que por entonces se paseaban prepotentes por el mundo, como parte de un cosmopolita maquillaje que se le quería aplicar a la ciudad asediada y coja de la década de los 90.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Segunda escena: El Pájaro Herido

                                                                                                                              No solo la obra fue explotada, sino también el apolítico credo estético del maestro. Así, Botero, quien había dicho con anterioridad: “solo quiero ser pintor… ver los temas como pintor, no como comentarista, filósofo o sicoanalista. Quiero pintar como si siempre estuviera pintando frutas”, tuvo entonces una reacción inesperada. Al calor de los dramáticos hechos, dijo: “quiero que esa escultura quede ahí, como recuerdo de la imbecilidad y de la criminalidad de Colombia”. Con esta decisión, Botero se oponía tanto a sus convicciones esteticistas, como a la cosmética urbana de los amantes de la imagen limpia de Medellín y negacionista de sus conflictos.

                                                                                                                              Podría interesarle leer: Voces españolas rinden homenaje al Premio Nobel Gabriel García Márquez

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              No ad for you

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