Los tres días de celebración que tenían planeados Jeff Bezos y su futura esposa, Lauren Sánchez, en Venecia, se vieron truncados por las múltiples protestas que desataron sus planes de contraer matrimonio en la plaza de San Marcos. Grupos de residentes de la ciudad italiana organizaron protestas contra el evento de lujo, mientras que cerca de 200 invitados llegaban a la ciudad para las festividades. Incluso, los venecianos amenazaron con llenar los canales con cocodrilos inflables para evitar la llegada de los invitados, entre los que se encuentran personalidades como Leonardo DiCaprio, Ivanka Trump, Mick Jagger, Oprah Winfrey, Orlando Bloom y Kim Kardashian.
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Bajo el lema “No space for Bezos” (“Sin espacio para Bezos”), un grupo de protestantes encabezado por Tomasso Cacciari, quien denunció “el uso de Venecia como si fuera una sala de baile privado, más que una ciudad real con sus habitantes, su fragilidad y sus problemas”, colgó pancartas por lugares icónicos de la ciudad e hizo una intervención en el centro, donde se iba a celebrar la boda. En temporada alta, más de 100.000 visitantes duermen en la ciudad, mientras otras decenas de miles la visitan durante el día, en medio de una población en decadencia.
Por otra parte, hubo quienes apoyaron la realización del evento por el impulso económico que iba a traer, como el alcalde de Venecia, Luigi Brugnaro, quien declaró: “Trabajamos y apoyamos mutuamente a los organizadores para garantizar que el evento respete plenamente la fragilidad y singularidad de la ciudad. Por eso trabajaremos juntos para obtener el mejor resultado. Quienes amen Venecia siempre serán bienvenidos”.
A pesar de que Luca Zaia, presidente de la región circundante del Véneto, anunció el lunes una donación por parte de Bezos y Sánchez de US$1,16 millones, la oposición continuó creciendo. “Saber que personalidades de renombre mundial eligen no solo celebrar aquí momentos importantes de sus vidas, sino también contribuir concretamente a su protección, es una fuerte muestra de amor y responsabilidad.”, afirmó Zaia.
Para Diana Martínez, coordinadora de Conservación y Restauración de la Universidad Externado de Colombia, la situación que se presentó en Venecia es grave, ya que el alquiler por parte de Bezos de la plaza de San Marcos se lee como la privatización de espacios públicos y la limitación del acceso a ellos por parte de los habitantes locales de la ciudad. “El patrimonio es de todos, la idea es que lo podamos visitar y reconocer, así que el hecho de permitir que se cierre por un evento específico y privado es un mensaje completamente contrario a lo que se busca. Aunque el alcalde de Venecia anunció la gran donación de la pareja para la preservación de la laguna, no quita el hecho de que haya afectaciones a la vida cotidiana de los locales e incluso de los turistas que visiten la ciudad durante los días de la ceremonia”, aseguró.
Poco después, Bezos y Sánchez decidieron cambiar el lugar de la celebración, por “preocupaciones de seguridad”. Esto fue visto por los protestantes como una victoria.
El evento es una arista más del debate sobre el turismo masivo, las formas de hacer turismo y la percepción que se tiene de sitios patrimoniales. Durante este mes Europa vio cómo miles de residentes de ciudades como Barcelona y Mallorca protestaban en contra de la gran cantidad de turistas que llegan cada día y cómo este fenómeno ha afectado sus vidas. Sin embargo, otra víctima del turismo en masa es el patrimonio cultural, como se vio en París, en el Museo Louvre, cuando sus trabajadores entraron en paro por la cantidad de personas que lo visitaban y las condiciones del edificio.
La Comisión Europea, citada en un estudio del Politécnico de Milano, publicado en 2024, aseguró: “Si bien el turismo representa una excelente manera de promover el patrimonio cultural, también trae consigo varios problemas, como la congestión y el hacinamiento, la pérdida de autenticidad y la apropiación cultural”. El estudio reconoció que aunque el turismo puede ser la única fuente viable de ingresos para proteger estos activos, al mismo tiempo puede amenazar su supervivencia.
El turismo cultural y sus constantes cambios
De acuerdo con la Organización Mundial del Turismo, las visitas culturales implican “movimientos de personas por motivaciones esencialmente culturales, como viajes de estudio, giras artísticas y culturales, viajes a festivales y otros eventos, visitas a sitios y monumentos, viajes para estudiar la naturaleza, el folclor o el arte, y peregrinaciones”. Por su parte, la Enciclopedia de Arqueología registró: “El turismo patrimonial se refiere a la visita a lugares que representan el pasado o están relacionados con manifestaciones del patrimonio inmaterial, como los yacimientos arqueológicos. Es una actividad turística cultural popular que implica la gestión de sitios para visitas públicas con el fin de garantizar una experiencia turística óptima”. El estudio del Politécnico de Milán concluyó que flujos intensos de turistas “podrían causar congestión y problemas ambientales, así como tensiones entre los habitantes locales y los turistas”.
Para Martínez, el turismo cultural se fundamenta en querer conocer la comunidad y entender la historia y trayectoria. Sin embargo, al volverse cada vez más popular, la gentrificación no ha sido el único problema. Por un lado, consideró que se pierden costumbres y el entramado comunitario de las personas que habitan ciudades como Venecia y Barcelona. Adicionalmente, otro frente de lucha incluye los cambios que se dan a los edificios y casas que componen la ciudad y que pueden ser parte del patrimonio de cada sitio.
“Empieza esta presión del turismo de masa y se pierde la esencia que puede tener un lugar de interés cultural. Lo que buscan los turistas es conocer la cultura, pero se empieza a ver desplazada por estas circunstancias. Por eso es tan importante en este tema de turismo manejar las capacidades de carga y entender cuántas personas puede recibir un sitio sin que se vea afectado”, aseguró Martínez.
Frente al turismo masivo, ciudades y museos han reforzado sus medidas para contrarrestar la situación. Venecia, por ejemplo, implementó un cobro de cinco euros para personas que visitaran la ciudad durante el día y no fueran a pasar la noche en alguno de sus hoteles. En el Louvre se propuso crear una sala individual para la “Mona Lisa”, cuyo lugar en la Salle des États se mantiene lleno por la cantidad de personas que intentan tomarle una foto.
Sin embargo, Martínez consideró que implementar medidas para evitar problemas como los actuales es mucho más sencillo cuando la popularidad de la ciudad o el sitio apenas está despegando, a comparación de lugares que se han mantenido como destinos estrella por años. “Es difícil de manejar, sobre todo porque cuando los sitios entran a una lista de patrimonio mundial o tienen algún tipo de reconocimiento empiezan a ser un ideal de visita, entran en la lista de muchos alrededor del mundo y se convierte solo en un tema de decir que ‘estuve ahí’. Pero, realmente, ¿qué tipo de interacción está teniendo en estos lugares? ¿Si se está llegando a conocer la esencia de ellos y su cultura? No se trata solo de ir por una selfie y cruzar este lugar de la lista. Toca trabajar desde ambos lados: la oferta que sea en el destino, pero también el turismo que queremos que llegue y cómo queremos que llegue, quién es ese turista y cuál es su relación con el destino”, afirmó.
Lo que se ha buscado con la inscripción de sitios en listas patrimoniales no es necesariamente la visita de más personas, sino su preservación y protección para el futuro. Aunque este haya sido el caso, Martínez dijo que, en cierto sentido, era inevitable que lugares que integraran la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco se convirtieran en sitios imperdibles, al igual que ciertas obras de arte en museos, como la “Mona Lisa”, “El jardín de las delicias”, de El Bosco, o “El nacimiento Venus”, de Botticelli.
A pesar de que el panorama parece gris, hay formas de hacer frente a esta percepción del turismo cultural y patrimonial como una lista que hay que llenar: no es solo dar un paseo por los lugares más importantes en un bus turístico. Martínez aseveró que otros elementos que enriquecen los viajes y son una forma de hacer turismo de manera consciente incluyen comer comida local, interactuar con los locales e intentar entender su idioma, conocer la historia de lugar visitado y leer e informarse sobre él antes de llegar. Estando de visita, resaltó la importancia de diversificar los lugares por conocer y no quedarse solo en lo turístico. “Tratar de respetar esas costumbres y visitar esos lugares un poquito más tradicionales, ponerse en los pies de ese lugar y no solo tener una visión externa con unas gafas que simplemente captura imágenes, sino vivir la experiencia de relacionarte con esa historia y ese pasado”, finalizó.