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Teusaquillo, Santa fe, Chapinero, la Biblioteca Nacional y catastro son algunos lugares que los habitantes de Bogotá le regalaron a la ciudad en sus 400 años. Este crecimiento cultural, urbano y social impulsó a la ciudad a seguir ensanchando sus senderos y creer que el progreso también llegaría a la capital del país. Así, con el salto que dio la ciudad en su cuarto centenario como un referente de la historia de Bogotá, es que el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural – IDPC propuso una exposición donde los ciudadanos pudieran reencontrarse con la Bogotá de antaño, esa que poco existe ahora y que muchos evocan con melancolía, pues la sociedad de traje elegante y de buenas costumbres se fue quedando anclada en el pasado y hoy son nuestros abuelos los únicos seres capaces de trasladarnos a la que fue una vez denominada la “Atenas sudamericana”.
La estrategia de reconocernos en un tiempo y un espacio que compartimos y habitamos a diario a través de una mirada al pasado propende a la reflexión y a la comprensión de cómo los acontecimientos que suceden en todo tipo de contextos suscitan cambios y transformaciones que requieren de varios pasos o varios efectos que acompañan aquellos sucesos. De esa forma, echar un vistazo a la historia de Bogotá podría ayudar a los ciudadanos a mejorar su sentido de pertenencia por el lugar que habitan y podrían, así, adquirir mayor conciencia sobre la importancia de participar activamente en las actividades que promuevan giros y mejoras en lo social, en lo cultural y, en general, en cualquier escenario que simbolice un avance para la ciudad.
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El ejercicio de hacer un puente y un imaginario entre la Bogotá de 1938 y la Bogotá de 2038 busca, entre otras cosas, hacer que los visitantes a la exposición entiendan su participación en la historia de la ciudad y puedan encaminar sus acciones cotidianas a enderezar el camino de la ciudad que por tantos años se ha visto estancada y pueda, de aquí a sus 500 años, mantener su protagonismo en la economía y en el desarrollo del país y mejorar interiormente en su imagen, su progreso y su evolución, de manera que no solo se falle con la cita de la historia sino que Bogotá pueda estar a la altura de sus exigencias que, en el último tiempo, se ha visto vencida por la indiferencia, la corrupción y la negligencia de quienes viven en la capital del país.
Con exposiciones como Bogotá 1938 se busca rememorar una ciudad que ha resistido, que sigue escudriñando en el paso de los días las buenas costumbres y la armonía en el andar de aquellos habitantes que se movilizan al ritmo del tiempo y de la ciudad, es decir, a un ritmo frenético y quizá un tanto despiadado.
Las personas interesadas en asistir al Museo de Bogotá, pueden hacerlo de martes a viernes de 9:00 a.m. a 6:00 p.m., sábados y domingos de 10:00 a.m. a 5:00 p.m. en la sede de la Casa Sámano, ubicado en la Carrera 4 No. 10-18.