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Tenía don Guillermo Cano Isaza la paciencia de visitar su cubículo de correspondencia, que quedaba inmediatamente cerca de nuestro escritorio, para revisar personal y minuciosamente todo lo que le llegaba. De vez en cuando, se le escuchaba soltar frases como: “Y ahora, este lagarto, ¿qué querrá?... Nada, todo esto al cesto”, para luego salir con varias de esas cartas —de seguro, de gran interés para él— camino a su oficina, y volver a los pocos minutos a rondar por todas las secciones, donde le era importante hablar con los redactores de política, económicos, judiciales y, desde luego, con los de deportes.
El olfato de periodista que tenía “don Guiller”—como muchos le decíamos— era algo especial. Cada vez que se acercaba a la redacción y preguntaba, en la sección correspondiente, “¿Ya saben lo que dijo…?”, algo grande y noticioso vendría seguidamente. Como buen consejero, siempre orientaba hacia dónde se encaminaba la versión oficial, para contrastarla con los verdaderos hechos que la causaban. Y eso era para todas las secciones. ¡Vivía mejor informado que los propios periodistas!
El respeto por la redacción y por sus periodistas lo tenía como director, como persona y como consejero. Nunca se le escuchó a don Guillermo una frase despectiva, insultante o burlona hacia nadie del recinto; por el contrario, era el ‘pacto secreto’ que tenía con sus “colegas”, a quienes llamaba siempre por su nombre.
Cuando tenía que hacer alguna observación, lo hacía de manera tan discreta que nadie se enteraba, salvo el interesado. Y luego, terminaba con el consejo de siempre: “Mañana hay que salir mejor que la competencia”.
Nos correspondió a nosotros, cuando “don Guiller”descubrió las andanzas del Grupo Grancolombiano y las famosas acciones de la Compañía Nacional de Chocolates —que se convirtieron en el inolvidable descalabro para miles de ahorradores— representar a El Espectador en varias ruedas de prensa que ofrecían los directivos del conglomerado económico. Íbamos acompañados por Jaime Duarte, integrante de la sección de contabilidad del periódico, para entregar de primera mano las distorsionadas versiones que los ejecutivos daban sobre el famoso fraude a otros colegas.
Cuando regresábamos, “don Guiller”nos pedía una rápida versión de lo ocurrido, y luego nos decía: “Escríbalo”, dentro de la mayor fidelidad posible. Esa nota llegaba más tarde a manos de don Juan Guillermo, su hijo mayor, quien lideraba un grupo de periodistas encabezado por don Luis De Castro, el jefe de la sección judicial. Estaban también Fabio Castillo, Ignacio Gómez, Orlando Henríquez, Édgar Caldas, el abogado de la empresa Héctor Giraldo y algunos otros colegas que seguramente se nos escapan de la memoria en estos momentos. Ese material servía como insumo para mantener la prodigiosa investigación del periódico, quizás la más importante del siglo pasado en el periodismo colombiano.
Fue cuando se produjo la famosa “tenaza” económica y política contra el periódico, en esos años ochenta, y recordamos que ello obligó a don Guillermo a escribir una nota que sentenciaba: “No cedemos nuestra conciencia ni nuestra dignidad a cambio de un puñado de billetes”, si la memoria no nos falla, palabras más, palabras menos.
Ese era el talante y la ética periodística de don Guillermo.
Sin embargo, el periódico, en esa batalla, se quedó solo. Ningún otro medio le hizo eco al gigantesco descalabro que sufrieron cientos de miles de ahorradores colombianos.
Había en él una inclinación de la balanza hacia los deportes, porque además de haber sido amante del fútbol —que practicó en su juventud—, lo era también de la hípica, del ajedrez, del boxeo, del béisbol y, desde luego, de los toros, cuyas notas solicitaba incluir: “Hay que buscarle espacio en los deportes”, porque siempre le apasionó que la juventud se dedicara a la práctica de alguna disciplina, como cuota inicial para mantenerse alejada del mundo perdido de las drogas, cuyas fauces ya se sentían en casi todo el país desde esos años.
Cuando descubrió al licenciado Mike Forero-Nougués en un cubículo del Ministerio de Educación, en la sección de Educación Física, luego de hacerle una entrevista, don Guillermo intuyó —y no se equivocó— que había encontrado al periodista que necesitaba para dirigir la sección de deportes. Y fue don Mike, por muchos años, el estandarte de una de las secciones deportivas más leídas del periodismo colombiano.
En los Juegos Olímpicos de Múnich-72, “don Guiller”estuvo acompañado por doña Ana María Busquets, su esposa, y por don Mike. Les correspondió vivir el famoso “septiembre negro” de los juegos, cuando se mezcló la política con el deporte en una tragedia que jamás será olvidada por el mundo deportivo.
Con una pluma ágil y certera, Analítico —como fue su seudónimo para la cobertura de los Juegos— describió en varias crónicas lo horrendo que fue vivir esas horas nefastas para las Olimpiadas, donde él y don Mike fueron testigos mudos de la tragedia que enlutó al mundo.
Y años más tarde, en 1982, concurrió al Campeonato Mundial de Fútbol, desarrollado en España, cuando Italia se alzó con el cetro, deleitándonos con sus notas del torneo. Allí estuvo acompañado por el colega y amigo Rufino Acosta Rodríguez, el enviado especial del periódico.
Se alejó del fútbol, especialmente de su ‘Santafecito Lindo’, y dejó de ir a los estadios cuando le llegaron los primeros informes de que el fútbol estaba siendo “permeado” por los nuevos “ricos” del país, que lentamente se fueron adueñando de los diferentes equipos colombianos.
“Don Guiller” se deleitaba cuando en los diciembres llegaba Jaime Arroyave, “El Pantalonudo” del fútbol, a visitar la redacción de deportes, y desde lo lejos le decía: “Don Guillermo, le tengo una buena noticia: me volví hincha de Santa Fe, porque Millonarios no le gana a nadie”, cuando todos sabíamos que el corazón de Jaime era de Millonarios, cien por ciento.
Cuando Clemo Haydar Sedán, el gigante dirigente del béisbol colombiano, llegaba a la redacción del periódico, “don Guiller” siempre lo saludaba con esta frase: “¿Y cómo está el calor en Cartagena?”, refiriéndose a la calurosa Ciudad Heroica, a la cual viajaba muy poco pero que recordaba con aprecio. Especialmente por la buena amistad que hizo con Antonio J. Olier, corresponsal de El Espectador durante varios lustros en esa ciudad, y con su esposa, doña Carlotica Mendoza de Olier.
Y qué decir de las tertulias en la sección de deportes, cuando llegaba el médico Fidel Mendoza Carrasquilla, otrora prestante dirigente del deporte colombiano, miembro del Comité Olímpico Internacional durante más de dos décadas y presidente del Comité Olímpico Colombiano durante diez años. A esas reuniones concurría “Don Guiller”para escuchar las últimas del deporte y las anécdotas del galeno caribe, que siempre tenía geniales apuntes.
Don Guillermo era, sin la menor duda, alma y nervio de la redacción. Con una clase especial para orientar, aconsejar y dirigir el periódico. Estaba en todas. Era gracioso observarlo participar en los ‘corrillos’ que se formaban en la redacción, llegando con su “¿qué… que qué…?”, para indagar de primera mano qué se ventilaba en esas reuniones fortuitas entre redactores.
Y para cerrar, este párrafo sobre don Guiller, que rescato de una nota ya casi olvidada, escrita cuando el dolor aún nos embargaba por su asesinato, casi en las puertas de su periódico, aquel 17 de diciembre de 1986:
“Los demás son recuerdos. Su verticalidad moral, inversa a la corva física que evidenciaba en su espalda. Su canosa y escasa cabellera, y su figura paterna, que siempre acogió a quienes trabajamos a su lado. Sus consejos y su don de gentes jamás serán olvidados por quienes pasamos por esa memorable e inolvidable época en el ‘mejor periódico del mundo’, como lo definió alguna vez Eduardo Zalamea Borda, el gran Ulises, cuando superaba en circulación, favorabilidad y lectura a todos los medios escritos de Colombia. Todo gracias a su ejemplo de periodista a toda prueba cuando se trataba de encarar la verdad”.