
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
El inicio de la aventura
Que trata de cómo el pequeño Alonso decidió convertirse en un hidalgo caballero.
Cubierto por una sólida armadura, el valiente caballero soportaba el fuego que el enorme dragón lanzaba sobre su escudo. Él era el último guerrero que quedaba en pie, el último que había logrado llegar hasta allí, el único capaz de traspasar la muralla que rodeaba el infranqueable castillo. En la torre más alta, el caballero divisó a la princesa en espera de ser rescatada.
El dragón no pensaba rendirse, batallaría fieramente sin descanso para impedir que el osado héroe avanzara un centímetro más. En cuanto el monstruo dejó de soplar, el caballero le reclamó: —¿Acaso no me reconoces, estimado dragón? Es mejor que te rindas, deseo por ti tener compasión. Tan solo he venido a la princesa rescatar, a tu majestuosa fiereza no quisiera con mi espada lastimar. El dragón retuvo el aliento; parecía que había entendido las palabras del valeroso intruso. Pero entonces de su boca emergió una llama aún más potente. Por fortuna, el escudo soportó el contraataque.
—No es atacarte mi intención —insistió el caballero—, pero a la princesa debo liberar de su oscura prisión. En ese momento, se escuchó una cálida y poderosa voz que desde algún lugar exigía la presencia del caballero: —Alonso, ya es hora de ir a dormir. El fiero dragón se desvaneció, también la armadura y el imponente castillo. Alonso abandonó la lectura del grueso libro de caballeros medievales. Estaba de regreso en su cuarto. Aunque decepcionado por retornar a su realidad, no dejaba de pensar en la aventura y el deseo de completar su misión de rescate.
Corrió por toda su casa en busca de diversos objetos con los cuales poder fabricar una sólida armadura. Le tomó poco tiempo preparar su particular atuendo y, en cuanto estuvo listo, a sus padres anunció:
—¡Soy un héroe, soy un caballero!, ¡librar batallas por el mundo desde hoy es lo que quiero! —Alonso, ¿qué te ha pasado? —lo interrogó su padre alarmado—. ¿Por qué las tapas de las ollas a tu cuerpo has amarrado? —¡Lo que ves, señor, mi sólida vestidura —respondió el pequeño—, es mi espléndida y brillante armadura!, y he aquí mi valerosa lanza y mi fiel espada, un regalo de una deslumbrante hada. El padre de Alonso se tomó la cabeza. —¿Acaso esas son tus armas?, ¿así enfrentarás al dragón aterrador?, ¿con un trapero y un simple desatascador? A lo cual el chico replicó: —Porto una famosa espada, y una lanza por un antiguo mago afilada. Su papá le insistió en que mejor viera la televisión. —Prefiero emprender la aventura de leer —respondió el pequeño—, y en las páginas de los libros a las princesas conocer. Su mamá miró la hora y le recordó a Alonso que debía cepillarse los dientes.
Le sugerimos: Viktor Frankl: “La libertad interior confiere a la vida intención y sentido”
—Querida señora, mi única y verdadera misión —aclaró el pequeño Alonso—, a la cual he jurado total devoción, es salvar en lejanos territorios perdidos a los humildes y a los aldeanos desvalidos.
Pero su mamá insistió, pues al día siguiente le esperaba al pequeño una larga jornada de colegio y debía recuperar sus energías.
—Mi nueva escuela, mi nuevo aprendizaje, es la aventura —declaró el chico—; mis actuales amigos: mi espada y mi armadura.
—A dormirte ya, Alonso, cansados estamos —invitó su papá—, ni siquiera comprendo por qué en rima hablamos.
—Así debe ser, padre mío, en castellano antiguo, la lengua del Cid mio.
Su papá sonrió al reconocer que su hijo se había equivocado al pronunciar el nombre del famoso héroe literario.
—Así también le llamaban al Cid Campeador, de todos en batalla el mejor luchador —aclaró Alonso—; así lo llamaban, así lo vitoreaban; en castellano antiguo las palabras invertidas así se pronunciaban.
Mientras Alonso se retiraba su improvisada armadura, ingresó en la habitación Rocinante, el distraído perro de la familia, ocupado en destrozar un zapato.
—Contemplen a mi noble corcel valeroso—indicó el chico—, parece flaco, igual que yo, pero en realidad es un potro muy poderoso.
—Flaco sí estás, Alonso —suspiró su mamá—; debes comer mejor. Aunque así te adoro.
Le puede interesar: Frente a la soledad y a la desconexión del ser humano, la literatura
Su mamá insistió en que ya era hora de que toda la familia, con la lectura de un cuento, se fuera a descansar. Alonso pidió proseguir con su libro, mientras que su papá quería un cuento de terror. Al final, mamá decidió por todos y escogió una historia de una chica que encontraba un portal que comunicaba con un mundo parecido al suyo.
Alonso escuchó atento la lectura del nuevo libro. Mientras sus ojos se iban cerrando, no dejaba de imaginar las aventuras que le aguardaban al día siguiente, cuando iniciara su travesía por el mundo, convertido en un poderoso caballero andante:
“Qué maravilla sería quedarse por siempre allí, en esas tierras de combates y dragones, enfrentando a odiosos bribones. Habitar por siempre en los reinos de los libros majestuosos, en las batallas heroicas contra seres monstruosos. Sería genial nunca escapar de los mundos de papel; solo en esos mágicos territorios cabalgar y que sus páginas se convirtieran en nuestro verdadero lugar”.