Al escuchar una pregunta, Jacanamijoy mira en silencio antes de contestar con la reserva de quien analiza dónde pondrá algo muy importante. Mientras, mira el enorme telón selvático de 5 x 6 metros que cubre el muro del salón principal de Alonso Garcés Galería en La Macarena bogotana, como si todas las respuestas provinieran de ese follaje verde azul.
Esta pintura en gran formato “sentida” en color por su autor, dos pinturas monocromáticas más pequeñas y horizontales y un video sobre el proceso, conforman De naturaleza interior, su reciente muestra, creada en el marco de “Templos”, una serie de exposiciones programadas durante el 2018 para celebrar los 40 años de Alonso Garcés Galería. Como el mismo Jacanamijoy la señala, “el templo del arte colombiano y latinoamericano”.
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“A Alonso Garcés lo conocí hace casi 30 años, yo tenía como 28. Había expuesto en salones regionales y nacionales. Allí, él comenzó a seguir mi trabajo y me invitó a exponer –cuenta Jacanamijoy–. Acá exponían los grandes artistas colombianos, por ejemplo El mago del Caribe de Obregón, los dibujos de Luis Caballero… Yo venía cuando era pollito, un estudiante de arte, y me extasiaba viendo todos esos trabajos. Luego, que me invitaran a exponer era como un sueño, creo que ahí comenzó mi carrera. Ahora, es bonito hacerle un homenaje a lo que era una capilla, arquitectónicamente hablando, y Alonso y Aseneth convirtieron en un templo del arte”, comenta.
Carlos Jacanamijoy Tisoy ha sido reconocido por la colorida abstracción de sus pinturas, que han sido exhibidas en medio mundo, pero sobre todo por ser el artista de origen indígena de mayor reconocimiento internacional.
Se graduó como maestro en artes plásticas, con énfasis en pintura, de la Universidad Nacional. Sin embargo, ha hecho cuentas y cree haber cursado más de 24 semestres de diferentes carreras, entre las que cuentan filosofía y arquitectura. Siempre pensando en el dilema de la subsistencia, pero con satisfacción comenta siempre haberse dedicado a pintar.
“Cuando yo empecé a estudiar, el arte no era bien visto. En la Universidad de la Sabana, donde hice un par de semestres, mis compañeros me contaban que eran “la oveja negra de la familia –comenta entre risas–. En mi caso, terminé el bachillerato, cosa que no hacia casi nadie, y viajé a hacer mis estudios universitarios, pero mi papá creía que yo estudiaba leyes, porque en los pueblos al que estudiaba le decían “doctor”, entonces la gente creía que uno era médico o abogado… Así es este país de doctores, donde todo el mundo quiere ser presidente”, concluye sonriendo.
Su pasión por pintar lo ha blindado del a veces inhóspito y elitista ámbito de la plástica en Colombia y dice haber escogido su camino de una forma ingenua, llevado por su amor por crear y eso es todo lo que le interesa.
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“Indudablemente Colombia es un país arribista, pero eso no me importa. El arte tiene que ser rebelde y buscar el lenguaje propio, que lo lleve a uno por un camino fuerte, propio. Cuando me gradué de la universidad fue como comenzar de cero, pensaba en los grandes artistas, los Rivera se inspiraban en los indígenas, Picasso vio hacia África, Van Gogh miraba a Oriente… todos buscaban fuera y yo ¿de qué quería hablarle al mundo?, ¿por qué no mirar hacia mí mismo? Y pensé en ese lado inga de mi familia, en esa infancia al lado de mi abuela, en mi propio amor por pintar y ese universo natural”.
Así comenzó a forjarse un camino en el que la pregunta sobre la relación entre los hombres y la naturaleza afloró en sus trazos abstractos y coloridos, que con el tiempo se volvieron característicos de su obra.
“A mí lo que me interesa es que cualquier ser humano venga y se conecte con lo que ve. El arte debe ser irracional, la pintura debe ser sensual. No importa quién pinta, si es indio, negro, blanco o amarillo, lo único importante es que el espectador sienta algo. De hecho, en un momento a esta exposición pensé titularla Sentir”.
Tres semanas duró el proceso de creación de De naturaleza interior, en el que Jacanamijoy incursionó en técnicas nunca antes exploradas, como pintar en acrílico y no en óleo como suele hacer, en trabajar en un formato gigante y hasta el tratamiento de las telas.
“Nunca había trabajado un formato tan grande, ¡eso fue espectacular! Tuve que trabajar en el piso, pararme sobre la tela. Hasta escobas utilicé para pintar esta vez, pero cuando lo vi sobre el muro de la galería pude ver la obra de verdad”.
Y así, ese gran telón verde azul con pequeños trazos de colores, que se posa en el mismo muro donde décadas atrás Luis Caballero creara gran parte de su obra, parece convertirse en un portal hacia otro mundo, donde el espectador puede cruzar hacia una dimensión selvática de su propio ser.
Desfolclorizar lo indígena y lo colombiano
Sin duda, gran parte de la singularidad de Jacanamijoy está relacionada con su identidad indígena y frente a la pregunta de ¿no está cansado de que su obra sea considerada tan exótica por motivo de su identidad?, responde que sí.
“Me interesa que nos vean como somos. Todavía hay periodistas que a veces me piden fotos con mis plumas, aunque ¡llevo 30 años viviendo en
Bogotá!
Somos el pasado decorativo, cuando quieren que vengamos a cantar el himno nacional en quechua en la Casa de Nariño o cuando necesitan que los mamos de la Sierra les pongan aseguranza a los líderes, vistos desde un helicóptero, con sus poporitos y sus batas blancas, pero nos convertimos en un presente estorboso en el momento de reclamación de tierras. ¡Nosotros no somos un adorno!
Me siento orgulloso de mis raíces, mi identidad es innegable, pero no se trata de sacarle provecho a la situación y creo que desfolclorizarnos como indígenas y como colombianos frente al mundo es algo que hacen mis exposiciones en Colombia y alrededor del mundo”. .