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El primer mártir de la Revolución Mexicana

Hace 108 años fue el trágico febrero que pasó a la historia por el asesinato del presidente Francisco I. Madero, uno de los episodios más viles de la historia de México.

Leopoldo Villar Borda, especial para El Espectador
13 de febrero de 2021 - 08:36 p. m.
Francisco I. Madero, presidente Francisco I. Madero, cuyo asesinato desencadenó la Revolución Mexicana.
Francisco I. Madero, presidente Francisco I. Madero, cuyo asesinato desencadenó la Revolución Mexicana.
Foto: Autor desconocido (tomada de www.gob.mx)
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En este mes se cumplen 108 años de uno de los episodios más viles de la historia de México: el asesinato del presidente Francisco I. Madero, cuyo martirio desencadenó la Revolución que transformó a su país, repercutió hondamente en América Latina y conmovió al mundo.

El lapso del 9 al 19 de febrero de 1913, que pasó a la historia mexicana con el nombre de “Decena Trágica”, reemplazó la que había sido una transición aparentemente tranquila de la dictadura de 35 años de Porfirio Díaz al gobierno democrático de Madero en el primer movimiento popular armado del mundo en el siglo XX y el más grande de América Latina.

Madero fue elegido presidente el 10 de julio de 1910 con el 87 por ciento de los votos y, aunque su victoria fue desconocida por el dictador, la reacción popular obligó a Díaz a renunciar y salir al exilio al año siguiente, mientras el mandatario electo, que había buscado refugio en Estados Unidos, regresaba al país y entraba victorioso a la capital.

El sueño de Madero era establecer un gobierno democrático después de la larga dictadura de Díaz y evitar un mar de sangre en el país, agitado por graves convulsiones. Su ánimo conciliatorio lo llevó a hacer concesiones, comenzando por la de no asumir inmediatamente el poder sino dejarlo en manos de Francisco León de la Barra, un ministro de Díaz que lo reemplazó.

Esta decisión sembró la semilla de la división entre los revolucionarios que se habían alzado en armas contra Díaz y que contribuyeron al triunfo de Madero, como Emiliano Zapata, Pascual Orozco y Francisco (Pancho) Villa, de modo que cuando el presidente asumió finalmente el poder en noviembre de 1911 la alianza que le dio su victoria había perdido cohesión.

Sueño frustrado

Aunque Madero logró establecer un régimen de libertades y de democracia parlamentaria, iniciar la redistribución de tierras y adoptar otras medidas progresistas, no pudo conciliar al México revolucionario con los restos del antiguo régimen. Fracasó tras 15 meses en los que se vio enfrentado, por un lado, a los revolucionarios agraristas descontentos con su tibieza reformista y, por otro, a los contrarrevolucionarios apoyados por Estados Unidos.

El golpe de gracia lo dio Victoriano Huerta, un general del ejército opresor que había sostenido a Díaz, a quien Madero nombró comandante de las fuerzas que debían defender al gobierno. Huerta consumó la traición y el crimen que precipitaron el desgarramiento fratricida de México. Por orden suya, Madero y su vicepresidente, José María Pino Suárez, fueron apresados y el 22 de febrero de 1913, a las once de la noche, fueron asesinados de un tiro en la cabeza por un policía de apellido Cárdenas cuando eran conducidos a la Penitenciaría federal.

El crimen lanzó de lleno al conflicto a los rebeldes que se habían levantado contra Díaz y comenzaron los años de la Revolución, cantada en corridos famosos como “La Adelita”, “La toma de Zacatecas” y muchos más; plasmada en la obra de artistas como José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros; recreada en el teatro, el cine y la televisión e interpretada en la literatura por autores como Mariano Azuela en Los de debajo, Martín Luis Guzmán en El águila y la serpiente y Carlos Fuentes en La muerte de Artemio Cruz.

Aunque la chispa de la Revolución fue prendida por Madero, las imágenes que perduraron de esa gesta, que dejó un millón y medio de muertos, fueron las de los guerrilleros con sombreros de charro y cananas de balas sobre el pecho que respondieron al grito de guerra maderista cuando Díaz traicionó su propio anuncio de que en 1910 abandonaría el poder.

El dictador, cuyo nombre designa un período de la historia mexicana –el “Porfiriato”–, se entronizó tras el conflictivo medio siglo que siguió a la insurrección anticolonial de 1810, en el cual el poder cambió de manos a punta de pronunciamientos que sus autores llamaban planes: el Plan de Iguala, en el que Agustín Iturbide se proclamó emperador en 1821; el Plan de Casa Mata, con el que Antonio López de Santa Anna se tomó el poder en 1823, lo ejerció en forma intermitente por 33 años y sufrió la derrota en la guerra de 1846 con Estados Unidos en la que México perdió la mitad de su territorio; y el Plan de Ayutla, que unió a los liberales contra Santa Anna y provocó su caída en 1855.

De la dictadura a la traición

Díaz comenzó su carrera al lado de Benito Juárez, elegido presidente de la República en 1858. Actuó en la guerra de Reforma entre liberales y conservadores y ayudó a combatir la invasión francesa de 1862 y la coronación de Maximiliano I como emperador de México. Pero tras la caída del Imperio y el triunfo de Juárez, se pasó a la oposición. Al morir Juárez se levantó contra su sucesor y en 1876 se tomó el poder, que no dejó sino cuando su ejército fue derrotado por el pueblo alzado en armas.

Díaz se ufanaba de logros como la extensión de la red férrea iniciada en 1837 y de haber introducido las corrientes europeas en la cultura mexicana. Pero su afinidad con los terratenientes que violaban los derechos de los campesinos sobre tierras y aguas despertó la rabia popular. En Anenecuilco, donde nació Zapata, se recordaba que en su niñez el futuro guerrillero vio llorar a su padre por la usurpación de un huerto y juró recuperarlo.

Cuando Madero dejó el gobierno en manos de León de la Barra, Zapata se negó a reconocerlo. Entonces la prensa de la Ciudad de México empezó a llamar “bandidos” a los guerrilleros y los generales plegados a la Revolución, como Victoriano Huerta, empezaron a combatirlos. Al asumir la Presidencia en 1911, Madero se vio enfrentado al Plan de Ayala, en el que Zapata lo acusó de traicionar a los campesinos y reconoció como jefe a Orozco. Este, a su vez, se rebeló contra Madero, pero fue vencido por Huerta en 1912.

En febrero de 1913 Huerta protagonizó la traición que lo hizo pasar a la historia, al levantarse contra Madero, ordenar su asesinato y tomarse el poder, pero fue desconocido por otro maderista, Venustiano Carranza, quien se proclamó defensor de la Constitución y lo derrotó con las armas en julio de 1914.

“Siéntese usted, compadre”

Carranza se proclamó jefe del gobierno constitucionalista y buscó unir a los revolucionarios, pero no fue apoyado por Villa y Zapata, que avanzaron hacia la capital con sus fuerzas, la División del Norte y el Ejército Libertador del Sur. Entonces Carranza salió de la Ciudad de México, estableció su gobierno en Veracruz y nombró jefe del Ejército al general Álvaro Obregón.

Su salida de la capital dio lugar a una de los momentos emblemáticos de la Revolución. El 6 de diciembre de 1914 Zapata y Villa entraron triunfalmente a la ciudad al frente de 60 mil guerrilleros acompañados por bandas de música que no dejaban de tocar. Ingresaron al Palacio Nacional y, frente al sillón presidencial, se lo ofrecieron mutuamente:

--”Siéntese, compadre”, dijo Villa.

--”No, compadre, siéntese usted”, contestó Zapata.

Al final Villa se sentó en el sillón y Zapata lo hizo en otro al lado. La imagen de los dos revolucionarios en su momento de gloria fue captada por Agustín Casasola, el fotógrafo que retrató aquella época. Villa está con su uniforme militar y en la mano la gorra con un águila dorada, y Zapata con su traje de charro y el sombrero también bordado en oro.

Luego instalaron en la presidencia a Eulalio Gutiérrez, elegido un mes atrás en la Convención de Aguascalientes, en la que sellaron su unión, y regresaron a sus campamentos para seguir luchando contra Carranza. En esta etapa Obregón entró a jugar un papel decisivo. Al frente de las tropas constitucionalistas venció a Villa en Celaya en abril de 1915, en una batalla en la que perdió el brazo derecho.

La etapa final

Entre tanto, Carranza combatía a los zapatistas, que resistieron hasta el 10 de abril de 1919, cuando Zapata fue emboscado y asesinado en una hacienda de Morelos por soldados al mando de Jesús María Guajardo, un militar carrancista que simuló ser su aliado. Villa sufrió la misma suerte el 20 de julio de 1923 cuando fue acribillado por unos pistoleros en el vehículo que conducía en la ciudad de Parral.

Para algunos historiadores, la Revolución terminó con la promulgación de la Constitución de 1917, aprobada en el Congreso de Querétaro convocado por Carranza. Este documento, el más importante de la historia moderna de México, produjo una radical transformación política y social del país; preservó los principios liberales consagrados en la Constitución de 1857 y contempló los anhelos revolucionarios sobre el derecho a la tierra, el trabajo y la educación, la libertad de cultos, las garantías electorales y la no reelección presidencial. Sin embargo, no impidió un nuevo pronunciamiento.

Esta vez el turno fue para Obregón, que se rebeló contra Carranza el 23 de abril de 1920. Un mes después el jefe constitucionalista fue asesinado y el mismo año el manco de Celaya fue elegido presidente. Su sucesor, Plutarco Elías Calles, promovió el cambio de la Constitución para que Obregón fuera reelegido y este lo logró en 1928, pero el 17 de julio de ese año fue asesinado en un restaurante de la Ciudad de México. Lo sucedió Emilio Portes Gil, el último presidente interino del país, durante cuyo mandato el expresidente Calles fundó el Partido Revolucionario Institucional (PRI), se restableció la norma de la no reelección y comenzó el largo reinado del partido que hoy sigue siendo un actor central en la política mexicana.


El pacto de la Embajada

Además de arrebatarle la mitad de su territorio en la guerra de 1846, Estados Unidos siempre fue un vecino intruso de México.

La injerencia estadounidense más descarada fue el “Pacto de la Embajada”, firmado el 18 de febrero de 1913 por los golpistas Victoriano Huerta y Félix Díaz (sobrino de Porfirio Díaz) en la sede de la misión diplomática y en presencia del embajador Henry Lane Wilson, en el que acordaron derrocar a Madero y conformar un gobierno cuyos ministros fueron aprobados por Wilson.

Después hubo dos invasiones militares de marines a México, una el 21 de abril de 1913, dos meses después del golpe contra Madero, y otra en 1917. Las difíciles relaciones con el vecino fueron sintetizadas en la frase “Pobre de México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”, atribuida a Porfirio Díaz, pero cuyo autor fue el abogado, periodista, historiador y político mexicano Nemesio García Naranjo, quien participó en muchos de los sucesos que conmocionaron a su país al comenzar el siglo XX.


Símbolo de la Revolución

Francisco Ignacio Madero era un hombre sencillo, muy distinto de los aguerridos revolucionarios Zapata y Pancho Villa y también de los militares que dominaron la política mexicana en la primera mitad del siglo XX.

Miembro de una familia de empresarios, recibió una esmerada educación en Francia y Estados Unidos antes de encargarse de la hacienda familiar. Desde sus primeros años al frente de ella mostró su espíritu progresista y emprendedor, así como sus ideales democráticos y su conciencia social.

Interpretando el descontento de la mayoría de los mexicanos por la prolongación de la dictadura de Porfirio Díaz se lanzó a la política en 1908, fundó el Partido Antireeleccionista y en 1910 derrotó al dictador. Su fugaz gobierno hizo de él un líder pasajero en el tormentoso proceso de la Revolución. Pero aunque no logró mantener unidos a los revolucionarios ni cumplir sus propósitos en el gobierno, se convirtió en un símbolo popular y en una de las figuras más respetadas en la historia de México.

Por Leopoldo Villar Borda, especial para El Espectador

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horacio(76762)14 de febrero de 2021 - 03:47 p. m.
Los primeros mártires de la independencia mexicana fueron el cura Miguel Hidalgo e Ignacio de Allende, fusilados en 1.810.Al hecho histórico de hace cien años se le llama "revolución", pero la de 1.810 fue mas profunda
usucapion1000(15667)14 de febrero de 2021 - 04:16 a. m.
Los gobiernos gringos vienen jorobándonos desde hace más de una centuria, hasta cuándo el conglomerado iberoamericano va a permitírselos?.
Eduardo(7668)13 de febrero de 2021 - 11:32 p. m.
Un detalle: Pancho Villa no se llamaba Francisco sino Doroteo Arango.
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