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El primer tratado del erotismo

El mismo que un día escribió la Historia del ojo, una truculenta y salvaje suma de aberraciones sexuales, y que buscó en el cosmos las respuestas a sus interrogantes sobre las pulsiones humanas, se convirtió con el tiempo en el primer pensador del erotismo. Su nombre es Georges Bataille.

Alberto Medina López *
04 de junio de 2016 - 04:28 a. m.
El primer tratado del erotismo
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En sus divagaciones cósmicas, incluidas en El ano solar, asegura que el movimiento circular del planeta lo llevó a constatar “que la tierra al girar hace copular a los animales y a los hombres y (como lo que resulta es también la causa de lo que provoca) que los animales y los hombres hacen girar a la tierra copulando”.

La aventura humana e intelectual de Bataille, que buscaba el alivio en el sexo y lo encontraba en los burdeles más caros de París, desenmascara al hombre que vivió entre el deseo de volver a la animalidad y la imposibilidad de cumplir con ese sueño.

Esa es quizá una de las conclusiones vitales de su obra maestra, El erotismo, publicada en 1957, cinco años antes de su muerte. En las tres formas de erotismo que él concibe, erotismo de los cuerpos, erotismo de los corazones y erotismo sagrado, existe nostalgia. “En ellas, lo que está siempre en cuestión es sustituir el aislamiento del ser, su discontinuidad, por un sentimiento de continuidad profunda”.

Somos seres discontinuos porque al nacer quedamos solos y así nos mantenemos hasta la muerte, situados en el abismo que nos separa de los otros. Allí radica la nostalgia, en la búsqueda de la continuidad perdida en esa línea del tiempo que empieza en el animal y termina en el hombre.

El trabajo, la conciencia de la muerte y el deslizarse “desde la sexualidad sin vergüenza a la sexualidad vergonzante, de la que se desprende el erotismo”, sacan al hombre del estado animal. Bataille cree que las prohibiciones impuestas al sexo por la moral son necesarias para que el deseo erótico sea asumido como trascendencia y no como caída en la bestialidad.

Cuando hombre y mujer se desnudan, uno frente al otro, lo hacen en secreto, escondidos del mundo porque la libertad sexual tiene reglas y límites. Esa es la sexualidad vergonzante. Allí, en ese silencio de dos, están rompiendo su discontinuidad para buscar la continuidad más allá de sí mismos.

El erotismo, visto con ojos de Bataille, es la afirmación de la vida hasta en la muerte a partir de la química que impulsa al hombre a buscar a la mujer en el juego y el peligro. Toda actuación erótica tiene como objeto sacarnos de la individualidad para buscarnos en el otro, para asomarnos a la continuidad perdida, así sea un instante.

Por Alberto Medina López *

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