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El escritor de literatura infantil y juvenil Celso Román recuerda cómo de niño un día abrió un armario y una aspiradora mal acomodada con sus cables y su larga trompa se veía reflejada en la pared como un elefante. El susto tremendo que le provocó descubrir que en su casa su mamá guardaba secretamente un enorme paquidermo, es quizás uno de los recuerdos más vivos de su infancia y uno de los episodios que lo alentó a crear letras para niños.
“Los fantasmas en mi cuarto, es uno de mis libros que nace de esta experiencia”, comenta el escritor, quien recuerda también cómo un día viajando por Yopal vio mientras caía la tarde, una bandada de luciérnagas que se apoderaban del cielo. La imagen casi mágica quedó entonces consignada en su libro El imperio de las cinco lunas (1998).
Justamente ese cruce de la realidad y la fantasía, la posibilidad de traer el mundo de la literatura infantil a contextos cercanos y nacionales y usarla para entender cosas de nuestra propia cultura ha sido, según Celso, uno de los mayores aportes que han hechos los escritores de su generación, como Jairo Aníbal Niño, Irene Vasco, Pilar Lozano y Yolanda Reyes a las letras infantiles.
“Hasta finales de los años 70, la literatura que teníamos eran los cuentos europeos, los de los hermanos Grimm y Hans Christian Andersen, y teníamos también algunos paisas que recopilaron la tradición oral antioqueña como José Antonio León o Tomás Carrasquilla, pero eran aún cuentos populares europeos con empaque antioqueño”, explica Celso Román.
El creador de obras como Las cosas de la casa (1988), De ballenas y mares (1995), está convencido de que fue gracias al concurso de literatura infantil Enka, -uno de los primeros organizados en el país-, que esa producción literaria nacional salió de su anonimato y les dejó ver a las editoriales que había gente creando mundos fantasiosos para niños y que había niños ávidos de leerlos.
Fiel a esta tradición que se ha consolidado durante décadas, en su más reciente cuento, El puente está quebrado (Panamericana), Celso Román menciona leyendas, pone de protagonistas a exóticos representantes de la fauna nacional, como una manta o un paujil, y apela a una de las rondas infantiles más populares para contar la historia de cómo un grupo de animales debe trabajar ordenadamente y olvidando sus deseos y hambres para poder salvar la jungla de un tremendo aguacero. “Esto parece el diluvio universal, —dijo el búho. Para mí que esto es cosa del calentamiento global, —responde la lechuza, viendo que las aguas seguían subiendo y todo parecía perdido”.
Celso, reconocido como uno de los creadores de la fantasía épica latinoamericana, asegura que el reto de escribir un cuento infantil es no admitir frases y palabras en diminutivo y por el contrario reconocer al niño como un ser muy inteligente al que hay que ayudarle a construir su idea del mundo.
“En esta historia aparecen una gran cantidad de animales de la fauna colombiana y se tratan problemas actuales, ahí es donde deben estar los papás con el niño acompañándolos en la lectura. En ese ejercicio el niño construye su mundo interior a través de las palabras que le permiten generar nuevas realidades mentales y así, cuantas más palabras saben, mayor es su capacidad de imaginar”, explica el escritor.
De tal forma, este húmedo cuento, más que una moraleja intenta indagar por las explicaciones mágicas o científicas de un diluvio y trata de acercar a los niños a una conciencia ambiental.