El antiguo río Vicachá, desprende de su origen etimológico un juego de poderes, y un bello cruce de palabras como "el resplandor de la noche" estando así, servidos en taza de homenaje para nuestro protagonista principal.
Una experiencia en degradé, de tonos fuertes y claros, abrió camino en un metro cuadrado, exploró raíces italianas en sus sociedades al norte de la ciudad y, desembocó con fuerza en el centro histórico de Bogotá. Con este trajín agitado, permeó hasta convertirse en destino obligatorio; de la dureza del tránsito furibundo, volvió el espacio adoquinado su arma atemporal para citar en torno en una taza.
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Al mejor estilo del 'taijitu', hay un salto de yin al yang absoluto en sus colores. Cada elemento depende del otro sin inhibir su oposición. El negro sobre el blanco de su logo, la cereza antes del pergamino, el azahar tejiendo una telaraña aromática sobre el verde linaje, el castaño claro del secado viajando a la sinuosidad del tinte 'roaster', y el color de un café presidencial con notas de arándano mutando en toda la rueda de sabores y colores con cada grado que perdía su temperatura.
Es sin duda, un laboratorio de emociones, en el cual la alquimia se produce en sus filtrados. Sencillez y complejidad como otra oda a su nombre, donde el Eva Solo de Polonia deriva en una taza producto de la inmersión, y al mismo tiempo la Melitta mira apasionada a la molienda mientras gira en un cruce de texturas cayendo suavemente en el cristal.
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Para cerrar, descansan en sus estantes, empaques con expresiones etíopes, orígenes árabes, variedades de Ruanda, muestras de tostadores americanos, y el paraíso infaltable: la palabra humectada con café. Es un proyecto sin final, una propuesta seria entre miles de ideas, un futuro entre maderas y cristales, un paralelo y una paradoja. Bienvenidos a contraste coffee Lab.