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Larry Harlow es tan gringo que habla del “procesa”, en lugar del “proceso”, conjuga mal los verbos y el 50% de lo que expresa, lo emite en inglés. A pesar de eso, se acercó al sonido latino mientras recorría el trayecto desde su casa hasta la escuela en Brooklyn, en donde pasó los primeros años, y en Manhattan, lugar en el que se radicó con su familia a los trece años. Esa peregrinación diaria y académica tenía un sonido propio, pero no monótono. Casi en cada cuadra había una tienda latina de discos y los parlantes en la acera lo acercaban a la clave y al ritmo. Incluso muchas veces, en lugar de abordar el tren o la guagua, como él mismo llama al transporte público, prefería gastar las suelas de sus zapatos para aprender más de ese encanto con raíces africanas.
La influencia familiar llevó a Harlow a estudiar piano clásico. En ese momento sonaban agrupaciones como las de José Curbelo, Dámaso Pérez Prado y los comienzos de Tito Puente y Machito. Se interesó entonces por el ritmo y a los pocos años lo invitaron a participar en varias orquestas de corte salsero, así que le tocó intensificar las clases de piano y también las lecciones de español. De esa manera se comprometió definitivamente con las propuestas afrolatinas.
“En 1957 me gradué de la escuela y me fui a Cuba, un paraíso que todavía no conocía y que estaba por descubrir. Ese fue mi primer viaje fuera de Estados Unidos y en La Habana me quedé para estudiar con todas las facilidades que había para los artistas con la revolución. Luego se presentaron algunos problemas con Fidel Castro y me tocó regresar a mi país”, cuenta Larry Harlow. Entonces decidió aplicar todo lo aprendido en la mayor de las Antillas y se matriculó en las agrupaciones de verano sin importar mucho la calidad.
En su entorno judío muy pronto se popularizó su nombre y recibió el impulso necesario para formar una orquesta con un sonido diferente al estilo reinante en la época. En su cabeza sonaban trompetas y trombones, una mezcla algo extraña para la época, y fue tanta la novedad que en 1965 Jerry Masucci, uno de los grandes gestores de la Fania, lo buscó para ofrecerle un contrato. Harlow aceptó y fue el primer artista en firmar ese tipo de documento con el sello.
El Judío Maravilloso, como se lo conoce desde hace décadas, fortaleció los vientos en la salsa, recordando al conjunto del cubano Arsenio Rodríguez, y se dedicó a formar soneros. Ismael Miranda, Júnior González y Andy Harlow figuran como los cantantes más importantes de su reconocida agrupación. Luego emprendió el camino de la música conceptual y aprovechando el auge de la ópera rock Tommy de The Who, hizo su obra Hommy, en la que participaron Celia Cruz, Pete El Conde Rodríguez y los artistas latinos más importantes del momento.
“La noticia es que ya tengo una fecha con la Sinfónica de Puerto Rico en septiembre para interpretar nuevamente Hommy. Ese es mi sueño, porque es una obra de arte a la que es necesario reemplazarle algunos de sus protagonistas. Ahora quiero tener a cantantes igual de famosos a ellos y que las ganancias sean empleadas en proyectos de tipo humanitario”, comenta Harlow, quien, además de esta obra conceptual, innovó con la primera grabación de salsa con sonido cuadrafónico (Live in Quad), que superó el imperio del estéreo y logró la diferenciación clara de cada instrumento.
Larry Harlow se presenta en Colombia y lo hace con su vocalista estrella, Ismael Miranda. Viene a mostrar que la salsa es mucho más que el chiclé que suena ahora, que mastica las mismas temáticas y pierde rápido el sabor. Harlow va por la recuperación del terreno que ha cedido.
Cali, discoteca Mango Biche, viernes 17 de febrero, 8 p.m. Bogotá, Downtown Majestic, sábado 18 de febrero, 8 p.m. Informes y boletería: 609 1111 y www.ticketexpress.com.co.