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Entre 1950 y 1953 en la península de Corea se libró uno de los primeros combates que enfrentó la ideología comunista y capitalista por medio de un conflicto armado. El norte, apoyado por Rusia y China; y el sur, por Estados Unidos y países miembros de la ONU, se confrontaron en un combate que dejó a más de 620.000 soldados muertos en sus 1.129 días de duración.
Colombia, en medio de la presidencia de Laureano Gómez, envió a 5.100 combatientes para que se alinearan con los surcoreanos en diferentes misiones de control territorial que dejaron como resultado la división de ambos países por el paralelo 38.
Otra de las consecuencias del conflicto fue entre cuatro y seis millones de civiles muertos, que sufrieron los ataques de ambos bandos; no obstante, algunos coreanos salvaron su vida entregándose a los soldados y conviviendo con ellos durante los enfrentamientos. Los militares del Batallón Colombia tuvieron contacto con uno de ellos, posteriormente decidieron traerlo al país como parte de su botín. Más de cincuenta años después, Andrés Sanín nadó entre archivos análogos y visuales para conocer de la vida de aquel coreano y escribir el que es su primer libro periodístico: El niño de la tula (sello Planeta).
En una entrevista con el cronista reflexionó sobre el libro que escribió durante la pandemia generada por el Covid-19 y afirmó que fue el resultado de una obsesión, luego de publicar dos reportajes para Los Informantes de Caracol Televisión: “Pese a hacer las crónicas, sentí que había quedado en la superficie de la historia, que me había quedado en el tráiler de la película”.
Sorprendido y riéndose, afirmó que no parecía una historia real y recordó la manera en la que todo comenzó: “El nieto del veterano Gilberto Díaz encontró los rollos de fotos que él había tomado en la guerra como soldado, las reveló y salieron a la luz pública. Entrevisté a Gilberto y duramos hablando durante horas de la guerra de Corea, y le pregunté sobre el niño de Corea y él me contó lo que se acordaba de él. Me obsesioné con esta historia, me dije ‘tengo que encontrar al niño de la tula’”.
Conocer al veterano Ramón Rojas fue para Sanín la entrada en contacto con el recuerdo de aquel coreano: saber que Carlos Arturo Gallón (Yung Ucheol) había fallecido, pero también que había dejado descendencia. “Ramón me cuenta que Carlos Arturo ya está muerto y es el primer baldado de agua fría, pero también me dice que es posible contactar con Yunc y luego llego a tocar su puerta al sur de Bogotá. Es curioso, porque repito lo que veinte años antes dos periodistas de la KBS hicieron con Carlos Arturo, hicimos el reportaje con fotos y un video que su hijo encontró después”.
El niño de la tula: una escapatoria del Covid-19
No pasó mucho tiempo entre la publicación de la crónica en televisión y el inicio de la pandemia del Covid-19, para Andrés Sanín no solo significó la escritura del libro, puesto que también le permitió lidiar con el confinamiento: “Para mí escribir el libro fue una manera de salvarme, fue la manera de pelear contra el tedio y la ansiedad. Por esa época se estaban muriendo varios de los veteranos por el covid y se hacían muchos paralelos con la guerra y el virus; fue el momento perfecto para iniciar”.
Además, el periodista afirmó que en medio de las entrevistas que realizó, tuvo que luchar contra el tiempo y las contradicciones que encontraba, citando a uno de los veteranos afirmó que la pandemia fue diferente para cada persona y que eso lo llevó a buscar, incluso, antes de publicar el libro, más testimonios: “La guerra cada uno la vivió de manera diferente y la puede contar de manera diferente”.
Por lo anterior, Sanín aseguró que los relatos debieron ser confirmados en varias oportunidades, dado que su deber como periodista lo llevaba a “siempre buscar la verdad”, por ello, en el libro, el periodista declara no completar la información sobre Yung Ucheol: “Los testigos son personas que pasaron por la guerra y no saben si lo que vivieron fue producto de su delirio o de lo que ocurrió; ha pasado mucho tiempo y yo como cronista siento que tengo que ser honesto y por eso reconozco que tengo limitaciones; es un rompecabezas casi imposible de armar”.
Yunc Carlos Gallón: un hombre tan misterioso como su padre
El personaje principal de El niño de la tula es Yunc Gallón, hijo de Yung Ucheol o Carlos Arturo Gallón, que busca saber más de su padre y comparte con Sanín lo que vivieron juntos antes del fallecimiento de “el coreanito”, como se le conocía a Ucheol entre las filas del Batallón Colombia.
Sin embargo, Yunc ha sido un enigma para el cronista, dado que por momentos desaparece, no da señales de vida. Entre risas comenta: “La relación con Yung ha sido bien compleja, porque es súper misterioso, a veces me responde, pero luego se desaparece y dura meses sin contestarme”.
Asimismo, Sanín afirmó que la primera copia del libro la imprimió el propio Yunc, y se la hizo llegar luego de un intercambio de versiones y opiniones de su manuscrito: “Yo le compartía cada una de las versiones que escribía y de pronto me mandó el manuscrito empastado y esa es la primera copia, lo que demuestra lo importante que fue para él este libro. Fue muy emocionante. Pero ahora que ya está el libro, no aparece”.
Finalmente, entre risas y suspiros no sabe con qué palabras definir El niño de la tula, puesto que asegura que lo pudo hacer mejor: “Podría decir un triunfo con sabor a derrota, pero puede ser al final al revés, una derrota con sabor al triunfo”.