El silencio, el bien escaso de la vida moderna

En su paso por el Hay Festival de Cartagena, Erling Kagge, explorador y escritor, habló sobre el silencio interior que nos ha mutilado la tecnología.

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Redacción Cultura.
29 de enero de 2018 - 06:52 p. m.
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Erling Kagge es un aventurero que ha llegado a la cima del Everest y conquistado las heladas temperaturas de ambos polos de la tierra.

Pese a estas grandiosas proezas, dice que su mayor hazaña fue haberse descubierto en medio de la “nada blanca”, durante una caminata de 50 días en la Antártica. Asegura, a la BBC, que fue transformado por el silencio.

Sin embargo, Kagge, de 54 años, dice que el silencio al que se refiere es más que a la ausencia de algún sonido acústico, algo más profundo, de orden más existencial. (Lea también: La literatura es una afirmación contra la muerte).

En su libro, “Silencio en la era del ruido”, el noruego intenta descifrar la manera de encontrar lo que llama “silencio interior”. Esto coincide con lo que muchas comunidades indígenas se refieren al “Gran Silencio”, algo que está más allá de lo “humano”: algo sobrehumano, pero al mismo tiempo, intrahumano.

Para cualquier persona moderna, el silencio es algo poco o desconocido en la vida cotidiana. Pero el alpinista también afirma, en una entrevista con la BBC, que no es necesario ir a extremos y remotos lugares del mundo para alcanzar algo de este escaso bien de la vida moderna.

El explorador pasó por el Hay festival en Cartagena y relató que una vez en el Polo Sur, se dio cuenta de que sus preocupaciones habían cambiado y, que con el paso de las semanas, “empecé a sentirme cada vez más parte de la naturaleza”.

Generalmente asociamos fácilmente el silencio con la muerte. Cuando Kagge hace referencia a esta ausencia de preocupaciones, está hablando probablemente de un hallazgo de orden existencial, la muerte del “yo” como enfoque de los pensamientos.

Sin embargo, paradójicamente dice haber experimentado una sensación de estar con él mismo de manera “enriquecedora”, gracias al silencio.

El silencio aparece como una especie de habla con los pensamientos. Es decir, parece que el ruido procede de preocupaciones, aunque internas, impuestas por las exigencias del día a día de la vida moderna: el trabajo, las cuentas, las redes sociales, las noticias, etc.

“He buscado silencio absoluto, pero no he logrado encontrarlo”, se refiere Kagge al silencio acústico. “Pero incluso si encuentras un lugar aislado acústicamente, llevas contigo algo de ruido. Para mí, el ruido son las distracciones”, explica.

En sus viajes logró también explorar eso que el hombre moderno mutiló con todas sus atavíos tecnológicos e ideológicos, su conciencia de hacer parte de una naturaleza más amplia, abrumadora e infinita. (Lea también: La difusa línea del bien y del mal dentro de los campos de concentración).

“Era como si mi cuerpo no terminara en las extremidades, sino como si se hubiese propagado hacia el entorno helado, hasta el horizonte. Me sentía en unidad con todo lo que me rodeaba. No tenía contacto alguno con el mundo; mi radio se había roto”, dijo en su entrevisto al mismo portal.

El silencio al que se refiere Kagge es un “silencio existencial, ese que está ahí adentro de uno todo el tiempo. Ese silencio es el más importante en la vida, aunque sea subestimado en la sociedad actual".

¿Por qué nos suele parecer el silencio incómodo aburrido? “El silencio nos hace encontrarnos con nosotros mismos, y a veces lo que hallamos dentro es incómodo. En nuestro interior puede haber cosas maravillosas, pero también perturbadoras.”, aseguró en la misma entrevista.

El explorador recuerda un experimento de las universidades de Harvard y Virginia, que consistió en dejar solos en una habitación por 15 minutos a individuos de todas las edades. Los voluntarios tenían la posibilidad de dejar el ensayo con tan solo oprimir un botón. Muchos de ellos encontraron esta experiencia como dolorosa e intolerable.

¿Podemos encontrar silencio en medio de nuestras sociedades y vidas actuales que siempre te exigen estar pensando en algo, siempre en movimiento?

La hiperconexión nos ha dado la sensación de que siempre hay algo que está pasando afuera y que debemos siempre estar enterados: “Es perfectamente posible no mirar internet o el teléfono móvil por un rato y salir a caminar o ir al parque por 30 minutos para estar en contacto con la naturaleza con uno mismo”, dice Kagge.

También es editor y su trabajo y tres hijas adolescentes le demandan mucho de su atención y su tiempo. Afirma, entonces, que es capaz de encontrar ese silencio al lavar los platos o caminar hacia la oficina.

Pero también “la sorpresa, la fascinación o la belleza pueden conducirnos al silencio”, asegura, “El arte y la música también… O no hacer nada, vaciar la mente”.

La tecnología nos impone unos decibeles de ruido existencial como nunca antes en la historia humana, hasta hacernos pensar que el silencio es algo que se debe evitar. (Lea también: Finge que estás bien).

No es que la tecnología sea mala, pero la forma en la que nos relacionamos con ella, de manera adictiva, atiborrándonos para escapar de nosotros mismos, es un problema, también dijo al portal británico.

La misma tecnología, dice el autor en su libro, nos ha vuelto adictos a la dopamina, el neurotransmisor que regula la motivación y la recompensa.

Pero esa sensación es siempre momentánea. Pero la tecnología nos ofrece siempre esta motivación: “Así, cuanto más inundados estamos por la tecnología, más queremos distraernos con ella”, dijo.

El silencio al que hace referencia Kagge se experimenta de manera diversa y distinta, depende de cada uno.

No cree que se necesite de alguna técnica para alcanzarlo, como el yoga. Este silencio se encuentra en breves momentos, sin fórmula mágica “es más bien sentido común”, aseguró.

Sin embargo, este silencio también es un lujo, un bien escaso. “Las personas de sectores más desfavorecidos viven con más ruido”. Y el escritor se refiere no solo a más ruido acústico sino existencial, producto de la injusticia e inequidad de la que es presa gran parte de la población.

Pero insiste en que “el silencio está al alcance de todos porque se encuentra dentro de uno y es posible alcanzarlo en lo cotidiano”.

Contrario a lo que podría pensarse no es una experiencia aislada al mundo, a los otros: “Es lo contrario: es abrirse al mundo y verse a uno mismo en ese mundo, e incluso amar más a las personas que nos rodean”, aseguró finalizando la entrevista con la BBC.

De hecho, el autor asegura que el silencio es primordial para las relaciones: “con mis novias, cuando tenía que hablar todo el tiempo, llenar la relación con palabras, era frustrante, significaba que no podíamos estar en silencio juntos y solos al mismo tiempo, de modo que nos perdíamos una experiencia enriquecedora.”

“Las palabras son muy buenas, sí, pero a veces generan ruido. Si uno tiene que explicar todo en la vida, la existencia puede volverse tediosa”, concluye.

Por Redacción Cultura.

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