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El sonido de los cantos del pueblo amazónico miraña

Nueva crónica sobre los esfuerzos del Instituto Caro y Cuervo por el rescate de lenguas indígenas que están en peligro de desaparición en Colombia.

César Mora Moreau * / Especial para El Espectador

30 de septiembre de 2025 - 03:00 p. m.
El epicentro de su cultura es Puerto Remanso del Tigre, asentada en la ribera izquierda del río de la Danta, en el departamento del Amazonas colombiano.
Foto: Cortesía de Roque Miraña
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Desde los territorios amazónicos de Leticia (Colombia) y Tabatinga (Brasil), Elio Miraña, documentador de la lengua miraña en el marco del Programa de documentación de lenguas nativas del Instituto Caro y Cuervo, trabaja en el registro de los cantos de arrullo y los ceremoniales como una forma de preservar los saberes de sus mayores. (Lea otra crónica sobre la importancia de la lengua kamentsá).

Dentro de la cultura miraña, los cantos ocupan un papel central en la vida espiritual y en las prácticas de curación. Los cantores y las cantoras son esenciales para el bienestar, en la misma medida que los médicos. Como afirma el documentador en el artículo Cantando y bailando se armoniza el territorio: aproximación a cantos y bailes de los Miraña desde el clan Neebaje (2022): “El canto es una conexión íntima con nuestros ancestros, es la comunicación divina. El conjunto de cantos en un baile nos hace sentir la fuerza creadora y curadora del mundo”. En ese mismo artículo se destaca cómo la voz es clave para el éxito de los bailes y se mencionan varias recomendaciones para mantenerla saludable: no entrar en contacto con la sangre menstrual, no absorber el humo de tabaco durante los cantos y no consumir mambe grueso durante el baile. (Lea otra crónica sobre la importancia de la lengua kamentsá).

En la cosmovisión miraña, todas las especies de la naturaleza se conectan a través de energías que los seres humanos tienen la responsabilidad de equilibrar (ONIC, 2025). Por lo tanto, las danzas y bailes tienen una función destacada en la limpieza y en la armonización del universo. Durante estos encuentros los hombres se congregan para consumir hojas secas de coca pulverizadas y combinadas con ceniza de hoja de yarumo, además de la pasta de tabaco con sal vegetal, conocida como ambil.

En los cantos se recuerda la creación del mundo y el nacimiento del pueblo, asegura Elio. A través de ellos, los animales se transforman en frutas y tubérculos: las dantas se convierten en caimito, las borugas en macambo y el roedor guara en yuca dulce. Es por medio de las palabras que ocurre esta transformación simbólica en la que los miraña piden al dueño de los animales permiso para cazarlos y poder alimentarse de ellos. (Crónica sobre la lengua murui).

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Elio Mirala en su trabajo de documentación con la abuela Neeba Jʉmille (Elvira Miraña), la mujer de más edad del clan Neebaje (achiote). Grabaron el llamado canto de la línea de las dantas.
Foto: Cortesía de Elio Miraña

Uno de estos cantos, documentado por Elio en su trabajo con la abuela Neeba Jʉmille (Elvira Miraña), la mujer de más edad del clan Neebaje (achiote), es el canto de la línea de las dantas. Esta composición sigue a una mujer que, luego de comer carne de danta, empieza a transformarse progresivamente en este animal. En la historia, la mujer transformada le pide a su hermana que sea fuerte y valiente y que cuide a su hijo, porque ella pronto se irá de manera definitiva con su nueva gente, la gente de la danta. Dentro de este canto, la transformación en otra especie implica dejar atrás los vínculos humanos y asumir una nueva naturaleza animal.

Según Elio, este canto busca advertir sobre la importancia de pedir autorización antes de cualquier cacería. En el pasado, ninguna persona podía cazar sin la autorización del abuelo del grupo. Sin embargo, para Neeba Jʉmille, los cambios en los modos de vida que ella y muchos miraña han experimentado son una de las razones por las que se han perdido las tradiciones y se ha detenido su transmisión a los más jóvenes. (Crónica sobre la defensa del idioma misak).

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Antes, las malokas no solo cumplían la función de ser centros ceremoniales, sino que también eran viviendas familiares. El hecho de que muchos indígenas ya no vivan en estas construcciones y que los niños no vayan a la chagra a desyerbar y ayudar a sus abuelos ha interrumpido los espacios de intercambio y enseñanza entre mayores y jóvenes, asegura la abuela. Otros cambios en los modos de vida, como terminar las labores diarias más tarde gracias a la luz eléctrica o bañarse en duchas en lugar de en las quebradas, parecen aspectos insignificantes, pero han impactado la transmisión intergeneracional.

Antes, las malokas no solo cumplían la función de ser centros ceremoniales, sino que también eran viviendas familiares. Hoy son centros de intercambio de enseñanzas.
Foto: Cortesía de Elio Miraña

El desplazamiento del territorio de origen es también otra de las causas que contribuye a la desaparición de una lengua: afecta la identidad cultural, la afiliación lingüística e interfiere en la transmisión de los saberes. Así lo afirman Julián Mejía, Julieth Zapata, Girley Collazos, María Collazos y Flor Buitrago en su investigación Korebajʉ y Uitoto: desplazamiento, identidad y conservación de la lengua en la Amazonia colombiana (2025). En el caso de Neeba Jʉmille, su vida ha estado marcada por la itinerancia desde su nacimiento, pero mantener el idioma ha sido una decisión consciente para preservar el legado de quienes estuvieron antes que ella. Nació en las cercanías de Ojtsɨgwaañe’i, conocido como río de los Dedos, dentro de un campamento cauchero. Durante su niñez, sus padres se trasladaron a la comunidad que hoy se conoce como Oo’iibe Viiojɨ Pajtye’ɨɨgwa (Puerto Remanso del Tigre), asentada en la ribera izquierda del río de la Danta, en el departamento del Amazonas. Actualmente, reside en Tabatinga, Brasil.

Tanto ella como Elio forman parte de la diáspora miraña que vive lejos del territorio, pero que conserva como apellido el nombre de su pueblo para no olvidar de dónde proviene. El territorio ancestral de esta comunidad está ubicado en la quebrada del río Gwaa’i (Pamá), afluente del Paa’i (río Cahuinarí). Sin embargo, durante el genocidio cauchero que tuvo como epicentro el Putumayo, el grupo migró a zonas cercanas al Iñe’i (río Mirití), territorio de comunidades como los matapí y los yucuna. Desde 1937 se establecieron en asentamientos ribereños a orillas del río Caquetá o río de la Danta (Okajimo), formando las comunidades de Puerto Remanso del Tigre, Mariápolis, San Francisco, Las Palmas y Metá-Quinché.

Para el documentador, trabajar con la abuela Neeba Jʉmille lejos del territorio ancestral siempre despierta sentimientos de nostalgia por el lugar de origen. Esto demuestra cómo la documentación “también ha sido un reto emocional. Traducir cantos, escuchar memorias profundas y cargar con la responsabilidad de ser puente entre los mayores y los más jóvenes no siempre es fácil. Implica también confrontar el olvido y la pérdida”, señala Elio. Aun así, compartir los audios, sus traducciones y hablar de la lengua ha hecho eco en otros, despertando orgullo en muchos miraña que hoy viven en contextos urbanos como Leticia y se sienten motivados a aprender más sobre su cultura.

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Salvaguardar la cultura de los miraña a través de la voz de la abuela Neeba Jʉmille representa para Elio una manera de mantener viva la historia para los más jóvenes, de transmitir consejos útiles para la vida, como aquel relacionado con la cacería que dice que, si se flecha a un animal y este no muere de inmediato, no se debe seguir por mucho tiempo, pues el espíritu del animal puede desorientar a las personas y hacerlas perderse.

“Los niños se emocionan mucho al escuchar las grabaciones de los cantos y también las historias. Los jóvenes reaccionan con respeto, algunos con sorpresa y otros con interés por participar. Creo que ver a alguien de su edad comprometido con esto los motiva, porque sienten que no es solo cosa de los abuelos. Hay un despertar, lento pero genuino, de querer reconectarse con lo que somos”, dice el documentador.

La experiencia demuestra que la documentación lingüística es una forma de ejercer el derecho a hablar y a compartir los saberes. A pesar de estar lejos de su territorio, Elio y Neeba Jʉmille están empeñados en seguir documentando cantos ceremoniales y lograr que el eco de las voces resuene, se transmita y abra camino hacia otras generaciones.

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* Periodista del departamento de comunicación del Instituto Caro y Cuervo.

Por César Mora Moreau * / Especial para El Espectador

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