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El Tercer Acuerdo es un café especial cultivado en el corregimiento de Gaitania, en Planadas (Tolima), que beneficia a tres actores: la comunidad nasa, las familias cafeteras y excombatientes de las Farc. ¿Qué papel ha jugado esta propuesta productiva para alcanzar la reconciliación?
El Tercer Acuerdo se ha convertido en el vehículo expedito para la reconciliación social y económica tanto de víctimas como de victimarios de esta zona, que sufrió el flagelo del conflicto armado más fuerte en Colombia. Hay que recordar que estamos hablando de la zona de Marquetalia, que es donde se gestó todo el proceso de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). El Tercer Acuerdo hace referencia al acuerdo que hicieron en 1996 el gobernador nasa y el camarada Jerónimo del Comando Conjunto Central, porque había un conflicto armado con un indígena que hacía parte de las filas y había cometido un delito considerado de guerra. Entonces, estaba en riesgo la convivencia tranquila entre la comunidad nasa y el Frente 21. Por eso, este café hace una especie de reconocimiento a ese acuerdo, que a la fecha aún se está cumpliendo entre el pueblo nasa, los campesinos cafeteros y los firmantes del Acuerdo de Paz.
¿Entonces por qué el nombre de Tercer Acuerdo?
Se llama Tercer Acuerdo porque los otros acuerdos hacen referencia a dos procesos fallidos: el acuerdo donde ocurrió el genocidio de la Unión Patriótica y el de San Vicente del Caguán con Andrés Pastrana, en donde el camarada Marulanda nunca se sentó a la mesa con el presidente. Por eso, a este acuerdo de los nasas se le llama Tercer Acuerdo y remite al último acuerdo que hubo entre comunidades y no entre el Estado colombiano y las FARC-EP. Entonces, se hace una remembranza a ese acuerdo a través de este café, que está siendo cultivado en el resguardo de los nasa wesx, que colinda con el espacio territorial que creó el gobierno de Juan Manuel Santos por medio del Acuerdo de Paz de 2016.
¿Por qué era necesario materializar ese acuerdo en un café?
Ese trabajo de rescate lo hizo la Universidad de Ibagué. Fue un trabajo histórico, en donde recopilaron las vivencias de aquel entonces. Lo consideraron relevante, ya que el gobernador del resguardo nasa de ese momento volvió a ejercer el mismo cargo. Además, el objetivo con el proyecto de la trilladora es que podamos procesar los cafés de más alta calidad que haya en la zona que, de hecho, los está produciendo el resguardo nasa. Ellos llevan más de 10 años haciendo un trabajo intensivo de mejoramiento de su café y han obtenido premios de Taza de Oro en los diferentes eventos nacionales que se han desarrollado alrededor de la cultura caficultora.
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Es decir, que el Tercer Acuerdo también es un instrumento de memoria…
Sí, es fundamental para ese fin. No hay que desconocer que las FARC-EP era una organización subversiva de raigambre campesina, casi el 95 % de sus integrantes lo eran. Los principios de esta organización estaban basados en el equilibrio ecológico, aunque los medios de comunicación se centraron fue en los actos de terror que se produjeron en el conflicto armado. Entonces era lógico que se desarrollara un proyecto productivo alrededor del café teniendo en cuenta la tradición cafetera del departamento del Tolima y que las víctimas del conflicto armado se relacionaran de una u otra manera. Aquí hay una unión de necesidades: las comunidades requiriendo la mejora de sus vías terciarias y la valorización apropiada del café que producen, porque los intermediarios de la caficultora no lo hacen. Al objetivo del proyecto, que es trillar café para exportarlo a los países que fueron donantes del proceso de paz, se juntan esas dos voluntades: reconciliación y reincorporación, y productividad de una zona agrícola tan importante en el Tolima.
¿Por qué cree que el café no está siendo valorado de forma apropiada?
Porque el café se valora de acuerdo con la tasa de la Federación Nacional de Cafeteros, que es totalmente subjetiva, porque no tiene en cuenta que los campesinos y los indígenas han venido haciendo un trabajo de experimentación con abonos orgánicos y de mezclas entre las diferentes clases de café para que salgan unos granos de mejor calidad. Entonces, cuando estos cafés llegan al mercado de Planadas, son valorados bajo la tasa medida por la Federación Nacional de Cafeteros, que está a espaldas de las verdaderas necesidades de los pequeños caficultores del país.
Este café también hizo parte del documental “Postconflicto Corp: El Tercer Acuerdo”. ¿Cómo los benefició esta propuesta audiovisual?
La verdad es que oficialmente la cooperativa no participó en el documental, sino que aparece una firmarte del Acuerdo de Paz, quien no está afiliada a esta asociación. Ella tiene su criterio y expone su punto de vista, pero no recoge necesariamente el sentir de la cooperativa y de los firmantes del acuerdo. No estamos controvirtiendo el documental que, al parecer, hizo una fundación alemana e intervienen Asopep, campesinos, indígenas y la camarada. Pero nos parece que en la película debió quedar claro que ese víctimas y victimarios va entre comillas, porque casi que es el pueblo colombiano quien ha sido víctima de un Estado, que ha sido terrorista y ha estado a las espaldas de sus verdaderas necesidades.
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¿Considera que algunos formatos audiovisuales se centran solo en una parte de la historia?
Exacto… Sobre todo, en la parte de la historia que es sensacionalista, que hace que las matrices de opinión mantengan una mentalidad guerrerista en el país y no contribuya para nada en la reconciliación nacional y en la paz. Detrás de cada guerrillero que tomó las armas hay una historia de vida ―una violación de un familiar, el asesinato de un padre, el despojo de una finca―, que no cuenta ni con el mismo espacio ni manejo en los medios masivos, pues solo muestran una sola cara de la moneda. La otra cara sí está presente en libros como Después empezará la madrugada, de Fernando Soto Aparicio, y en otra cantidad de textos y estudios que hacen las universidades públicas del país, en donde se cuentan la verdadera historia de Colombia. Entonces le hace falta más información al pueblo colombiano.
En su territorio alcanzaron la reconciliación, ¿eso mismo se puede lograr en todo el país?
Lo único que puedo decir es que, los que actualmente habitan los espacios territoriales y los que siguen cumpliéndole al proceso de paz, están demostrándoles al país que se les está honrado a la palabra. Incluso, eso lo ha reconocido Gustavo Petro, el actual presidente. Es cierto que existen algunos camaradas que no se sintieron seguros y volvieron a las armas, pero el porcentaje es muy bajo en comparación con las personas que fueron firmantes del Acuerdo de Paz y aún persisten, a pesar de los asesinatos colectivos y los incumplimientos del Gobierno anterior, pues se ha demostrado que los dineros que debían dedicarse a la reincorporación productiva y política se usaron para otras cosas. Hay varias instituciones que pueden dar fe de que el 90 % de los firmantes del Acuerdo de Paz le están cumpliendo a la paz. La pregunta es: “¿Cuándo el Estado colombiano le va a cumplir en la misma medida a esos acuerdos de La Habana?”.
¿Por qué han decidido no volver a tomar las armas a pesar de lo que menciona?
Porque quien ha estado en la guerra es quien más valora la paz. A veces, quien no ha vivido la guerra tiene unos conceptos enfermos sobre lo que significa vivir el conflicto armado. Solo quien la ha vivido en el fragor, desea y anhela vivir en paz, porque la guerra es algo que nadie quisiera ni a título personal ni para su familia. Además, se le apuesta a la paz porque se confió en la palabra de un Gobierno: el de Juan Manuel Santos, y la esperanza era que el pueblo colombiano, con el apoyo internacional como garante, valorara que es diez mil veces mejor vivir un día de paz que un minuto de guerra.
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Más allá del cumplimiento del Acuerdo de Paz, ¿qué cree que hace falta para alcanzar la paz total?
Nosotros tenemos una teoría. Antes desde unos helicópteros tiraban unos volantes que decían: “guerrillero, desmovilízate”. Ahora nosotros decimos: “funcionario público, desmovilízate. Límpiate de la mentalidad guerrerista”, porque muchos de ellos tienen todavía un rencor y un resentimiento, y no entienden que si se arregla una carretera terciaria no es para el beneficio de los firmantes del Acuerdo de Paz, sino para los campesinos e indígenas que han vivido toda su vida en esa zona y han tenido que sacar a lomo de mula y a toda costa los productos agrícolas que satisfacen el hambre del pueblo colombiano. Entonces, si ese segmento de funcionarios públicos no se desmoviliza va a ser muy difícil que alcancemos la paz total. También hay que hacer una invitación: que el periodismo sea objetivo, en donde se escuchen todas las caras de la moneda para que el pueblo colombiano pueda estar informado y tomar una decisión, y la mejor que puede tomar es apostarle a la paz., porque ya no solo es el futuro nuestro, sino del planeta, porque si seguimos en esta guerra fratricida entre colombianos, vamos a acabar con el pulmón que puede salvar el mundo.
Caminar todos hacia un objetivo común…
Sí, así pensemos diferente, que podamos decirnos a la cara las cosas diferentes que pensamos, pero no matarnos… Eso es posible.
Mencionaba antes que el Gobierno de Gustavo Petro los llena de esperanza, ¿por qué?
Por ejemplo, los funcionarios de la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN) están viniendo con otra mentalidad a los espacios territoriales: ya aportan a la solución de los diferentes cuellos de botella que aparecen en los proyectos. Antes las organizaciones que fueron creadas para apoya el proceso de reincorporación, se dedicaban a hacer espionaje, a ver cuántas canecas con dinero estaban enterradas y si seguíamos delinquiendo. Ahora la mentalidad ha cambiado y estamos notando que todos aquellos organismos que fueron creados para apoyar el Acuerdo de Paz están cumpliendo la filosofía que queremos, hasta el Banco Agrario; aunque todavía no nos han prestado ni un solo peso, por lo menos ya hay la voluntad política de venir a visitar el proyecto. Los órganos del Estado deben tirar para el mismo lado: el progreso de todos los colombianos, porque si nuestra marca de café progresa, también lo hacen el resguardo wesx, los campesinos de Gaitania y las asociaciones caficultoras de Planadas. Es que no son solamente los antiguos miembros de las FARC-EP y su familia los que progresan, sino todo un conglomerado social que está alrededor.
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¿Qué retos han tenido que enfrentar para seguir adelante con el Tercer Acuerdo?
El mayor reto de todos: hacer mucho con poco. Cuando entregamos las armas, el Gobierno pactó que nos entregaría $10.000.000 de pesos por hacerlo; era una especie de subsidio o indemnización. Primero, nos daban $2.000.000 de pesos para abrir nuestras cuentas. El dinero restante no los otorgaba para que lo invirtiéramos como capital semilla en proyectos productivos individuales o colectivo. En nuestro caso, 58 firmantes decidieron poner esos $8.000.000 de pesos para la creación de la trilladora, que es importada de São Paulo, Brasil. La empresa que nos la vendió nos otorgó un descuento del 40% por pronto pago y por ser firmantes del Acuerdo de Paz. Por eso, en el espacio territorial contamos con una trilladora, que puede trillar microlotes de café especiales a los caficultores de Planadas y de todos los municipios del Tolima, quienes antes tenían que ir a Ibagué, Armenia, Pereira o Medellín para poder hacerlo. Esta es la manera como se le está apostado a la reincorporación de este país.
Es decir que igual hace falta más apoyo estatal…
Sí. Nuestro proyecto tiene un déficit presupuestal de más de $300.000.000 de pesos. Solo imagínate lo siguiente: el proyecto de la planta trilladora fue formulado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), quienes conectaron la energía eléctrica de la trilladora al transformador de energía que existe para los habitantes del espacio territorial. Entonces, cuando estábamos en la ejecución del proyecto, los profesionales de la ARN nos dijeron que no nos podíamos conectar a ese transformador porque dejábamos sin luz a la población. Así que formularon un proyecto sin tener en cuenta una planta eléctrica propia para su funcionamiento, que al final nos costó más de $120.000.000 de pesos.
Desde su experiencia, ¿qué elementos son claves para la convivencia y la no repetición del conflicto armado?
La honestidad, la transparencia, la no corrupción. Hay un principio que desconoce el pueblo colombiano y es uno revolucionario que está arraigado en los exmiembros de las Fuerzas Armadas de Colombia: el de colectividad, que si se pudiera irradiar al pueblo colombiano sería el mejor aporte político para la historia de este país. De eso se dan cuenta los campesinos, pues, cuando asistimos a eventos con la gobernación o la alcaldía municipal, nunca ven a un miembro de nuestra cooperativa o espacio territorial exigiendo beneficios solo para nosotros, sino para toda la región, los campesinos e indígenas. Aquí el capitalismo no tiene cabida.
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