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El urushi, un arte en extinción

Eiko Tanaka viajó desde Japón para enseñar a los estudiantes de la Escuela de Artes y Oficios Santo Domingo el manejo de la técnica de torneo y laqueado.

Karen Rodríguez Rojas/ @KarenRRodriguez

22 de julio de 2017 - 09:12 p. m.
Las piezas que realiza Eiko Tanaka se destacan por ser ondeadas en sus bordes y resaltar las vetas o huellas que tiene originalmente la madera. / Óscar Pérez
Foto: OSCAR PEREZ
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Eiko Tanaka vive en la provincia de Ishikawa, ubicada en la bahía de Japón, a 400 kilómetros de Tokio aproximadamente. Es una región de artesanos, donde antiguamente las familias se dedicaban a conservar y perfeccionar sus técnicas de lacado para competir entre ellas y obtener productos de excelente calidad que después vendían. Tradiciones como el urushi pasaban de generación en generación hasta llegar a un nivel que nadie podía imitar. Hoy, en ese lugar sólo se encuentran algunos artesanos que se mantienen fieles al uso del urushi-nuri, que significa “cubierta de laca”. “En Japón, los artesanos tienen que empezar por hacer sus propias herramientas si quieren tener una pieza original, pues, dependiendo de su estatura y peso, el tamaño de las herramientas varía. Nosotros creemos que el artesano que forja sus herramientas es el que puede volverse profesional”.

Tanaka nació en la prefectura de Aichi, en Japón, y es la única artesana de su familia. Su amor por el arte japonés se dio después de visitar un museo de bellas artes con sus padres y encontrar diversas piezas con acabados perfectos y brillantes. En ese momento decidió que quería producir objetos similares y para ello aprendió técnicas de moldeado y lacado en la Universidad de Educación de Aichi. Su talento la hizo merecedora en 2006 del primer premio en el concurso de artesanía Takaoka, uno de los más esperados y observados en Japón.

Un año más tarde se encontró con el maestro Torao Nakashima, miembro de la Asociación Japonesa Kogei —dedicada a la protección y el desarrollo del patrimonio cultural intangible y la artesanía tradicional del país nipón—, para perfeccionar su arte desarrollado a partir de la técnica del urushi, que consiste en la aplicación de una laca a diferentes objetos con la función de protegerlos y embellecerlos.

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Los objetos encontrados hasta el momento realizados con la técnica del lacado bien podrían hablar de la historia de Japón. Los más antiguos pertenecen a finales del período Jômon (h. 8000-299 a.C.). Son arcos, peines y cuencos realizados en madera, bambú y cerámica, piezas que eran lacadas para impermeabilizarlas y hacerlas más resistentes. En la actualidad se sabe que permanecen piezas de esta época, en su mayoría cerámicas, que fueron cubiertas con laca roja, y platos con diseños curvos y recubiertos por una doble laca (rojo sobre negro).

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Entre los siglos III a.C. y III d.C., período conocido como Yayoi, la laca se utilizó únicamente en los colores rojo y negro. En Hanabatake, prefectura de Saga, fueron encontrados en 1981 diez vasos de laca: uno de ellos presenta laca roja en el interior y dibujos geométricos que combinan laca roja sobre negra en el exterior, técnica que, quizás, fue llevada desde Corea.

El uso de estas lacas extraídas de la savia del árbol Toxicodendron vernicifluum, o urushi, se fueron sofisticando a tal punto que en el período Kofun (siglos III-VI) se introdujeron nuevas técnicas procedentes de China, al mismo tiempo que el budismo. En este período y en el Asuka (siglos VI-VII), piezas como utensilios y muebles usados en las ceremonias fueron decorados en relación con esta religión.

A mediados del siglo XIX, Japón se volvió a abrir a Occidente con la llegada de la armada estadounidense, que exigió un tratado de comercio con el país, por órdenes del presidente Millar Fillmore. Por entonces se abolieron los derechos de los samuráis y se permitió a toda la población llevar apellido. Estos cambios dieron lugar al período Meiji (1868-1912), en el que se vendieron numerosos objetos lacados, lo que produjo una baja en su calidad, así como la explotación excesiva de los árboles urushi.

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En este momento fue cuando surgieron todas las compañías de creación y exportación de laca, como Kiritsu Kosho Kaisha, que, además de exportarla, trabajaba para la familia imperial. Fue tal el éxito de las artes decorativas, en especial de la laca urushi, que se creó el Museo Nacional de Tokio y en 1877 se presentó la Primera Exposición Industrial Nacional.

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Eiko Tanaka no habla español, sólo sabe algunas palabras en inglés, sin embargo, esto no es un impedimento para comunicarse con los alumnos de la Escuela de Artes y Oficios Santo Domingo, a donde fue invitada este mes como tallerista del programa Maestros Internacionales. Con ayuda de su traductor, que más bien parece su sombra, va guiando a sus estudiantes desde el proceso de torneado de la pieza hasta la aplicación del urushi.

Los aprendices se acercan a ella, la miran a los ojos y le hablan como si pudiera entenderles. Ella les sonríe y toma sus manos intentando explicarles cómo debería quedar la pieza. Me explica que lo más importante del torneado es que la madera haya pasado previamente por un proceso de secado, pues si está mojada se puede deformar. Complementa diciendo que, una vez está listo el molde, cortado y lijado, se puede pasar a la aplicación del urushi, pero hay que tener cuidado, porque en su estado húmedo puede ser tóxico, y debe aplicarse en diferentes capas y dejando un tiempo para que se sequen. Para poder completar el proceso de secado, las piezas son introducidas a una cámara de madera humedecida, ya que las capas de laca se endurecen mediante la oxidación.

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AFP / AFP

El proceso de torneo era una de las tradiciones que se enseñaban entre las familias. Como Eiko Tanaka no tiene un origen artesano, tuvo que trasladarse a la provincia de Ishikawa en 2010 para aprender de cerca. Ella es una de las primeras mujeres que se interesaron por ser torneadoras de madera, trabajo que originariamente era realizado por hombres. Esto, más su experiencia con el manejo de las lacas, la ha hecho tener una visión única del mundo.

La técnica que está enseñando en su primera visita a Colombia consiste en resaltar las vetas o huellas que originalmente tiene la madera. Busca que esas marcas adquieran naturalmente mayor protagonismo en la pieza, y aunque aprendió a dibujar sobre las mismas, dice que no es tan buena haciéndolo, por lo que prefiere explorar otras técnicas, como las ondas en los bordes de las tazas.

“El urushi es un producto muy costoso y difícil de conseguir. En Japón es importante porque en épocas antiguas no había un material que dejara un acabado tan brillante en las tazas. También era sinónimo de poder. Pero ahora se ha desvalorizado un poco, porque antes el reino era el que mantenía ese arte. En la actualidad hay otros métodos más mecánicos y una producción masiva, por lo que se puede hacer en fábricas”.

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En un intento por salvar sus tradiciones y dar a conocer su arte en el exterior, Tanaka ha salido de su país con el interés de ampliar sus conocimientos y técnicas. Después de exponer en Tokio, ha estado en Indonesia y en repetidas ocasiones en Nueva York (Estados Unidos). “He salido de Japón a otros países buscando personas que entiendan el valor de ser artesano y de crear estas piezas, para que como cultura no muera y siga viviendo en el espíritu de otras personas, así no sean japonesas”.

El trabajo de Eiko Tanaka es, como ella lo define, “una línea con rojo, negro y madera. Una fusión de tecnologías en la que vive la historia japonesa y mi sensación de mujer”. La evolución de la laca urushi no está solamente en la superposición de capas para proteger un objeto. Se convirtió en un símbolo de Japón, capaz de hablar de su historia, tradiciones y habitantes.

Por Karen Rodríguez Rojas/ @KarenRRodriguez

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