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Bruma tiene once años y una cualidad increíble: puede recordar la noche de su nacimiento... Fue un viernes trece de luna llena. Por eso, cree, es como es. Le gusta leer las cosas que a otros niños les espantan. A veces se imagina caminando por un cementerio con una bata blanca hasta los tobillos, acariciando las lápidas, pensando en cómo habrán sido las vidas detrás de esos nombres.
Es silenciosa y tímida y su papá dice que nació vieja. Pero la verdad es que Bruma parece adulta porque su mundo es adulto, aunque ella es solo una niña consciente de que ve el mundo con otros ojos y de que, como ella dice, sus raíces crecen para adentro.
Sus padres están separados y a pesar de que vive con su papá y su nueva esposa, pasa las vacaciones con su mamá, un personaje hermoso y triste que parece estar a punto de disolverse, pero que va apareciendo poco a poco, como si alguien ajustara el lente de la cámara para hacerla visible. Desenfoque selectivo: el mundo no está hecho para las personas tristes.
La casa de los abuelos, en donde vive ahora su mamá, es fría y vieja. Bruma se asoma a los días tranquilos con su mirada aguda capaz de ver lo que para otras personas pasa inadvertido y encuentra refugio en el ático oscuro y belleza en el cementerio que se ve desde la ventana.
Allí, en el conjunto, es donde conoce al Club de los Hijos Únicos. Nico, Elena, Anto y Manolo son parecidos a Bruma: niños raros que no encajan del todo y que, estando juntos, pueden ser sus propias versiones.
Cada uno, cada una, es un poco como nosotros: Nico es un niño asustadizo; Elena, alguien desesperada por mostrarse fuerte; Anto, una niña dulce, tímida e insegura, y Manolo, otro niño-adulto que siente la responsabilidad de cuidar de todos.
¿Y qué sería de un grupo de niños sin una vecina bruja? En Georgina, Bruma encontrará una parte de su historia familiar. Descubrirá a una mujer maravillosa, culta y amable que fue amiga de su abuela.
Gracias a ella entenderá también que las personas raras, dicho entre comillas, siempre han existido, y que “raro”, es la forma en la que han llamado a las personas que se salen del molde. Georgina es la mejor amiga que puede encontrar Bruma, que, después de todo, no deja de ser una niña, expuesta a los peligros de antes y también a los de ahora.
En esta novela, la escritora bogotana Giovanna Zuluaga logra definir un personaje lleno de matices que va descubriendo poco a poco que salir del molde es una virtud porque permite ver el mundo desde otra perspectiva y también que allí afuera hay otras personas que aprecian el valor de no seguir los caminos que ya están trazados y los “deber ser”.
Nunca estamos tan solos, pero finalmente, la soledad no debería asustarnos. El silencio nos permite escucharnos, conocernos y valorar a quienes se acercan para conocer lo que guardamos bajo llave.
Publicada por Panamericana Editorial y con ilustraciones de María Fernanda Mantilla, Bruma, orgullosamente raRa, es la primera entrega de una saga juvenil cuya segunda parte verá la luz en pocos meses.