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"En China Gabo es todo un mito"

Desde Pekín, el primer traductor autorizado de 'Cien años de soledad' al mandarín le explicó a El Espectador su "misión imposible". Ya lo fue de Julio Cortázar y aspira a serlo de Álvaro Mutis.

Nelson Fredy Padilla
11 de junio de 2011 - 10:00 p. m.

La noticia registrada por este diario el mes pasado no es de poca monta: por primera vez Gabriel García Márquez autorizó la traducción en China de Cien años de soledad, operación confirmada desde Inglaterra por The Guardian a través de la española Carmen Balcells, la mujer de hierro que defiende la obra del Nobel de Literatura en 35 idiomas, responsable de que esa novela haya vendido más de 30 millones de ejemplares. El contrato es una declaración de guerra contra las versiones piratas de los libros del colombiano, que desde hace tres décadas abundan en las calles del gigante asiático de 1.370 millones de habitantes, el mercado más grande del mundo para lo que sea.

Chen Mingjun, editor de Thinkingdom House, logró lo que parecía imposible, porque en 1990 el propio escritor fue testigo de lo que pasa con su obra en las calles chinas y quedó tan indignado que prometió nunca autorizar derechos. Mingjun negoció durante casi tres años con Balcells hasta que cerró el acuerdo por un millón de dólares. Y fue él quien escogió a Fan Yen como el primer traductor autorizado de la obra cumbre de García Márquez en mandarín, a quien El Espectador entrevistó gracias a los buenos oficios del profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona Laureano Ramírez Bellerín, el traductor chino-español más reconocido en su país.

Fan Ye se puso feliz de que lo contactaran desde Colombia y más desde el periódico “donde trabajó el Gran Gabo”. “Esta entrevista es un honor poco menos que convertirse en un personaje del mundo Macondo...”.

¿En qué momento decide traducir ‘Cien años de soledad’?

Muchos años después, frente a la pantalla del ordenador, el hispanista Fan Ye había de recordar aquella tarde remota en que decidió asumir esa misión imposible... Y amaneció.

¿Cómo definir al excodirector del Instituto Confucio en la Universidad de Granada, donde aprendió español leyendo la poesía de García Lorca y poesía mística del siglo XVI?

“Nací a los treinta y tres años”, le respondería con el verso de Vicente Huidobro. Soy un poco Buendía, algo cronopio... Curiosamente este cronopio se graduó en la Universidad de Pekín e incluso obtuvo el doctorado de filología hispánica. Imparte en la misma universidad asignaturas como “Poesía española”, “Literatura áurea”, etc. Y, cómo no, ha vertido Todos los fuegos el fuego del Gran Cronopio al chino. Además ha preparado una antología de la poesía china contemporánea, La niebla de nuestra edad (junto con Javier Martín Río).

¿Cómo llegó a Cortázar y qué ha significado para usted? ¿Antes había estudiado al poeta español Luis Cernuda y al chileno Vicente Huidobro?

Según Cortázar, un encuentro casual es lo menos casual en nuestras vidas. Yo diría que el encuentro entre un libro y una persona es un misterio. Empecé con “Instrucciones para subir una escalera” en el tercer año de la universidad (si mal no me recuerdo: vivir para contarla, sí, pero también contar para recrearla) y poco después, “Las armas secretas”: “Curioso que la gente crea que tender una cama es exactamente lo mismo que tender una cama, que dar la mano es siempre lo mismo que dar la mano, que abrir una lata de sardinas es abrir al infinito la misma lata de sardinas. «Pero si todo es excepcional»...”. Me sentía como si me hubiera encontrado con un viejo amigo perdido desde hacía mucho tiempo. Leí a Cernuda en un momento que no quiero recordar. Su voz me dejó una herida encendida, bien escondida y siempre abierta. El encuentro con el creador del Altazor acaeció más tarde.

¿Es verdad que las traducciones ilegales en mandarín de ‘Cien años de soledad’ alteran la fuerza de su lenguaje?

Todos tienen su propia versión de Macondo, y por consiguiente, su propia estrategia de verterlo al otro idioma. Como traductor, no me importa cuál es el estilo de las traducciones ya existentes, sino el de García Márquez: encontrarlo, transmitirlo o reencarnarlo, otra vez, a mi manera.

¿Quién es el editor Chen Mingjun y qué significa que Thinkingdom House, que ya ha traducido al mandarín a nóbeles como Doris Lessing y Toni Morrison, pague los derechos, por ahora para una tirada de 300 mil ejemplares?

Chen creó esta editorial, y según él mismo, uno de los principales motivos por los que la montó, ha sido publicar Cien años de soledad “decentemente”.

La gerente de la editorial Penguin en China dijo a ‘The Guardian’ que es difícil competir allí legalmente. ¿Cómo hará Thinkingdom para vender?

Han prometido retirar del mercado todas las copias piratas, sin excluir los recursos jurídicos.

Su opinión de ‘Cien años de soledad’ como lector y traductor.

Se trata de una lectura-aventura de “los valles solitarios nemorosos, las ínsulas extrañas, los ríos sonorosos, el silbo de los aires amorosos” (permítame evocar los versos de San Juan de la Cruz para expresar esta experiencia vertiginosa...). Suma felicidad para el lector, y masoquismo total para el traductor.

¿Qué personajes lo cautivaron?

Curiosamente, algunos personajes secundarios. Por ejemplo, la chica Nigromanta de los últimos capítulos, quien “rescató de un charco de vómitos y lágrimas” al Aureliano Babilonia desolado por la muerte de Amaranta Úrsula. “Lo llevó a su cuarto, lo limpió, le hizo tomar una taza de caldo. Creyendo que eso lo consolaba, tachó con una raya de carbón los incontables amores que él seguía debiéndole, y evocó voluntariamente sus tristezas más solitarias para no dejarlo solo en el llanto”. Pocas líneas como éstas nos dejan entrever la ternura del gran Gabo. Violentamente dulce.

¿Fue difícil entender la genealogía de los Buendía?

No tanto. Imagínese, somos un pueblo que posee novelas de la magnitud de Sueño en el Pabellón Rojo, en que aparecen más de cuatrocientos personajes con nombres propios (pero no se repiten tanto como en el caso de la familia Buendía, gracias a Dios...).

¿Cuál fue la metodología y técnica de lectura y traducción?

Para traducir una obra así me parece fundamental encontrar ese tono de voz, “absolutamente imperturbable”, en palabras de Claudio Guillén, con que contó toda la historia. Estoy convencido de que si una traducción, una reescritura consiguiese reencarnarlo en otra lengua, ya tendría casi garantizado el éxito. Lo intenté. Ahora les toca a los lectores juzgar si lo he conseguido o no.

¿Cuánto tiempo necesitó?

Casi un año. Ojalá haya dispuesto de más tiempo para masticar y rumiar, revisar, pensar...

¿Cuáles fueron los capítulos, personajes o apartes de la estructura narrativa que más esfuerzo le demandaron?

Se encuentran innumerables obstáculos en “estas aguas tempestuosas de la Gabilandia”, en palabras de mi amigo y profesor, Roberto H. E. Oest, quien me ayudó muchísimo aclarando dudas a través de abundantes ‘emilios’, incluso en momentos muy difíciles, después del terremoto acaecido en Japón, donde tiene él su residencia. Tras consultar miles de veces a los amigos y enciclopedias, aprendí la diferencia entre el quebrantahuesos y el gallinazo, qué significan los códigos culturales “con los dedos cruzados” o “el mal de ojo”, a qué se refiere cuando nombra a “los cachacos”, y que “el Gran Magisterio” es la Piedra filosofal...

¿Aprendió los juegos de palabras de este lado del mundo?

Uno de los retos consiste precisamente en un código cultural y el juego de palabras que implica: frente al primer corregidor de Macondo, don Apolinar Moscote, José Arcadio Buendía declaró: “... no necesitamos ningún corregidor porque aquí no hay nada que corregir”. Le he dado muchas vueltas para no perder la gracia, y al final de una búsqueda agotadora entre centenares de cargos de la jerarquía feudal de la antigua China, encontré la palabra Li zheng, un término arcaico que designaba un tipo de funcionario de rango muy bajo, jefe administrativo de una aldea. Li significa ‘aldea’ y Zheng, ‘correcto’ o ‘corregir’. ¡Eureka!

Defíname Macondo.

El verano pasado vivía en una casa granadina por el Paseo de los Tristes, sobre la orilla del río Darro, con vista a La Alhambra. Allí empecé esa misión imposible. El mundo de Macondo me parece un álter ego de La Alhambra. Y ¿qué tiene que ver un palacio real con una novela, un mundo de ficción? Pues ambos son laberintos de ámbar, variaciones de la habitación de Melquíades, donde “el tiempo sufría tropiezos y accidentes, y podía por tanto astillarse y dejar... una fracción eternizada”.

¿Qué tanto conocen los chinos la obra de García Márquez?

En China, Gabo y su Cien años de soledad es todo un mito, y durante mucho tiempo han sido, para casi una generación de escritores chinos, fuentes de “ansiedad de influencia”.

¿Qué dicen sus alumnos chinos?

Muchos están encantados (en el sentido literal de la palabra). Especialmente cuando les explico la intertextualidad que implica con El Quijote, la Biblia, otros escritores latinoamericanos...

¿Qué otros libros de Gabo leyó?

También me impresionaron El coronel no tiene quien le escriba y Del amor y otros demonios.

¿Con qué autor chino o asiático comparar el realismo mágico?

Se me ocurre Mo Yan, aunque hay algunos más que en su momento no resistieron la tentación de imitar al autor prototipo (en sus ojos) del realismo mágico, al menos la primera frase: “Muchos años después...”.

¿Qué opina el novelista Mo Yan sobre ‘Cien años de soledad’?

“¡Caramba! —dijo Mo Yan—, es la primera palabra que se me escapó de la boca al leer las primeras páginas: ¡La novela también se escribe así!”.

¿En qué traducción trabaja?

En un librito de Julio Cortázar, Historias de cronopios y famas, que es totalmente diferente de la novela garciamarquiana. Pero las dos coinciden en su hechizo creativo, lo cual es la esencia de la literatura.

¿Conoce otros autores colombianos que hayan sido traducidos al chino?

Álvaro Mutis y La mansión de Araucaima, aunque me gusta más Summa de Maqroll el Gaviero, que todavía no tiene versión china.

¿Va a traducir a Mutis?

Me gustaría tantear la mar de Maqroll el Gaviero... en su momento.

¿Qué autores chinos deberíamos leer en Colombia y por qué?

Les recomendaría un clásico, la mejor novela china del siglo XVIII, para muchos la mejor de todos los siglos; me refiero, claro, al Sueño en el Pabellón Rojo. Ya hay un hermosa versión castellana, gracias a la fructífera colaboración entre un hispanista chino y sinólogos españoles: traducción de Zhao Zhenjiang y José Antonio García Sánchez, revisada por Alicia Relinque Eleta (Círculo de Lectores, 2009).

¿Cómo aprendió español y cómo deberíamos aprender mandarín?

“Sólo lo difícil es estimulante”, dijo el poeta Lezama Lima.

¿Qué novela está leyendo?

Repasando algunos capítulos de El Quijote.

Un mensaje para García Márquez.

Le preguntaría cómo es la “camisa de inválido” que llevaba el sabio catalán en el barco (seguí a la interpretación de la versión inglesa, pero no estoy seguro...) y le contaría, a cambio, un chiste de mi tierra.

Por Nelson Fredy Padilla

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