En defensa de las “calientahuevos”

Hace algunas semanas se desató una polémica en contra del comediante y actor Aziz Ansari por un artículo publicado en el portal Babe.net. En éste, una fotógrafa neoyorquina de 23 años, a la que se refieren con el seudónimo de Grace, relata una cita que tuvo con Ansari en 2017 y que terminó en un encuentro sexual que para ella resultó ser la peor noche de su vida, sintiéndose abusada y violentada.

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María Alejandra Santamaría
26 de enero de 2018 - 09:15 p. m.
Hace algunas semanas se desató una polémica en contra del comediante y actor Aziz Ansari por un artículo publicado en el portal Babe.net. / Archivo particular
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Recuerdo que cuando estaba en el colegio, por la época en la que ya empezaban a haber varios romances entre personas del curso, escuchaba con frecuencia una frase que en ese momento me parecía muy racional: “no caliente lo que no se va a comer”. Recuerdo estar de acuerdo con esta frase y darle la razón a quienes me la decían, considerando que sí, que una mujer, y yo como mujer, no debía darle besos o acariciar demás a un hombre sino estaba dispuesta a hacer lo que parecía lógico hacer después de “calentarlo”. También recuerdo que por mucho tiempo pensé que existía un punto de no retorno al que se llegaba cuando estaba besándome o acariciándome con un hombre, y que una vez llegaba a este, así no lo quisiera, estaba obligada a tener relaciones con ese hombre o a dejar que las caricias y los besos fueran más allá de lo que yo deseaba en ese momento.

Hace algunas semanas se desató una polémica en contra del comediante y actor Aziz Ansari por un artículo publicado en el portal Babe.net. En éste, una fotógrafa neoyorquina de 23 años, a la que se refieren con el seudónimo de Grace, relata una cita que tuvo con Ansari en 2017 y que terminó en un encuentro sexual que para ella resultó ser la peor noche de su vida, sintiéndose abusada y violentada. La polémica es aún más grave pues Ansari es conocido por ser feminista y tocar el tema del acoso sexual en su comedia de Netflix, Master of None.

Historias como la de Grace parecen revelarse casi diariamente, lo cual por un lado demuestra que estamos cambiando como sociedad y rompiendo silencios macabros, y a la vez pone en evidencia todo lo que muchas mujeres han sufrido a causa de estos silencios. Pero este caso ha resultado especialmente espinoso porque ha cuestionado los límites de lo que consideramos abuso y si un caso aislado es suficiente para condenar a alguien. Por mi parte, esta situación ha servido para darme cuenta de la diferencia en la manera en que mujeres y hombres aprendemos, desarrollamos y vivimos nuestra sexualidad.

Leyendo la historia de Grace, en la que ella relata que en repetidas ocasiones le expresó a Anzari que “iban muy rápido” y que “no se sentía cómoda”, fue claro para mí lo difícil que es para nosotras como mujeres decir un no claro y contundente cuando no queremos hacer algo. Antes que un no, nuestra sociedad, la cultura popular e inclusive las instituciones, nos han enseñado que son preferibles las mentiras y los eufemismos que disfracen y suavicen nuestros verdaderos deseos; y esto va desde decir mentiras tontas para no salir con alguien, a hacer cosas en el ámbito físico y sexual, en el que todo debería ser consensuado, cuando no queremos.

Además, las mujeres que sí se atreven abiertamente a decir no son tildadas de mala gente, groseras, frígidas, perras y cosas mucho peores. Es tanto el desprecio por el no de una mujer que en años recientes hay un nuevo invento al cual van a caer todos los hombres que no recibieron una respuesta afirmativa y es la friendzone: la muestra más visible de que las mujeres no tenemos derecho a una negativa cuando le gustamos a un hombre.

Por otra parte, el caso de Grace demuestra que en la sociedad existe el pensamiento de que nuestras negativas no son verdaderas o no deben tomarse con tanta seriedad, pues ella, a pesar de expresar su incomodidad tanto verbal como corporalmente, sólo pudo parar el encuentro cuando decidió irse. Esta tendencia a no validar nuestras negativas la he visto expresada incluso como caption inspirador de Instagram en frases tipo: “todo no esconde un insísteme” o “cada no de una mujer es un tal vez”. Sépanlo, a menos de que estemos hablando en tono evidentemente sarcástico o jugando al no en aguinaldos: NO ES NO, no queremos insistencias ni nuestra opinión va a cambiar a punta de insistencia.

Todo esto me llevó a pensar que esta manera tan cerrada en la que las mujeres aprendemos a vivir nuestra sexualidad, donde prácticamente quedamos reducidas a tener que decir sí en todo momento, es lo que lleva a que yo misma me haya impuesto un “punto de no retorno” y haya pertenecido al grupo de personas que condena a las “calientahuevos”. Ambas situaciones demuestran una forma muy violenta de entender mi ámbito sexual, pues en cada una lo que estoy coartando es la libertad. Y si no soy libre para manejar mi cuerpo, que es lo más básico y propio de mi existencia, no soy libre para absolutamente nada.

Así que mujeres, si las llaman “calientahuevos”, usen el adjetivo con orgullo; si dicen que se acuestan con muchos manes o, por el contrario, que “no se lo sueltan a ninguno”, siéntanse bien y aprópiense de la manera en que cada una ha decidido vivir su sexualidad, pues tenemos todo el derecho a hacer lo que nos dé la gana con aquello de lo que debemos ser dueñas absolutas: nuestros cuerpos. 

 

Por María Alejandra Santamaría

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