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Sobre “Mujeres a través de la historia”, el nuevo libro de Diana Uribe

Presentamos una entrevista con la historiadora, a propósito de “Mujeres a través de la historia”, su más reciente obra, publicación que ha generado polémica.

Andrés Osorio Guillott

19 de febrero de 2025 - 07:00 a. m.
Diana Uribe ha publicado más de una docena de libros sobre historia. Actualmente dirige su pódcast DianaUribe.fm
Foto: EFE - Carlos Ortega
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Pasaron un poco más de cinco años desde el último libro que había publicado Diana Uribe, la filósofa e historiadora que sigue siendo una de las personas más escuchadas en el país, ya no desde la radio, pero sí desde su pódcast DianaUribe.fm.

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Mujeres a través de la historia es la más reciente publicación de Uribe, que lo hizo en coautoría con Alejandra Espinosa Uribe, su hija, y María Emilia Gouffray, historiadora. Sybil Lorena Sanabria y Arturo Jiménez también hicieron parte de la investigación del libro que, en cuatro capítulos, hace “un recorrido a través de las culturas, los continentes, las religiones y las épocas para descubrir historias de mujeres, y de cómo lo femenino y lo masculino se han expresado a lo largo de los acontecimientos recientes de la humanidad”, dice la obra en su introducción.

Aunque el libro ha tenido una buena acogida, en las últimas semanas se dio una polémica alrededor de su publicación. Inicialmente, Camilo Sánchez publicó en El País una nota en la que informaba que María Emilia Gouffray, una de las coautoras, señalaba que tanto Diana Uribe como la editorial Penguin Random House (PRH) habían deformado su trabajo.

El Espectador contactó a Gouffray para conocer su versión de la historia y nos contó que, a finales de 2021, Diana Uribe y Juan Sebastián Sabogal —en ese entonces editor de PRH— le ofrecieron ser la escritora del nuevo libro de mujeres debido a que Alejandra Espinosa, hija de Uribe, quien había escrito los libros Contracultura, La brújula y Revoluciones, no podía hacer parte del proyecto en esa ocasión.

A mediados de 2023, cuenta Gouffray, recibió un tipo de contrato que no era el esperado. “Esto no es un problema de dinero, es un problema ético”, dice la historiadora, quien asegura que la discusión no se centra en el documento, sino en la forma en que fue deformado su trabajo y en la que se incumplieron acuerdos. Aunque la editorial y Uribe como autora aceptaron que su nombre figurara en la portada y el copyright, según ella hubo cambios en la escritura del texto e incumplieron con incluirla en los lanzamientos y presentaciones del libro. Esto, tras asesorarse jurídicamente, representaría una violación a los derechos morales de autor.

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Diana Uribe, en entrevista también para este diario, reconoció el trabajo de María Emilia Gouffray, así como de las demás personas que hicieron parte de la investigación. “Este libro hace un gran esfuerzo por ver otras sociedades, por ser multicultural y abordar diversos aspectos. En la segunda parte del libro, llamamos a Alejandra, mi hija. Alejandra y yo hemos trabajado en Los libros de Contracultura, La brújula y Revoluciones. En este, Alejandra escribe los textos, mientras que mi trabajo es en los audios. Ella aporta continuidad y una estructura histórica basada en lo que hemos trabajado antes. La investigación de María Emilia, la de Arturo en los audios y la de Sybil Sanabria, con su enorme bagaje teórico y práctico, han sido esenciales para el libro. Es un trabajo colectivo en el que todos dejamos nuestra impronta”, dijo Uribe.

Incluso, en otra entrevista para El País publicada por Camila Osorio, la historiadora aclara que, “según lo pactado con la editorial desde el principio, Emilia tenía en el proyecto un contrato de obra por encargo, no de coautoría, y ese encargo siempre fue claro y preciso. Este tema del contrato lo explicó la editorial al detalle para el artículo que ustedes publicaron al respecto”.

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En “El reino de los sagrados y sus arquetipos”, primer capítulo del libro, hay una cita de Joseph Campbell que dice: “La mujer fue el primer ser venerado en la historia”. Partamos desde ahí para hablar de ese proceso.

Lo que ocurre es que estamos arrancando desde hace más de 10.000 años, desde las diosas primigenias, los procesos recolectores y la llegada de la agricultura. Ya habíamos trabajado en Revoluciones sobre la revolución agrícola, y aquí la retomamos. En la agricultura, la fertilidad se reverenciaba como el origen del mundo. La primera reverencia se le otorgó a la capacidad de producir vida y transformar semillas en vida. Las diosas tienen un largo período en que toda la capacidad de generar vida es la que le da la representación de divinidades. Más adelante, eso va a cambiar.

Hay una exploración a varias religiones, pero con respecto al catolicismo hay dos preguntas clave en el libro: ¿por qué dejó de ser una religión de mujeres? ¿En qué momento fueron excluidas del sacerdocio y de los cargos de liderazgo en comunidades cristianas?

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Hay un patrón común -porque eso pasa también en el Islam- en las religiones monoteístas. Cuando comienzan, son abiertas, con posibilidades para todos. El cristianismo, por ejemplo, llegó como la primera religión que planteaba la igualdad entre seres humanos en un mundo donde tal cosa no existía. Pero en la medida en que las religiones se estructuran y jerarquizan, la mujer va quedando excluida de la hegemonía. La construcción del sacerdocio y de la iglesia como institución es distinta a como se había vivido la comunidad. Lo mismo sucede en la política.

Usted menciona que así como en las religiones, también en lo político, cuando comienzan a surgir estos movimientos y creencias, inicialmente se plantea que todos caben en ellos. Sin embargo, en la Revolución Francesa, por ejemplo, se proclamaba la libertad, la igualdad y la fraternidad, pero desde la perspectiva del hombre...

Esa es una paradoja. En todas las revoluciones en las que hemos participado, las mujeres no quedamos incluidas en la revolución misma. Pero, al mismo tiempo, es ese mismo discurso revolucionario el que permite la transformación. Olimpia de Gouges fue decapitada en la Revolución Francesa por pedir el derecho al voto para las mujeres. Y fíjate que el derecho al voto femenino se obtuvo 200 años después. Paradójicamente, fue la misma revolución la que proporcionó el marco teórico y político del que luego surgirían los movimientos de derechos para las mujeres. Esa es la dinámica de las revoluciones: al tiempo que excluyen a las mujeres, proporcionan las bases políticas para que ellas mismas reivindiquen sus derechos.

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Hablemos del tercer capítulo: “Los cuerpos del mundo”. En el libro ustedes afirman que “el cuerpo de la mujer es, al fin y al cabo, el territorio desde donde se justifica la separación de la sociedad entre mujeres y hombres”. ¿Por qué es importante este concepto?

Porque, a medida que se instaura una mirada patriarcal sobre las mujeres, ellas quedan definidas únicamente por su cuerpo. Es el cuerpo el que determina su rol en la sociedad. Así, la mujer se convierte en reproductora, objeto de placer o cuidadora. En la historia, incluso se ha dicho que el útero les impide pensar, que su emocionalidad nubla el raciocinio y que, por ello, no pueden acceder al conocimiento. Esto se usó como argumento para excluirlas de la educación y de los espacios de decisión.

A partir de ahí, se establecen una serie de roles subordinados: la esposa, cuyo propósito es sellar alianzas; la concubina, cuya función es proveer placer; la nana, encargada de la crianza de los hijos. Todas estas son posiciones definidas por un sistema de poder que determina quién hace qué.

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En el libro también se señala una relación entre ese concepto del cuerpo, la colonización y la descolonización…

La colonización fue impulsada por imperios como Inglaterra, Francia y España, que impusieron su visión del mundo sobre los pueblos conquistados. Esa mirada eurocéntrica proyectó su propia estructura social y cultural en las colonias, incluyendo la idea de que la historia universal es, en realidad, la historia europea.

Por ejemplo, cuando nos hablan de la Edad Media, ¿entre qué y qué? Entre el mundo antiguo grecorromano y el Renacimiento. Pero, en ese mismo periodo, aquí en América existían los mayas, incas y aztecas; en China había una civilización avanzada. Sin embargo, lo que se nos enseña como “historia universal” es solo la historia europea.

Y esa visión colonial persiste en la educación…

Exactamente. La descolonización implica cuestionar ese relato hegemónico y reivindicar otras historias. En ese sentido, el feminismo ha planteado que la emancipación del cuerpo de la mujer es el punto desde el cual se libera no solo a las mujeres, sino también a otros cuerpos colonizados, humanos y no humanos.

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En el libro ustedes mencionan que la emancipación del cuerpo de la mujer es clave en procesos de descolonización en India y América Latina…

Piensa, por ejemplo, en las esterilizaciones forzadas de mujeres indígenas sin su consentimiento, o en la trata de mujeres esclavizadas. El régimen colonial justificó estas opresiones, y la descolonización implica cuestionarlas y desmontarlas.

La opresión pasa por el cuerpo porque es el que define quién hace qué y quién tiene derechos. En el movimiento feminista hablamos del “techo de cristal”, la barrera invisible que impide a las mujeres acceder a puestos de poder. Pero, en un contexto como el de los derechos civiles en Estados Unidos, donde la población afrodescendiente no podía ni votar, el techo de cristal no era solo una barrera laboral, sino una prohibición política y económica mucho más profunda.

Ya en la segunda mitad del libro, casi al final, abordan las distintas olas del feminismo, cuéntenos también un poco sobre esto.

En el siglo XIX y principios del XX, las mujeres comenzaron a movilizarse por derechos con los que no contaban, como el sufragio. El sufragismo fue una lucha larga y difícil. Nueva Zelanda fue uno de los primeros países en conceder el voto a las mujeres, y en América Latina, Uruguay fue pionero. En Inglaterra, las sufragistas no eran tomadas en serio y solo lograron el derecho al voto como “recompensa” por su trabajo como enfermeras en la Primera Guerra Mundial. En Estados Unidos, también se libró una dura batalla, y en Colombia, mujeres como Esmeralda Arboleda y Josefina Valencia fueron clave en esa lucha.

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Para interés de las y los lectores, vi que aparecen mujeres como Soledad Acosta de Samper, como Marvel Moreno ¿qué otras mujeres en la historia de Colombia aparecen en el libro y que la gente debería conocer?

También mencionamos a Florence Thomas, una de las grandes teóricas del feminismo en Colombia. Además, en el libro abordamos los movimientos feministas de distintas épocas, desde la lucha sindical hasta las movilizaciones de hoy.

El feminismo actual incorpora nuevas perspectivas y debates. Las jóvenes de hoy tienen una claridad impresionante sobre el cuerpo y la discriminación. Por ejemplo, frases como “de mi cuerpo tú no hablas” son respuestas firmes a los comentarios que antes eran normalizados. Estamos en un momento en el que se están construyendo nuevos relatos y cuestionando los patrones culturales que nos han definido durante siglos.

Este libro busca precisamente eso: crear puentes, no muros. La idea es que nos encontremos en los relatos y entendamos que el patriarcado afecta tanto a mujeres como a hombres. Nos impone roles rígidos y limitantes, y es fundamental construir nuevas narrativas que nos permitan vivir con mayor libertad.

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