¿Cuál es la importancia de la repatriación de piezas arqueológicas para las relaciones bilaterales entre países?
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Le hemos dado mucho énfasis a la repatriación y la restitución de piezas arqueológicas porque creemos que es importante que esos patrimonios de las comunidades retornen al país y a los territorios. Estas piezas, que fueron sacadas en diferentes contextos, por ejemplo, cuando la normativa era un poco flexible o cuando se entregaron como regalos frente al desconocimiento que a lo mejor existía sobre su valor arqueológico y cultural, se convirtieron en una prioridad para nosotros.
¿La búsqueda de repatriación de la Colección Quimbaya afectó las relaciones bilaterales con España?
Lo primero es señalar que nosotros no hablamos de tesoro quimbaya, sino de la Colección Quimbaya, porque “tesoro” puede ser como si fuese un premio. El primer antecedente que existe con relación a esta colección está sentado en una sentencia de la Corte Constitucional en 2017. Lo que nos solicitaba la Corte era tener un diálogo técnico con el Museo de América, entidad que tiene en custodia la Colección Quimbaya. Hemos logrado un diálogo político y fluido con esta institución a través de la Dirección de Asuntos Culturales de la Cancillería y la Embajada de Colombia en Madrid. Enviamos una solicitud a través de nuestra embajada al Gobierno español y empezaremos a realizar unas mesas técnicas que nos permitirán tener un plan de trabajo más claro de los pasos a seguir para lograr la restitución de la Colección. Una idea es activar una subcomisión de asuntos educativos y culturales que exista al más alto nivel entre Colombia y España, para lograr tener ese dialogo cordial y propositivo en relación con estas piezas. Esta mesa ya fue aceptada por España y estamos coordinando las fechas en las que se llevará a cabo.
¿Cómo se coordinan las estrategias legales para la repatriación de piezas arqueológicas entre la Cancillería y el Ministerio de las Culturas? ¿Qué otras agencias gubernamentales entran en este proceso?
Es un trabajo articulado que nos involucra a nosotros como Cancillería, al Ministerio de las Culturas, al ICANH y, en ocasiones específicas, a la Fiscalía. Tenemos unos talleres virtuales con el ICANH para capacitar a nuestros funcionarios diplomáticos en el manejo y cuidado de estas piezas, para que podamos entrar a recibirlas. Luego de eso, las misiones nos notifican su estado y los términos de la devolución, si es a través de una entrega voluntaria, una subasta u otros. Nosotros le pasamos un reporte al ICANH y se inicia el proceso de identificar el estado de las piezas y empezamos los procesos diplomáticos para la recuperación de las piezas.
Para traerlas a Colombia, hemos utilizado el buque Gloria o el avión presidencial, cuando coincide la visita del presidente al exterior, y en algunos casos hemos contado con ayuda de la Fuerza Aérea para la logística del transporte de bienes. Una vez están ya las piezas en el territorio, la recepción la hace el ICANH, que son los custodios de estos objetos.
¿Estas peticiones tienen algún efecto sobre las relaciones diplomáticas entre países?
No, por eso nosotros instauramos estas comisiones. Tenemos diferentes instrumentos de diálogo con los países, entonces hay unas comisiones binacionales y hay unas subcomisiones en las que se tratan asuntos más puntuales, como en el caso de España, en donde hay una subcomisión para los temas de educación y cultura. Se aborda siempre un diálogo cordial entre nuestros diplomáticos y los del país que nos recibe. Son también diálogos muy técnicos, donde se resalta la importancia de estos patrimonios para nosotros.
Viendo que España es la invitada de honor para la Feria Internacional del Libro de Bogotá 2025, ¿cómo percibe las relaciones con el sector cultura español?
Las relaciones son muy buenas. Tenemos diferentes mecanismos de interlocución en los que estamos trabajando, no solo con España, sino también con el resto de la Unión Europea. Uno de ellos es a través de un mecanismo de integración, la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), en donde tenemos un mecanismo de diálogo birregional con la Unión Europea. En términos generales, las relaciones en materia cultural son muy fluidas. Por ejemplo, hay una feria que se realiza todos los años en España, la Feria Arco, y Colombia siempre ha tenido una participación en ella.
¿Tuvo algún impacto en las relaciones con Francia la misiva de la Cancillería rechazando la subasta de una diadema de oro calima?
Nosotros siempre lo manejamos a través de un diálogo cordial. Estos son temas que generan susceptibilidad en los países, pero también es parte del trabajo de concientización que desde Colombia se está generando frente a la necesidad de poder tener una conservación y protección de estos patrimonios. Esto no es solo tener estos objetos de contemplación en un museo, sino que hacen parte de la existencia patrimonial de Colombia y de nuestras comunidades. Así lo hemos presentado siempre. Son procesos de diálogo que toca tener con los países y eso hemos venido haciendo en el marco de esta estrategia de repatriación de nuestras piezas.
¿Los casos de repatriación sientan un precedente para la protección de piezas arqueológicas?
Muchísimos. Por ejemplo, con el tema de las máscaras koguis durante la COP16, fue muy bonito y emotivo porque fueron unas piezas que se pudieron devolver a las comunidades. Esto hace parte de la apuesta que tenemos para proteger la diversidad cultural y los patrimonios que pertenecen a civilizaciones que nos anteceden por muchísimo tiempo. Poder tener ese patrimonio de vuelta al país, para poder iniciar esa recuperación, no solo de los elementos materiales, sino también de la memoria, implica que los niños ahora puedan reencontrarse con esos patrimonios que hicieron parte de sus antepasados.
¿Cuál es el principal argumento en los procesos globales para recuperar el patrimonio cultural?
Son dos. El primero es el compromiso que tenemos como Estado en la protección del patrimonio cultural, y el segundo es la reparación simbólica al devolver a las comunidades piezas que fueron desplazadas de su contexto original. Este esfuerzo responde al interés de preservar y estudiar nuestro patrimonio en unos contextos más diversos, contribuyendo a las comunidades indígenas y al público general, para que podamos apropiarnos de este legado y lleguemos a comprender la riqueza y el significado que tiene para la identidad nacional.
¿Cuál es el destino de las piezas que logran repatriar?
Principalmente es que vuelvan a las comunidades, pero, como además queremos que eso tenga impacto en la ciudadanía, hemos trabajado varias iniciativas. Una de ellas es una propuesta de divulgación de estos patrimonios a través de espacios virtuales. Buscamos que pueda haber una discusión, si se quiere teórica, sobre procesos de difusión cultural. Podemos aprovechar las redes sociales para lograr difundir aún más el movimiento frente a estas piezas para la población colombiana. También queremos tener espacios de debate público donde podamos hacer un ejercicio de construcción de memoria histórica y arqueológica que tenemos en estas piezas y, también en la medida de lo posible, poder adelantar exposiciones, ya sean virtuales o itinerantes. Claro que esto depende del estado de conservación de las piezas para comunicar su valor y contenido.
¿Qué estrategias están implementando para su exhibición?
Hay varias cosas; por ejemplo, el año pasado se hizo un ciclo de conferencias que se llamó, para el caso específico de la Colección Quimbaya “Rescatando nuestro origen”. Se hizo en mayo en el Museo del Oro Quimbaya, en Armenia, y contó con la participación de las comunidades y la academia. Estuvieron el ministro de las Culturas y la directora de asuntos culturales de la Cancillería y tuvimos la participación del ICANH. Este es uno de los eventos que hemos hecho en nuestras estrategias para sensibilizar a la comunidad sobre la importancia de la repatriación de estas piezas.