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Charla con Jeremy Eichler, autor de “Time’s Echo”, libro sobre música y memoria

El crítico musical e historiador cultural estadounidense dará una conferencia el próximo sábado 10 de mayo, a las 11 a.m., en Fragmentos, Espacio de Arte y Memoria, en el centro de Bogotá. Entrevista.

Especial para El Espectador *
07 de mayo de 2025 - 04:00 p. m.
Jeremy Eichler fue durante 18 años el crítico principal de música clásica de The Boston Globe, y en el otoño de 2024 asumió la cátedra recién creada en historia de la música y humanidades en Tufts University.
Jeremy Eichler fue durante 18 años el crítico principal de música clásica de The Boston Globe, y en el otoño de 2024 asumió la cátedra recién creada en historia de la música y humanidades en Tufts University.
Foto: Cortesía de Tom Kates
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La obra Time’s Echo: Música, Memoria y la Segunda Guerra Mundial, de Jeremy Eichler, fue nombrada “Libro de Historia del Año” por The Sunday Times y aclamada como “el libro de música más destacado de este y varios años” por el Times Literary Supplement. Actualmente se está traduciendo a diez idiomas. A continuación apartes de una enriquecedora conversación con el autor, como preámbulo a su visita a Bogotá para dar una conferencia en Fragmentos, Espacio de Arte y Memoria, dentro del ciclo “Argumentos”, que convoca a teóricos y expertos destacados en sus respectivos campos, quienes aportan conceptos, visiones y perspectivas para aproximarse a las múltiples memorias de los conflictos. El resultado es un conjunto de fragmentos y voces diversas que buscan pensar el trauma y la violencia a la luz de un debate social permanente sobre la memoria y su relación con el arte.

Cuando pensamos en monumentos históricos, la música no suele ser la primera forma de expresión que viene a la mente. ¿En qué se diferencian las obras musicales —o los monumentos musicales, en este contexto— de otras formas de arte, en su rol como documentos de memoria colectiva, sobre todo considerando que la música primero se compone y se escribe, pero luego se interpreta y reinterpreta continuamente a través del tiempo, viéndose afectada por una diversidad de estilos y contextos culturales?

Sí, absolutamente, muchas gracias por hacer esa pregunta. Una de las invitaciones centrales del libro es considerar cómo la música transmite el pasado y cómo lo hace de manera distinta. Considero que, para muchas personas, cuando piensan en monumentos, suelen pensar en el tipo tradicional de monumentos en piedra, pero una de las cosas que hemos notado es que los monumentos arquitectónicos, los monumentos construidos, pueden causar una fuerte impresión la primera o segunda vez que los vemos, pero rápidamente se vuelven invisibles y desaparecen entre el paisaje, y por ello tal vez pasamos junto a ellos todos los días pero pasan desapercibidos por completo. Creo que la música, por muchas razones, es un medio muy poderoso para la memoria. Por un lado, la música es muy visceral, una forma de arte muy intensa que literalmente entra en nuestros cuerpos y vibra dentro de nosotros. Un compositor canadiense que me encanta, llamado Murray Schafer, dice que: “los ojos nos llevan hacia afuera y los oídos nos llevan hacia adentro”; muy cierto en cuanto al tipo de mensaje que la música ofrece. La música también es un medio basado en el tiempo, es una forma de arte que ocurre a lo largo del tiempo. Así, si un compositor en 1825 escribe una pieza musical, tal vez en ese momento está destilando mundos de fantasía, emoción y memoria, algo del mundo en el que vive en ese momento, y lo plasma en el papel. Y luego, 200 años después, nos reunimos como orquesta, como cantantes, y tocamos esa música otra vez. Si lo pensamos, estamos escuchando de una manera muy directa y literal, al pasado hablar nuevamente en el presente. Entonces, hay una manera en la que la música, como forma de arte, se acerca a nosotros hoy, nos acerca a eventos distantes. En ese sentido, comparte esa cualidad que es propia de la memoria, pues desafía la distancia objetiva de la historia. Y algo que ocurrió en nuestra memoria, tal vez hace muchos años, a veces puede sentirse más presente, especialmente si fueron eventos traumáticos; los recordamos con más fuerza que algo que pasó ayer. Así, la música y la memoria tienen una relación muy profunda, y este libro nos invita a pensar en esa relación y en lo que podría significar para nosotros hoy.

¿Qué papel desempeña el acto creativo sonoro en la formación y reformulación de la memoria colectiva?

Pienso que el significado de una pieza musical se crea —o se recrea— en cada interpretación, y con referencia a tres coordenadas distintas. Por un lado, está la pieza en sí, por supuesto, y lo que el compositor intentaba transmitir. Luego está la interpretación, y lo que los intérpretes están tratando de comunicar en ese momento. Y por último, estamos nosotros, como oyentes, y lo que aportamos a esa experiencia.

El compositor Paul Hindemith decía que la música es solo ruido sin sentido hasta que llega a oídos receptores, pues también participamos como oyentes en la co-creación del significado de la obra.

Parece que estamos viviendo en una época de creciente amnesia histórica. En este contexto, ¿qué papel desempeña la memoria cultural —a través de la música y las artes— en resistir el olvido y mantener un sentido de historia compartida?

Es interesante pensar, por qué esto es importante ahora, en el mundo de hoy. Y me doy cuenta de que estamos en una situación muy paradójica. Por un lado, hoy tenemos acceso a más información sobre nuestro pasado —a través del teléfono, por ejemplo—, podemos sentarnos en el sofá y buscar lo que queramos en Wikipedia, cualquier dato está disponible para nosotros, con mayor facilidad que en cualquier otro momento de la historia de la humanidad. Pero, al mismo tiempo, creo que —ciertamente en la cultura de los Estados Unidos, no sé si también lo sienten en Colombia—, y no solo entre los jóvenes, también entre los adultos mayores, se está sintiendo una mayor desconexión con el pasado. Es como si fuese más difícil recordar de una manera personal o espiritual. Es decir, gozamos de más información, pero de menor conocimiento acerca de nuestro pasado.

Y creo que la música es una forma de arte muy poderosa en ese sentido, porque la pienso como una especie de fuego que atraviesa lo que un sobreviviente del Holocausto llamó: “el almacenamiento en frío de la historia” —toda esa información que queda almacenada congelándose, por así decirlo—. Pero cuando escuchamos una pieza musical, es como si se derritiera ese hielo, y de pronto se liberaran de nuevo esas emociones y ese significado del pasado que la obra de arte nos transmite. Y creo que, mientras más desconectados estamos —incluso teniendo tanta información—, la música puede ayudarnos no solo a saber sobre el pasado, sino a sentirnos conectados con él.

¿Cuál es el significado de “Un superviviente de Varsovia” (A. Schoenberg) dentro del panorama musical del siglo XX y su capacidad para confrontar el trauma histórico? ¿Cómo podríamos entender esta obra hoy como una forma de captar la profundidad del sufrimiento humano —más allá de fronteras culturales, políticas o religiosas?

Esta obra fue escrita por Arnold Schoenberg en 1947. Schoenberg fue un compositor judío que abandonó Alemania en 1933, cuando Hitler llegó al poder. Se fue a vivir a Estados Unidos, a Los Ángeles, y allí intentó con mucho esfuerzo advertir al mundo sobre tanta tragedia que veía venir. Durante los años 1943 a 1945 escribió muchos discursos políticos y otros textos, pero al final no logró tener un impacto a nivel político. Perdió a muchos miembros de su familia que se quedaron en Europa y fueron asesinados. La obra Un Superviviente de Varsovia es de hecho, uno de las primera obras de memoría histórica musicales de la Segunda Guerra Mundial y del Holocausto. Fue compuesta antes de que existieran convenciones establecidas, o antes de que hubiera estilos definidos para recordar este tipo de tragedias a través de la música. Así que Schoenberg, en cierto modo, estaba creando desde cero un lenguaje de memoria, una manera de abordar el recuerdo desde la música, lo cual fue una trabajo enorme. La pieza es muy poderosa, incluso sin saber exactamente de qué trata. Pero cuanto más se aprende sobre ella, más significativa se vuelve. Para mí, plantea muchas preguntas interesantes: ¿cuál debe ser la función de una obra de memoria histórica en cualquier forma de arte? Si estamos tristes, ¿debería hacernos sentir mejor? ¿Debería ayudarnos a recordar solo a medias, para así poder seguir adelante, lo que implica también olvidar? ¿Cuál es el propósito de obras de memoría histórica en el arte?. No hay una única respuesta, hay muchas. Una respuesta muy potente es la idea de que el propósito de este tipo de obra de memoria histórica es colocar la violencia de la historia dentro de la obra de arte, dentro del marco de la creación artística, para que, al escuchar esta música, seamos recordados —con gran claridad— de lo que ocurrió, y lo sintamos. El filósofo Nietzsche decía: “solo aquello que no deja de doler permanece en la memoria.” Es un enfoque interesante: insertar el dolor de la historia, la violencia del pasado, en la obra misma. Tal vez el ejemplo más parecido en el mundo de la pintura sea Guernica, de Picasso, otra obra muy famosa que contiene la escena de la guerra dentro de la obra de arte. Pero, si quieres ver Guernica de Picasso, tienes que ir al Museo Reina Sofía en Barcelona. Pero por ejemplo, esta pieza, Un superviviente de Varsovia de Schoenberg, llega a tí directamente. La música es portable. Adicionalmente, para lograr esta interpretación, va a haber 50 o 60 personas, solo entre músicos y cantantes, y además, habrá una comunidad escuchando. Así que, de alguna manera, es un acto de recuerdo que no es pasivo, es un recuerdo activo, mucho más concreto y específico que simplemente pasar al lado de un monumento en la calle, el cual tal vez miremos, o tal vez sigamos de largo. Y otra cosa que hemos visto muchas veces a lo largo de la historia es que los monumentos físicos pueden ser destruidos, pueden ser destruidos por las mismas fuerzas de violencia que intentan recordar. Los libros también pueden ser quemados, lo hemos visto en la historia. Pero creo que, muchos historiadores, no están escribiendo tanto sobre la música, pues se percibe como algo efímero. Por ello, uno de los mensajes de Time’s Echo, es que la música es esta maleta increíble de memoria de la historia humana y, en un nivel básico, es intocable; no puede ser destruida.

En un país como el nuestro, marcado por décadas de violencia y sufrimiento arraigado, ¿cómo puede la música ayudar a las sociedades a enfrentarse al trauma colectivo y avanzar hacia procesos de reconstrucción colectiva?

Sí, este es un gran tema, y la gran pregunta que enmarcará la conferencia que tendremos en Bogotá. Tal vez para compartir una o dos reflexiones por ahora. Creo que la música es un medio para la memoria, y por ello tiene un poder especial, pues permite mantener una conexión emocional con el trauma del pasado y con ello traer estas memorias con nosotros a manera de guía en el presente. Al mismo tiempo, pienso que todas las obras de arte llevan consigo un deseo de esperanza, donde hay no solo implícita una visión de lo que la sociedad podría ser, sino también una de sanación y reconciliación. La obra puede estar demarcada en una estética difícil de asimilar. ¿Cómo fue la recepción del público ante la obra? Cuando esta pieza se interpretó por primera vez, fue comprendida con más claridad que casi cualquier otra cosa que Schoenberg hubiera escrito antes. Él ya era casi un hombre mayor y estaba muy acostumbrado a que su música fuera recibida con mucha oposición. La gente no respondió de esa manera a esta obra. Pensemos en la música como una especie de sismógrafo. La música de Schoenberg tiene un estilo muy modernista, muy disonante. Así que, en cierto modo, su música se convierte en una disonancia musical que sostiene un espejo frente a la disonancia que existe en el mundo. Y creo que con esta obra, el público comprendió ese hecho: dejaron de pedirle a la música que fuera bella, y descubrieron que había algo poderoso en ella, que en lugar de ser bella, la música era verdadera. Y ahí estaba su fuerza. Y, de alguna manera, pudieron entender esto. El crítico Theodor Adorno escribió que en esta obra, la música de Schoenberg se encontró por fin con el mundo que siempre había profetizado, el que siempre había dicho que llegaría. Porque, por primera vez, la disonancia musical de una de sus obras coincidía con la disonancia social de la época.

¿Siente que el libro se terminó de escribir en el momento de su publicación?, o ¿hay un trabajo permanente que continúa? Y ¿Cómo resuena el mensaje de este libro entre los músicos?

El libro nunca estará terminado, porque también tiene que ver con formas de vivir hoy en día con la presencia del pasado, al vivir con la presencia del arte, ¿sabes? Y siento que el libro intenta hablarle a una necesidad que muchas personas tienen: la necesidad de encontrar nuevas maneras de darle sentido a esta forma de arte. La gente sabe que ese significado está allí, y sabe que es algo más allá de solo ir a una sala de conciertos y decir: “¡Wow, qué bonito!” Me ha sorprendido ver cuán extendido está ese anhelo, y me ha conmovido mucho ver cómo personas de distintas partes del mundo están respondiendo al libro. Y, por supuesto, también estamos viviendo en una época en la que muchos de los temas del libro —la historia, la Segunda Guerra Mundial, y muchas de esas preguntas— están volviendo a nosotros, hoy. Creo que también hay una nueva resonancia para pensar en todo esto, y tal vez, si logramos entenderlo un poco más profundamente como sociedad, no tendremos que repetir tantos de sus aspectos, y podremos ser más libres para construir un futuro más justo y más hermoso. Este, considero es uno de los mensajes que he tenido el privilegio de compartir con muchos jóvenes músicos desde que se publicó el libro, y con mis propios estudiantes; algo que intento recordarles tanto como puedo: como músico que está formándose hoy en día, es fácil sentir que su trabajo consiste simplemente en tocar las notas en la partitura. Yo toco violín y viola, y siempre está esa sensación de que tienes una gran tarea por delante, encontrar la manera de tocar todo con precisión, hacerlo bien, y tal vez pensar que eso es todo. Y cuando estás en una escuela de música, es fácil sentir que ese es el trabajo: tocar las notas, hacerlo bien, y solo así eres un buen músico. Y lo que intento es animar a las personas con las que hablo a pensar de una forma un poco diferente: que, en realidad, como músico hoy en día, tienes un trabajo increíble, un papel increíble dentro de la sociedad. Si lo piensas, si la música es la memoria de nuestra cultura, entonces tú eres quien la lleva, tú eres quien porta esa memoria, ese pasado. Y no se trata solo del pasado, porque cada monumento hace una elección sobre qué partes del pasado se llevan consigo hacia el futuro. Y aquello que llevamos con nosotros, es también lo que podemos usar para construir algo nuevo. Así que, en cierto sentido, siempre digo: todo monumento también es sobre el futuro. Y como músico, se tiene el privilegio inmenso de ayudar a nuestras sociedades a aprender lo que necesitamos aprender del pasado, y a construir algo incluso mejor en el futuro. Y sé que este es un papel mucho más grande del que muchos músicos se imaginan, pero sinceramente creo que esto está en la esencia de lo que significa ser músico hoy en día.

* Conversación moderada por: María Camila Barbosa. Directora Musical

* Diseño de entrevista, traducción y edición texto: Andrea Bautista Pamplona. Gestora de Proyectos Dirección de Patrimonio Cultural UNAL.

* Evento organizado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes, el Museo Nacional de Colombia, Fragmentos, Espacio de Arte y Memoria y la Dirección de Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional de Colombia. La conferencia será dictada en inglés y contará con traducción simultánea al español. La jornada del sábado iniciará con la interpretación musical de Un superviviente de Varsovia, Op. 46, de Arnold Schönberg, interpretada por la Orquesta de Cámara del Conservatorio de Música de la Universidad Nacional de Colombia y el Coro Masculino de la Carrera de Estudios Musicales de la Pontificia Universidad Javeriana, bajo la dirección de María Camila Barbosa.

Por Especial para El Espectador *

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