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Episodios rolos (IV)

El primer walkman de Angélica Sinisterra fue una herencia. Finalizaba 1980 y un primo suyo había vuelto a Bogotá a pasar las fiestas decembrinas.

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G Jaramillo Rojas
09 de agosto de 2020 - 03:42 p. m.
"El walkman Sony Pressman que había traído el primo venía acompañado de tres casetes: Ramones Rocket, Kennedys Cambodia y Stooges Raw Power".
"El walkman Sony Pressman que había traído el primo venía acompañado de tres casetes: Ramones Rocket, Kennedys Cambodia y Stooges Raw Power".
Foto: Archivo Particular
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Desde New York, por medio de cartas bimensuales, el primo le narraba todos los pormenores de esa escena extraña y excitante que, en la gran manzana, se propagaba como un virus. Angélica leía la correspondencia como si se tratara de cartas de amor y soñaba con conocer esa ciudad. Cuando Angélica vio al primo quedó estupefacta. Jamás había visto una pinta tan revolucionaria: chamarra de cuero, botas, cadenas colgantes y una cresta color verde.

Al segundo día de convivencia, Angélica ya había prescindido de su cabellera y se había rapado ambos lados de la cabeza. El walkman Sony Pressman que había traído el primo venía acompañado de tres casetes: “Ramones Rocket”, “Kennedys Cambodia” y “Stooges Raw Power”. Nadie en Bogotá conocía esa música agreste, incisiva y vertiginosa. El primo volvió a Estados Unidos y Angélica quedó sola, en una ciudad donde todos se escandalizaban no solo por su manera de vestir, sino también por el “ruido” que escuchaba.

En 1982 entró a estudiar filosofía en la Universidad Nacional y, allí, se enteró de la existencia de los Sex Pistols gracias a un profesor recién llegado de Inglaterra. Intercambiaron casetes: “Kennedys Cambodia” por “Never Mind the Bollocks”. En el casete que el profesor le dejó a Angélica había un tema que llamó la atención de la estudiante: “Anarchy in the U.K.”. Así conoció Angélica la palabra anarquía y se obsesionó leyendo a los grandes filósofos del anarquismo: Proudhon, Bakunin y Kropotkin. En la universidad creó un grupo de estudio alrededor del libertarismo inspirada por las obras de José María Vargas Vila y Biófilo Panclasta y empezó a hablar de la no autoridad, de la autonomía, de la desaparición del Estado, de la supresión de sus organismos e instituciones representativas y, sobre todo, de la libertad individual. Creó una banda de punk llamada “Putas pensantes” y, por medio de esta, logró llegar a público no interesado en la filosofía, pero sí en la música.

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En 1985 recibió la noticia de que su primo, su amigo, su mentor, había muerto víctima de una sobredosis de heroína. Angélica se deprimió, pero rápidamente asumió que los individuos son libres de elegir sus caminos y que si eso había pasado era porque él así lo había querido. Capítulo cerrado.

Angélica siguió adelante su militancia anarquista. En la universidad era conocida como “la punkera” y era admirada tanto por su belleza, como por su pinta, pero más por su inteligencia y rebeldía. Para graduarse escribió una tesis titulada “Filosofía de la acción directa o de cómo volar un banco”. El día de la presentación, el auditorio León de Greiff estaba a reventar, todos escuchaban a Angélica con atención, ella daba una clase magistral que nunca se confundió con una simple sustentación. Al final los jurados decidieron calificar su trabajo con el máximo honor: Summa cum laude.

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En la plaza Che hubo concierto de las “Putas pensantes”, “Los estómagos podridos” y “Semen de rata”. Al cabo de un mes Angélica recibió su título universitario y, también, una oferta de beca por parte del decano de la facultad para ir a estudiar un máster en España. Angélica, sin pensarlo dos veces, aceptó y fue a celebrar el grado y la buena nueva a un bar de Chapinero con unos cuantos amigos. Al rededor de la media noche se despidió de la fiesta y se fue caminando: atravesó Lourdes y siguió por la carrera trece hacia el sur.

Nadie más la volvió a ver. En el transcurso de la siguiente semana y, en medio del embotamiento por la desaparición de Angélica, Danilo y Enrique, sus compañeros de “Putas pensantes” recibieron panfletos anónimos en sus casas que decían “no queremos putas ni pensantes… O abandonan el terrorismo o los hacemos abandonar este mundo”. La sorpresa fue peor cuando profesores de Angélica descubrieron que misteriosamente, tanto de la biblioteca de la Universidad como de la Facultad de Filosofía, habían desaparecido los ejemplares de la tesis “Filosofía de la acción directa o de cómo volar un banco”. El decano escribió una nota en el periódico de la universidad titulada: “A “la punkera” la desapareció el F2″.

Al mes siguiente el decano viajaba a Argentina como exiliado político. La policía le estaba haciendo la vida imposible. “Hoy nadie se acuerda de la primera punkera bogotana, la memoria en este país fue arrancada, de raíz, y a cambio nos dejaron el miedo” dice Danilo, mientras cambia las baterías del walkman Sony Pressman que Angélica olvidó en el bar el día de su desaparición.

Por G Jaramillo Rojas

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