Virgilio, el guía, logra arrastrarlo hasta el final. El Purgatorio es más difícil de retratar que el Infierno. Del Infierno tenemos referencias, mitos, cuadros. Del Purgatorio, poco.
Así que Dante, autor y protagonista, irá creando con su andar. Subirá a la barca de los que aún tienen esperanza, no como quienes la abandonaron en la puerta del averno. Para entrar al Purgatorio hay que dejar la nostalgia del pecado: “Entrad, pero os advierto que vuelva afuera aquel que atrás mirase”. Allí, navegando, se encuentra con una sombra, o el alma de alguien que va a “hacerse más bello”, y en su intervención deja claro que quien ama deja libre: “Así —me respondió— como te amaba en el cuerpo mortal, libre te amo: por eso me detengo”. La Divina Comedia como conversación filosófica, historia, repaso por la mitología griega, poesía.
Luego, por lo que parece una montaña de camino angosto —una montaña cuya “cima, de tan alta, era invisible”—, el poeta dará con ánimas en pena recostadas en la vía y a las que no dudará en preguntarles su mensaje. El “camino” de la vida se podría resumir en este fragmento del canto I del Purgatorio, ese andar que se cree sin sentido: “Por la llanura sola caminábamos como quien vuelve a la pérfida senda y hasta encontrarla piensa que anda en vano”.
La lectura de la Divina Comedia, ya se sabe, es compleja y tal vez por eso más gratificante. No hay una sola interpretación. Seguirán naciendo los estudiosos de esta obra y aún habría de qué hablar. Por ejemplo, leo que cuando tenemos un alma clavada sobre nuestra propia alma no atendemos a nada más, que “el tiempo pasa y nada el hombre advierte”, que somos presa y el otro es libre. Y yo, romántica, interpreto este pasaje desde la fijación, el deseo. Y yo, absurda, imagino que alguien se acerca y dice: “Ahora puedes comprender la cantidad de amor en que me enciendes, cuando olvido que somos cosas vanas”.
Seguir caminando. Darnos cuenta de que nos lavamos las manos, ponemos la responsabilidad en alguien o algo más, cuando en verdad somos libres: “Cualquier causa achacáis los que estáis vivos al cielo, igual que si moviese todas las cosas él obligatoriamente”. Si todo fuera decisión del “destino” o el “cielo”, lo bueno no sabría tan dulce y lo malo no tendría su castigo: “Destruido (...) el libre arbitrio, no sería justo dar alegría al bien, y al mal dar luto”.
Esta es una pizca del Purgatorio, o la escalera al cielo, en donde al final estará esperando Beatriz (porque Dante sabía bien que todos tenemos una “Beatriz”). Y así sigue la lectura de un clásico, revivida porque en Twitter sigue la lectura colectiva #Dante2018 propuesta por el profesor Pablo Maurette. Miento. No puede ser revivida si nunca ha muerto.