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Escribir desde el exilio: una conversación con Arianna de Sousa-García

La periodista venezolana presentó su primera novela, “Atrás queda la tierra”, una historia de no ficción que nació de una carta escrita a su hijo para contarle por qué decidió emigrar.

Juan José Rojas

08 de mayo de 2025 - 07:39 a. m.
Arianna de Soussa-García es una periodista venezolana que, desde 2016, vive como exiliada en Chile.
Foto: Cortesía Editorial Planeta
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En Atrás queda la tierra Arianna de Sousa-García dialoga con otros miembros de su familia y reconstruye periodísticamente cómo los hitos de más de 25 años de chavismo han impactado la vida de los venezolanos. Su novela ha sido calificada por la crítica en España como “el mejor libro sobre la diáspora venezolana”.

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En una entrevista para El Espectador hecha en el marco de la Feria Internacional del Libro de Bogotá (Filbo), la autora habló sobre su libro, la diáspora y escribir desde el exilio.

Esta novela de no ficción nace del deseo de contarle a su hijo la historia de la migración familiar. ¿En qué momento tomó esa decisión?

Eso fue a inicios de 2017. Yo ya vivía en Chile y recuerdo que en ese entonces había protestas muy fuertes en Venezuela. Cuando vi los nombres de los muertos, los heridos y los apresados, sentí un montón de frustración, de culpa, pero también sentí mucha responsabilidad. Así que ese día, cuando vi especialmente a mis colegas periodistas quedar heridos o ser apresados por hacer su trabajo, empecé a escribir este libro.

En su libro se hacen menciones con nombres, sitios, muertes. ¿No pensó escudarse en la ficción para contar cosas que le permitieran protegerse de amenazas?

Pensé —y lo sigo pensando todos los días todavía— en lo fácil que hubiera sido para mí escudarme. Pero la decisión de no haberlo hecho tiene que ver con dos cosas: primero, la censura a los medios en Venezuela, con el cierre de los medios de comunicación —que es una pérdida grave de información y un cierre de ventanas para mis colegas—; y segundo, con que los medios digitales se han convertido en las únicas ventanas de información, mientras que todo lo que había antes se enfrenta a una campaña para ser borrado. Entonces, este libro también buscaba ser un repositorio de todo lo que querían borrar. Por eso decidí que tenían que estar los nombres, las fechas, las edades y las historias completas, incluyendo la mía.

Parece que uno siempre cree que el partido se pudo jugar diferente cuando se acaba. Desde el exilio, ¿qué ha pensado que se pudo hacer distinto en Venezuela?

Yo creo que no escoger como presidentes a militares sería lo más importante. Hemos pasado tantas cosas en nuestra historia como humanidad, que esa sería una lección que ya deberíamos haber aprendido. Que todos los poderes públicos estén manejados por un solo partido político es una puerta que no debería abrirse en ningún otro lugar.

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Este libro plantea la visión de quienes apoyaron que Chávez subiera al poder. ¿Tener esa conversación abierta con voces que creyeron —y puede que todavía crean— en el proyecto chavista le ayudó a entender algo diferente? Y, ¿cambió algo por haber tenido esa conversación desde el exilio?

Justamente la distancia, pero también el tiempo, fueron los primeros habilitantes de esa conversación, porque en la cercanía y en lo doméstico era imposible tener una conversación que pusiera en duda al régimen. Luego, tenerla desde el ámbito profesional y no el familiar, escuchar esas respuestas como periodista, hizo que hubiera algo de comunión, de finalmente entender las razones de esas millones de personas que apoyaron ese proyecto político y de pensar, incluso: “si yo estuviese viviendo así, hubiese hecho lo mismo”, con todo lo difícil que es llegar a esa conclusión.

¿Qué lección cree que puede compartir sobre tender puentes de diálogo en tiempos de tanta polarización en el mundo?

Creo que lo más importante es escuchar al otro. Pareciera algo muy claro u obvio, pero cuando nos sentamos a escuchar, rara vez estamos haciendo de verdad. Deberíamos escuchar más a nuestros iguales y también a nuestros diferentes.

¿Cómo cree que desde otros países podemos entender la crisis venezolana a través de la literatura y los libros? ¿Qué nos recomendaría leer?

Es tan dolorosa la situación, que la literatura más bien se ha volcado a pensarla desde otros lugares, desde la ficción, e incluso a alejarse completamente por lo difícil que es abordarla. Pensaría en Rua São Paulo, de Jesús Montoya —es un libro impresionante y muy necesario—; Volver a cuando, de María Elena Morán; Restituir la lengua, de Miguel Ángel Zambrano; y DŹWIĘK, de Jacobo Villalobos, una obra de una sutileza y de una belleza en cuanto a mostrar —más que decir— lo que pasa.

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Finalmente, este libro ha sido calificado por el diario El País como el mejor libro sobre el éxodo venezolano. ¿Cómo recibe esas buenas críticas del libro?

Para mí ha sido muy impresionante, sobre todo porque, como le mencionaba en la pregunta anterior, hay muchos libros que muestran muy bien lo que ha pasado en mi país. Por eso los tengo tan presentes.

Que mi primer libro, viniendo del periodismo, haya recibido esa atención ha sido un honor tremendo, en especial por la crítica real y cruda que hago a Chile, que es mi país receptor. Entonces lo tomo con mucha responsabilidad, por lo que ha significado tocar temas que antes estaban silenciados.

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Por Juan José Rojas

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