En su infancia, Miguel Mendoza Luna estuvo rodeado de dos mujeres importantes: su madre siempre soñó con recorrer muchos lugares del mundo por medio de sus obras preferidas, de esta manera, en medio de lecturas compartidas, el escritor pudo entender la vida a través de los libros. Por su parte, una mujer humilde, su abuela, lo poco que ganaba lo ahorraba para comprarle libros y no perderse por nada del mundo la sonrisa de su nieto.
Mendoza quería escribir sobre los sentimientos y la intensidad con la que viven los jóvenes. En su adolescencia lo que más hubiese deseado, de alguna manera, es haberse sentido escuchado. Manifiesta que esta es una etapa importante porque se vive la vida con mucha intensidad; ya había decidido escribir una novela juvenil pero aún no definía el tema, cuando de pronto, siendo docente universitario, conoce a una estudiante que quiere sobrevivir a un tumor cancerígeno de rodilla para cumplir su sueño de jugar fútbol… desde ese momento ya había encontrado dos cosas: el tema para su novela y una estudiante que, siendo tan joven, le enseñaba que la fortaleza es necesaria para la vida.
“Miro mis piernas. Aún son dos. Doradas gracias a mi persistencia en usar faldas y vestidos cortos; torneadas con delicadeza como un regalo por jugar fútbol. Hoy las depilé yo misma. Acaricio la izquierda, la que no duele, la enferma, la que todavía es mía”.
Estas serán las primeras palabras que el lector encontrará en esta novela juvenil en donde la protagonista, Mariana, una joven de 17 años, atraviesa una serie de emociones a causa de su enfermedad que la harán entender cuán fuerte es y cómo su vida cambia al momento de encontrarse con un diario que la hará conocer problemáticas de otras chicas que como a ella, la vida las ha puesto a prueba.
¿Qué libro recuerda lo transformó en su niñez?
Para mí fue muy importante La historia sin fin de Michael Ende, aunque primero tuve contacto con la película. Un día, el libro llegó a la biblioteca de mis primas, ellas tenían una biblioteca más sofisticada, por decirlo de alguna manera. Entonces la experiencia de leer el libro que desde siempre ha estado en dos tintas la edición: de un lector que está leyendo un mundo que él va a tratar de salvar desde afuera y que a la vez lo va a salvar a él. Fue algo que me marcó mucho con mi parte biográfica.
Yo, inmediatamente me identificó con el protagonista porque es un niño al que le están haciendo bullying, por su sensibilidad. Es decir, yo no fui un niño matoneado pero siempre tuve que esconder mi sensibilidad literaria, mi contexto era un poco pesado, vivía en un barrio pesado, donde yo no les podía decir a mis amigos con tranquilidad que me gustaba la poesía o quiero leer una novela romántica, porque ellos no creían en el poder de los libros.
Entonces me identifiqué de inmediato con el personaje, porque es un niño que ama los libros y que por eso no le interesa el colegio, le gusta aislarse un poco de casa y no le interesa para nada el mundo adulto. Yo estaba pasando por esa misma etapa, además tenía problemas en mi casa, la separación de mis padres.
Cuando leo La historia sin fin me permito entrar en la fantasía gracias a ese libro, desconectarme un poco de lo que pasaba a mi alrededor, convirtiéndome en el personaje que está tratando de salvar ese mundo hecho de palabras y, hasta el día de hoy, sigo pensando en que esos mundos que se crean no se están creando sino recuperando, como si hubiese unas dimensiones paralelas donde la literatura siempre ha vivido en algún lugar.
¿En qué momento decide que va escribir literatura infantil y juvenil?
Yo siempre vi la literatura infantil como algo sagrado, algo muy difícil. Yo venía de escribir psicología criminal y de escribir mi primer libro de cuentos que fue premio nacional, eran cuentos de línea siniestra. Pero siempre miraba desde la distancia la literatura infantil con respeto. Porque en el caso de algunos escritores sí he oído que la miran con desprecio, como una literatura menor. Siempre me pareció todo lo contrario, siempre me preguntaba cómo podía uno llegarle a ese público, encontrar un lenguaje propio.
Entonces fui evaluador de algunas editoriales donde recibían mucha literatura infantil, así que sin darme cuenta me sumergí en ese mundo, acercándome a algunos temas que podrían gustarle a los chicos. Creo que esa experiencia me ayudó, no tanto como evaluador si a identificar qué era lo que quería escribir realmente. Lo que termina por decidirme, es el nacimiento de mi hija Emma, y desde el embarazo sueño con que ella lea algo que yo haya escrito.
¿Cómo surge la idea de escribir Los diarios secretos de las chicas (in)completas?
Conocí a María en la Universidad Javeriana, yo daba clases de creación literaria y allí me intereso en su historia, me conmueve profundamente todo lo que está viviendo y lo que decide contarme. Entonces, este primer elemento biográfico, esa génesis del personaje, se lo debo a ella. Inicialmente esta novela es una historia de amor, de redención, de fortaleza en los jóvenes.
La segunda parte de la novela es cuando la ficción me gana y se impone la lógica literaria de esta novela, es cuando los diarios empiezan a responder. En esta segunda parte Mariana va al psicólogo y este le da un diario para que escriba. Lo curioso del asunto es cuando ella interactúa con otras personas, ahí me dejé llevar un poco por la ficción.
¿Cómo fue el proceso de crear el personaje? ¿Qué tanto hay de María en esta novela?
Tiene mucho de María, porque ella era muy fuerte en su proceso y quise plasmar eso en Mariana. Porque yo me he quejado por menos, conocer su proceso y lo que estaba viviendo me hizo repensar mi día a día, es decir, ¿estamos en este mundo para quejarnos y para ser el centro del universo, o para ir más allá de lo que nos pone la vida? y a María la vida la pone a prueba muy fuerte, la vida le quita una pierna, cuando la vuelvo a ver después de su operación y todo lo que vivió, sigue con una sonrisa y lo primero que me dice es: “voy a seguir jugando fútbol”.
De hecho, hay una anécdota muy curiosa después de todo lo que pasó con su enfermedad y logra salvarse, ella decide cambiar de sexo: ahora su nombre es Martín. Entonces me llama un día diciéndome que estaba feliz porque ya tenía su cédula con su nuevo nombre y pues, también me alegré. Pero el libro ya iba entrar a imprenta y estaba dedicado a María Fonseca, que era su nombre anterior, entonces llamo al editor y le digo que el libro tiene que salir con Martín Fonseca, de verdad quiero darle ese regalo. No fue nada fácil, decirle a Panamericana que se detuviera para que saliera su nombre, cuando toda la gente estaba trabajando en eso. Pero le cumplí.