La Sultana, diez años después
¿Qué hago aquí mirando por la ventana de este sitio en el que no me puedo ubicar bien? Siento en mi interior que tuve días muy agitados. Veo un diario personal en mi mesa de noche. Lo abro y empiezo a leer:
“Yo, Marcelo Marangoni, escribo estas páginas desde el hospital psiquiátrico de La Sultana, donde estoy internado. Me tienen con camisa de fuerza, pentotal y electroshock”.
— ¿Por qué enloquecí? —
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No todas las personas que estamos internadas en un hospital psiquiátrico hemos perdido la razón; en ciertas circunstancias nuestra propia familia nos encierra al ver que no estamos losuficientemente maduros para vivir en este mundo cruel. En otras son locuras hereditarias; otras te las regala la vida y no sabes cómo luchar para sacártelas de encima; entonces sobreviene esta locura que no podemos resolver por nuestros propios medios, y es ahí cuando perdemos el equilibrio, ese equilibrio que nos lleva a una cornisa peligrosa y nos hace perder la realidad. Yo creo que todos tenemos un poco de locura, nos contagiamos. Es una época donde todos queremos tener razón sin medir las consecuencias. También a alguien que sabe mucho le dicen que está loco, porque se suele admirar todo aquello que se sale de lo normal. Los largos pasillos del hospital psiquiátrico se han convertido en el hogar de muchos individuos que llegamos al hospital a través del servicio de urgencias, sin nadie que nos acompañe, y desorientados sobre nuestra procedencia, y de otros pacientes que ingresan a la institución para tratar sus quebrantos de salud mental, pero que a lo largo de su tratamiento son abandonados por sus familiares y allegados.
El papel de la familia es vital. Los trastornos mentales de un paciente surgen de sus relaciones con su familia y su comunidad. En la medida en que una familia se apropie del problema, participe en el tratamiento y ayude a solucionarlo son mayores para un paciente sus posibilidades de recuperarse. Ya sea total o parcial, el abandono genera dolor y sufrimiento, afirmó el psiquiatra.
Los pacientes como el médico Marangoni son conscientes de la negligencia de sus allegados, lo cual afecta en gran medida su recuperación y posibilidad de reintegrarse en la sociedad. En estos diez años solo ha sido visitado por su mamá. Al papá no lo conocemos, afirmó el director.