Los tesoros antiguos de la Feria Internacional del Libro de Bogotá

Emprendimos un viaje en busca de los libros antiguos que se colaron entre los millones que ahora desfilan orgullosamente por Corferias. Tal vez la memoria me engañe al recordar anaqueles enteros de ejemplares encuadernados en cuero en ediciones pasadas de la Feria Internacional del Libro de Bogotá (Filbo), pero lo cierto es que en esta ocasión no saltaron a la vista con facilidad. Sin embargo, en algunas librerías que desplegaban carteles de colores con promociones tentadoras como “libros a $20.000” y “2 x $30.000”, logramos encontrar algunos títulos que, después de décadas y varios dueños, se ofrecían de nuevo a los coleccionistas.

Me resisto a utilizar la palabra “lectores”, porque se trata de obras que ya han adquirido un valor que va mucho más allá de lo literario. Si una copia de La divina comedia, de Dante Alighieri, ronda los $20.000, ¿por qué alguien decidiría gastar $1 millón en esa misma obra? Porque quienes buscan estos libros esperan encontrar algo más que una buena historia. En palabras de Camilo Marín, dueño de la Librería Duque, “no son para todo el mundo”.

Esa fue nuestra primera parada en la búsqueda de ejemplares irrepetibles en la Filbo. Allí, un par de grandes lomos rojos reposaban sobre una estantería repleta de libros plastificados. Se trataba de una edición ilustrada en dos volúmenes del Esquema de la historia universal, del novelista británico H. G. Wells, publicada el 1.° de marzo de 1960 y valorada por el librero en $250.000. Los dos mamotretos —para emplear ese término técnico que tanto le gustaba a León de Greiff— habían visto pasar más de cincuenta años y ahora esperaban a un nuevo dueño en el stand 132 del pabellón 3.

Justo al lado estaban también tres tomos con las Obras completas de Sigmund Freud, publicadas por la madrileña Editorial Nueva. “Esta es la única que viene en tres tomos. Hay otras que vienen en uno solo o en dieciséis”, nos explicó el librero mientras mostraba las páginas amarillentas que contenían algunos de los pensamientos que revolucionaron el mundo de la psicología (y también el de la literatura) a principios del siglo XX. Marín afirmó que estos tres volúmenes podían adquirirse por $350.000, aunque vender libros como estos en un evento como la Filbo no es una tarea sencilla. A pesar de que hay quienes se interesan por ellos, son títulos que deben “aguantar un poco más” antes de salir de la estantería.

Seguimos nuestro recorrido por el pabellón 3 de Corferias y encontramos, enterrados bajo una Biblia de páginas doradas, el libro ilustrado Superdinosaurios y otro de Manny a la obra, algunas ediciones de obras de León Tolstói y Shakespeare publicadas por la editorial Aguilar durante la década de los 60. Fernando Osorio, expositor de la librería Estudio 2010 —donde reposaban estos volúmenes— nos explicó que eran ediciones de colección, aunque no eran lo más valioso que conservaba. “El libro más costoso que tengo ahora es una edición de El mártir del Gólgota, de Enrique Pérez Escrich, que vale $1 millón”, afirmó. La obra, dividida en dos tomos, “ilustrada con 400 fotograbados intercalados en el texto y 16 láminas al cromo” y “aprobada con la censura eclesiástica” (según se lee en su portadilla), llegó a sus manos hace muchos años gracias a un compañero suyo y, hasta el día de hoy, la ofrece como una de sus posesiones más preciadas.

Pero su librería alberga otra joya para quienes buscan una edición completa de uno de los textos fundacionales de la literatura universal: Las mil y una noches (titulada en esta versión “El libro de las mil noches y una noche”). Los cuatro tomos, impresos en Buenos Aires en 1950, incluyen una dedicatoria al poeta francés Stéphane Mallarmé, por ser la obra “que él tanto amaba”. Por $700.000, los coleccionistas pueden adquirir esta edición ilustrada, señaló Osorio.

Así surge la duda de cómo se determinan los precios de estos libros. Los libreros consultados afirmaron que dependen, principalmente, de su rareza y antigüedad. “Algunos son parte de tirajes que se dejaron de imprimir en los años 80”, explicó Marín. Además, muchos de ellos incluyen ilustraciones y anotaciones al texto que incrementan su valor. Si bien no se trata de piezas de altísimo valor en el mundo del coleccionismo —para ponerlo en contexto, el Códice Leicester, de Leonardo da Vinci, fue adquirido por Bill Gates en 1994 por un valor de US$30,8 millones—, estos libros son un pequeño símbolo de resistencia en una industria editorial dominada por la homogeneización. “Quienes adquieren estos libros es porque valoran la antigüedad y saben que nunca van a salir de ellos; siempre los podrán tener en su biblioteca”, concluyó Osorio.

Continuamos nuestro recorrido y dimos con un puesto esquinero en el pabellón que, si bien tenía en su catálogo una gran cantidad de libros sin destapar, destacaba una edición de La divina comedia de unos 45 centímetros de alto, ofrecida por $1 millón. Cuando le preguntamos al librero —quien prefirió no decir su nombre— a qué se debía el precio, afirmó que se trataba de una edición especial que incluía las ilustraciones de Gustave Doré, artista francés célebre por su trabajo en grandes obras de la literatura como las de Edgar Allan Poe, Miguel de Cervantes y John Milton, entre muchos otros.

Ese fue el último de los grandes descubrimientos que hicimos durante nuestra búsqueda en la Filbo de antigüedades que llamaran la atención de los asistentes más curiosos. Sin embargo, hubo otras paradas en las que encontramos más ediciones de obras de Agatha Christie, Miguel de Unamuno y Emil Ludwig, entre otros. En una de ellas, una copia de Don Quijote de la editorial Aguilar, con el lomo ya resquebrajado por el tiempo, había una pequeña firma en cursiva. Se alcanzaba a distinguir el nombre Gabriel, pero no me atrevería a adivinar un apellido. Al final, había una fecha: dic/80. Dijo alguna vez Borges que “si leemos un libro antiguo es como si leyéramos todo el tiempo que ha transcurrido desde el día en que fue escrito y nosotros”, y son estas pequeñas marcas las que nos lo recuerdan. Abrir uno de esos libros, a diferencia de los que aún tienen la tinta fresca, es un respiro de nuestro diario frenesí y una prueba de que hay pasados que nunca mueren.

¿Ha visto otros libros antiguos o raros en esta edición de la Filbo? Cuéntenos en los comentarios. Y no se pierda “Cultura en titulares”, el cubrimiento especial de este evento hecho por El Magazín Cultural de El Espectador.