Evelio Rosero: “Las instituciones educativas deberían incentivar el humanismo”
El autor de “Los ejércitos” habló sobre el papel de los cuentos en su obra y sobre lo que puede lograr la literatura para comprender mejor la historia del conflicto armado en Colombia.
Andrés Osorio Guillott
¿Los personajes y las historias de sus cuentos qué tanto determinaron o fueron un preámbulo de lo que después fueron novelas como Los ejércitos?
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¿Los personajes y las historias de sus cuentos qué tanto determinaron o fueron un preámbulo de lo que después fueron novelas como Los ejércitos?
Los personajes que se encuentran en mis cuentos parecen una realidad violenta muy similar a las novelas que desarrollé después. Mi primer cuento publicado fue cuando yo tenía 20 años, en 1978, en El Tiempo, y seguí escribiendo hasta 1998. Era un género que me apasionaba. Ahora soy un apasionado lector. Sin embargo, creo que me forjé como escritor a través de la elaboración de estas historias. Incluso en ellos aparecen incipientes las semillas de próximas novelas. Hay cuentos que son la antesala de Los Ejércitos. Toda la obra de un autor está signada subterráneamente en los cuentos y novelas.
¿Qué piensa de que una novela como Los Ejércitos siga vigente no solo por lo que representa esa obra sino por la realidad que sigue intacta?
Espero que cuando se imponga la paz en nuestro país la novela no pierda ninguna vigencia. Hay escritores que hablaron sobre la guerra napoleónica como León Tolstói y su obra sigue vigente porque nos dan una muestra de la historia a través de la literatura. Eso es lo que yo creo que hice con Los ejércitos: mostrar mi propia realidad como colombiano, mostrar cierta idiosincrasia por medio de esos personajes y que son parte del espíritu de una nación.
¿Cree que la literatura en Colombia - que en gran parte no se ha desanclado de la violencia- tiene alguna responsabilidad para que nunca se olvide lo que ha sucedido en la guerra en el país?
Es una responsabilidad definitiva. Un escritor es testigo de su tiempo. Es ineludible. Si pretende ser un gran escritor, más testigo tiene que ser con vehemencia, veracidad y objetividad. Es muy necesario hacer esto porque a veces pareciera que los pueblos no tienen memoria. Es importante recordar mediante cualquier mecanismo el pasado para que no se cometa lo mismo, y que a nivel nacional no vuelva recrudecerse la guerra fratricida.
Usted visibiliza que la violencia también está en las ciudades. Usted rompe con esa idea de que la violencia solamente está en lo rural. ¿Por qué cree que se dio ese imaginario de que la guerra es algo lejano?
Hay otro tipo de violencia a nivel urbano. Muchos escritores han dilucidado en sus trabajos este tema. Muchos se han referido al sicario en la literatura nacional. Yo creo que en las ciudades la violencia puede haber más violencia porque esta es subterránea. Esta la pobreza, el hambre, la disparidad social. Todo eso muestra un país donde sus dirigentes no se han preocupado por la colectividad, sino por la ambición y un poder político.
Como testigo de su tiempo, ¿usted cómo ve los discursos y este momento de intentos de reconciliación y perdón?
Se han hecho buenos intentos para traer la paz, pero esos intentos también han caído derrotados por gente empecinada en continuar con el conflicto, que está manejada por intereses puramente mercantilistas. El narcotráfico está de por medio. Las grandes sumas de dinero que da esto y que alimenta y arma a los actores de la guerra: los paramilitares, la guerrilla, los militares mismos están armados por ellos. Colombia es el epicentro de esa realidad en el mundo, y es algo grave porque se descuida la educación, la salud. Hay zonas vedadas donde no podemos viajar los colombianos porque no nos dejan. Son países dentro del país porque tienen sus dueños, sus amos. Eso es desolador. Como escritor me propongo mostrar esa realidad y cuestionarla a través de la literatura porque también es un diálogo conmigo mismo como colombiano y con el lector. Ahí la literatura es determinante porque modifica las consciencias, es necesaria como cualquier arte.
Como ciudadanos sentimos que la violencia es un tema estructural, así como la corrupción. ¿A qué podemos recurrir para evitar esa apatía y esa falta de acción que produce la desesperanza y el escepticismo por el cambio?
Caímos en una indiferencia a la que también nos hemos acostumbrado porque son tantas las noticias de muertes que nos hemos hecho a la idea de que eso es normal. Hay una manera de reflexionar y para eso están las universidades, las lecturas. Esa es una toma de consciencia progresiva en la que todos debemos pensar, colaborar, sobre todo en los colegios, creando amigos de la lectura, gente que reflexione alrededor de la realidad, sobre sí mismos y los demás. Y no es fácil, pero hay que intentarlo para forjar otro futuro.
¿Qué opina frente a la manera en que hemos subestimado a la educación?
Las causas son intereses políticos, de poder. A un gobierno déspota no le interesa que sus ciudadanos piensen, le interesa que sean idiotas útiles o analfabetas que solo sepan leer órdenes. La solución está en que las instituciones educativas alienten el humanismo. Ojalá a los mismos estudiantes de carreras prácticas como las ingenierías y las economías asistan a cátedras de lectura, de arte, para que los espíritus tomen consciencia de otros espacios de reflexión y no solamente sea el de sobrevivir, tener empresas y ganar. Por desgracia estamos en un país muy egoísta. Han hecho del “sálvese quien pueda” un egoísmo permanente. Para eso estamos aquí, para engrandecernos por medio de la literatura.