Pareciera que desde antes de nuestro nacimiento mamá firma con nosotros un acuerdo tácito e imperecedero en el que no habrá lugar para el olvido.
Mamá siempre tiene para ofrecernos un amor esforzado y valiente que la impulsa a desvelarse durante la noche cuando estamos enfermos o a correr en nuestro socorro cuando la torpeza de nuestros movimientos nos pone en peligro. Ella es lo más cercano que podemos tener a un amor incondicional.
Porque cuando desconocíamos el mundo y todas sus dinámicas, mamá estuvo ahí, presente, procurando nuestro bien aunque a veces se equivoque. Porque para el humano lo propio es la falla.
Y mamá no tiene la obligación de ser perfecta. Sin importar nada, mamá se mantiene atenta, pendiente y preocupada aún cuando crecemos y no la buscamos o intentamos alejarnos.
Ella siempre apuesta por nosotros, es quien se queda cuando todos se marchan.
Es y será siempre la heroína de nuestro cuento, la luz en el camino, el refugio más perfecto.
De ahí la importancia de aprovechar cada segundo su presencia porque aunque su amor será eterno, la vida no. Te amo, mamá.
***
Si desea partcipar de este homenaje, envíenos su texto a faraujo@elespectador.com