El Magazín Cultural

(Festival de teatro) Para ti, querida Julie

“Per Te” fue la forma que encontró Daniel Finzi para celebrar la existencia de su fallecida esposa, escribiendo una obra que reviviera la esencia de Julie: un “show” cargado de sueños, alegría y optimismo.

Laura Camila Arévalo Domínguez
28 de marzo de 2018 - 02:00 a. m.
Imagen del elenco de “Per Te”, obra que le rinde homenaje a Julie Finzi. / Juan Santacruz
Imagen del elenco de “Per Te”, obra que le rinde homenaje a Julie Finzi. / Juan Santacruz

Se abrió una puerta del cielo. Lo que se vio fue un banco rojo y una mujer que, al salir de la puerta, se sentó sobre él. Cómoda y emocionada, introdujo al público a la vida de alguien que seguramente fue cercana y especial. Se acomodó, puso las manos sobre la silla y comenzó a balancearse para iniciar un relato lleno de nostalgia.

Empezó recordando cómo Julie, la mujer suiza que murió tres semanas antes de los ensayos, que iba a dirigir la obra que en ese momento estaban presenciando, conversaba con productores tras bambalinas sobre lo que podría ocurrir en la producción que estuviese trabajando. Contó cómo los paseaba, les daba detalles y, sin más, les revelaba el final de cada historia. No temía que supieran cómo terminaba, porque lo que les prometía era mucho mejor que palabras. Julie era expectativa.

Al principio costó entender de qué se trataba Per Te. La pronunciación de los intérpretes no era sencilla de descifrar. Una obra suiza que proponía desnudar las sensaciones, olvidar el orden y las secuencias lógicas. La bienvenida fue con un guerrero que convirtió sin problema un enorme arco en un caballo, y que luego, con sus compañeros de lucha, intentó cantar sin éxito, por la risa contagiosa e incontrolable. Cada cambio de suceso era sólo un ensayo. Una obra que quedó en las pruebas de escenas que habría creado y disfrutado Julie, a quien una afección cardíaca que consistió en el congelamiento del pericardio terminó por matarla. Las armaduras fueron entonces el símbolo del caparazón que cubría su corazón. Tal vez por eso, mientras cantaban, los actores terminaron quitándose la armadura.

Esa coraza que terminó con los días de Julie también la hizo fuerte y la llevó a proteger sus luchas para llegar a los preciosos resultados artísticos que ahora todos extrañan. Se vio claramente cuando en una escena el capitán del equipo de un juego infantil cualquiera terminó rindiéndose al ser atacado con pelotas por todos los demás. Pedía que pararan, que ya no quería liderar nada, que lo estaban lastimando. Alguien llegó para darle la armadura y le devolvió la fuerza.

Todos los absurdos que aparecieron en Per Te son los sueños que tuvo Julie y que siempre terminó por llevar a la realidad. Todos esos disparates se convertían en realidades que hacían parte de los ensayos de sus obras o la cotidianidad de la vida. Lo irracional de existir lo convertía en magia.

Un homenaje a esta mujer tenía que representar todo lo que su cabeza producía. Telas blancas flotando en el escenario que podían ser fantasmas u almas protectoras o tal vez un ángel juguetón hablando de la semejanza de los perros con Dios. Sólo hay nobleza y lealtad en un perro. Ese ángel que saltaba y hacía sonidos delicados contó la historia de cada perro en el mundo, que al recibir ofensas responde con compañía incondicional. Dios en Per Te fue bueno y trascendió cualquier agravio.

Hablar de esta obra es hablar de sueños posibles. En cualquier cambio de escena todo el público podía quedar inmerso en un sueño en el que alguien quedaba desnudo en frente de un cúmulo de gente desconocida y nadie se impresionaba. ¿Por qué habrían de hacerlo? Al fin y al cabo, en ese momento todos soñaban como ellos. Un poeta frustrado comenzó a escupir versos que a veces resultaban ridículos y otras veces, ¡bum!, nacían el romance y la genialidad. ¿Julie contó alguna vez un sueño con lluvia que salía de una sola nube y le caía a una sola persona? ¡Pues lo hicieron!

Per Te es el desbarajuste de situaciones o ensayos de los que nacieron cosas extraordinarias y amores apasionantes. Julie era auténtica y no hay cuadrículas para delimitar sus ideas. El espectáculo generó risas a causa de su humor fino e inteligente, como el ensayo en el que una chica debía hacer una acrobacia que no estaba diseñada para sus cortas piernas. Alguien paró la escena y le preguntó si estaba cómoda con la coreografía, que podían cambiarla. Ella, obstinada y tierna, pidió que la repitieran con un dulce: ¿otra vez? Y todo volvió a comenzar, hasta que la bailarina logró lo que se veía imposible.

La función fue un espejo para los guerreros que persisten y para los que aún huyen de la pelea. Fue profundamente conmovedora. En segundos, de la risa se pasó al llanto. Como la vida, que permite ilusiones con planes, pero lo que ocurre no es lo que está en el libreto. Ocurre la vida. Hubo momentos de angustia, en los que se vio cómo el agotamiento y la desesperación por momentos vencían. Todos vestían de rojo y alguien vestida de negro luchó hasta quedar sin fuerzas. Sólo logró calmarse cuando alguien llegó a tocarla delicadamente para decirle que todo va iba a estar bien si confiaba. Los momentos más duros de la obra se aplacaron con fuerza y una caricia amiga. La humanidad y la empatía reinaron en las situaciones buenas, pero sobre todo en las malas.

Daniele Finzi, esposo de Julie Finzi, escribió y dirigió una obra que logró tocar cada fibra. Es un homenaje hecho para aflorar sensaciones y darle rienda suelta a lo esencial del ser humano. Un show para cuestionarse las formas de vivir un duelo. Una puesta en escena para preguntarse por los homenajes tristes y lastimeros o la celebración de una vida que le sumó al mundo. La imaginación de la extrañada Julie no tenía límites, así como esta obra traspasa cada muro de lo racional y exacto, para demostrar que el verdadero arte, así como la vida, se ven y viven sin tanto orden y con mucha pasión.

Por Laura Camila Arévalo Domínguez

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