Treinta años después de su creación, la Fundación Gabo celebra abriendo aún más las puertas: del 25 al 27 de julio de 2025, Bogotá —por cuarto año consecutivo— será la casa del Festival Gabo, tres días libres y gratuitos para encontrarnos alrededor de las historias que intentan comprender el mundo. Bajo el concepto “Vernos de cerca”, la decimotercera edición propone desacelerar, aproximarnos, escuchar y contarnos de otras maneras, libre de individualismos y alejadas de lo voraz de estos tiempos.
Daniel Marquínez, director de Programas Especiales de la Fundación Gabo, habló sobre la arquitectura conceptual de esta edición, los desafíos de pensar un festival para periodistas y narradores en tiempos de ruido y polarización, y las preguntas que, a 30 años de la Fundación, aún laten en el corazón del oficio.
Este año hay una clara invitación a estar cerca, mirarnos a los ojos, conversar... Yo lo veo como un llamado a la colectividad y a crear comunidad. ¿De dónde viene ese interés?
Todo este proceso lo hemos vivido con mucha excitación, porque sentimos que hay una respuesta del público a esa idea que hemos propuesto este año, que es vernos de cerca. Eso es lo que estamos haciendo a través del programa y con la voluntad de mantener la programación gratuita y expandirla a las bibliotecas de la ciudad. Queremos acercar las temáticas que aborda el festival, principalmente relacionadas con los contadores de historias de Iberoamérica, a más personas, para que se entienda que contar historias no es solo patrimonio de escritores y periodistas.
El Festival Gabo siempre ha sido una apuesta y un espacio principalmente para los periodistas, en el que se conversan múltiples temas sobre el oficio. Este año, ¿cuál fue ese principal interés o ese tema urgente que ustedes quisieron poner sobre la mesa?
Hay mucho énfasis en lo relacionado con la desinformación. Es un tema muy importante que está alterando completamente a los sistemas democráticos en el mundo. Hay una confusión generalizada. Pero, al mismo tiempo, buscamos resaltar el valor cultural del periodismo a través, por ejemplo, de las adaptaciones literarias y cinematográficas, de la exposición de los archivos de García Márquez en la Biblioteca Nacional. Queremos mostrar que el periodismo es una forma de contar historias que se alimenta de la realidad, pero que también nutre otros formatos y productos culturales que consumimos a diario.
Uno de los objetivos de la Fundación Gabo es defender el legado de García Márquez. En el festival y en estos momentos que vivimos, ¿qué cree que es lo que más hay que rescatar o enfatizar de ese legado?
La Fundación existe, per se, para defender el legado de García Márquez. Fuimos creados para defender la democracia en América Latina a través del apoyo a los contadores de historias, y eso es lo que se refleja en el festival. García Márquez tuvo la preocupación de construir una utopía contraria, en la que unos no decidieran por otros, ni siquiera en la forma de morir. Es la defensa del derecho a expresarse, informarse y existir de millones de personas que cada día ven esos derechos vulnerados. Eso se ve reflejado en un programa que aborda temas como la cobertura de la guerra en Gaza con Forensic Architecture —iniciativa que usa información satelital para contar lo que sucede allá— o con la voz de la directora de cine iraní Sepideh Farsi, que nos cuenta desde Irán lo que pasa en esa zona del mundo. También con periodistas de la Amazonia. Se trata de alimentar ese coro de voces para saber lo que está pasando y seguir luchando por esa utopía.
Hablemos sobre los retos que han enfrentado para hacer esta edición del festival.
Sí, claro. En términos de programación, el reto siempre es encontrar un balance entre los temas de emergencia —como el cambio climático o la crisis de la democracia— y los temas importantes, que tienen que ver con cómo se construyen las historias, cuál es el papel del periodismo en la sociedad, cómo nos unimos de otras formas, cuál es el pacto social sobre el que estamos funcionando. Hay que equilibrar la densidad de algunos problemas con el espacio de ocio y disfrute que debe ofrecer un festival.
¿Qué reflexiona del lugar del periodismo en un contexto donde se ha perdido la confianza en los periodistas?
Hay una pérdida del lugar hegemónico del periodismo en la sociedad como elemento central, porque ahora comparte espacio con muchas otras voces y fuentes que generan conversaciones, pero también ruido y confusión. Sin embargo, nosotros vemos mucha esperanza, porque hay una gran oportunidad tecnológica y muchas posibilidades de contar historias. Eso lo vemos reflejado en los finalistas del Premio Gabo, que demuestran que los temas se están contando y llegan a las audiencias de forma constante y activa.
Durante todos años que has hecho parte de la Fundación y el Festival, ¿cuál es esa idea o visión que se ha derribado justamente sobre el papel del periodismo?
Creo que hemos derribado la idea de que el periodismo está en una crisis sin salida o condenado a muerte. El lema del Premio Gabo insiste en que el periodismo vive, que está vivo en América Latina.
Con eso que hemos hablado, pienso en cómo conviven el periodismo y el activismo...
Ser periodista se ha convertido, de alguna forma, en ser un activista de la verdad o un activista contra la mentira, según como se entienda. Se habla mucho del periodismo con causas, pero el periodismo siempre ha tenido una causa: el bien común. No son ideas contrapuestas desde nuestra perspectiva. Vemos cómo el espacio mediático se ha fraccionado: de medios generalistas hemos pasado a medios con enfoques más de nicho. Pero creemos que hay espacio para todos en una convivencia más amplia. No se trata de sustituir unos por otros, sino de abrir el espacio a nuevas formas de ejercer el periodismo.
Decía que han derribado la idea del periodista hegemónico. Desde el lugar de los medios tradicionales, ¿qué cree que hay que repensar o cuestionar para entender esas transformaciones y urgencias sociales?
Creo que lo primero es dejar atrás el exceso de autocrítica cuando no lleva a soluciones. Ya no se trata solo de preguntarnos en qué momento se empezaron a hacer mal las cosas o cuál fue el pecado original que llevó a perder la hegemonía. El momento actual es para buscar soluciones, y eso se encuentra acercándose a la gente, aprovechando la tecnología y utilizando espacios culturales como el festival para conectar el periodismo con las audiencias.
¿Qué es lo que más le emociona o le conmueve de esta edición del festival?
Creo que hay mucho espacio de formación, y eso es muy importante. Pero también hay mucho espacio de diálogo. El festival es una especie de hipervínculo que permite a la gente acceder a una agenda más amplia que la que habitualmente encuentra en su cotidianidad, y eso permite adentrarse en otros temas y replantearse sus propias agendas e intereses.
Hablando de ediciones pasadas, ¿qué es eso que se lleva al final del evento? ¿Qué le confirma que esto es lo que debe seguir haciendo?
Creo que son las reacciones de los invitados y del público. Esas conversaciones que se dan, que normalmente no suceden en el día a día entre un editor, un redactor o un periodista y un lector. Ahí está el valor: en esa conexión entre dos mundos que a veces parecen distantes, pero que en el festival se encuentran y se repiensan mutuamente.
¿Lo que ha hecho todos estos años es lo que lo ha convencido de quedarse en Colombia y no regresar a España, su país?
Sí, porque hay un periodismo muy vivo y muchos contadores de historias en América Latina haciendo cosas nuevas. Todavía hay mucho por hacer y contar. Creo que está llegando el momento de la región a nivel global. Estamos viendo cómo se pierde la hegemonía narrativa de países que tradicionalmente controlaban el discurso, y ahora es el momento de eso que decía Gabo: un nuevo rol y un nuevo papel para América Latina.
¿Qué le contaría a alguien de su país, que desconozca las historias y el periodismo que se hace en la región?
Les contaría que esto es, sobre todo, un puente. El puente de la innovación no va solo de Europa y Estados Unidos hacia América Latina. Es de doble vía. Se trata de un intercambio que marca el final de esa idea colonial en la que todo venía de allá y desde acá solo se extraía lo que interesaba a la metrópoli. Creo que ahí, en esa apertura al diálogo y en la posibilidad de vernos más de cerca entre los dos lados del océano, hay algo muy importante.
¿Qué agradece de este trabajo que escogió para su vida?
Le agradezco que me ha permitido ampliar la mirada, abrir la mente y tener una visión mucho más plural sobre el mundo. Me ha ayudado a replantear esa idea de la otredad: a entender que no hay tantos otros como creemos, y que hay más cosas que nos unen que aquellas que nos separan.