
Cada costa tiene una brisa característica, o al menos yo le encuentro una piel diferente a cada una cuando he visitado diferentes playas. La brisa de Santa Marta es fresca y liviana; la de La barrosa, en el estrecho de Gibraltar, es densa, caliente y llega con la tierra de África, y según mi abuelo, huele a moro; los vientos de Cartagena son impávidos ante sus murallas, pero son tan tímidos como los primeros amores; y por último, para mí, la más emblemática, la brisa de La Habana, huele a tabaco y son. Mientras uno va caminando por La Habana...
Por Laura Valeria López Guzmán / @Lauravalerialo
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