El Magazín Cultural

FILBO 2022: “Escribí desde lo femenino que me posee”: Albalucía Ángel

Entrevista con la escritora colombiana, a quien rendirán homenaje el sábado 30 de abril en la Feria Internacional de Libro por los 40 años de su novela “Misiá señora”.

Ivonne Alonso-Mondragón * / ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR
24 de abril de 2022 - 02:00 a. m.
La escritora Albalucía Ángel (izq.) junto a su colega Ivonne Alonso-Mondragón, en una charla reciente. / Foto cortesía de Mateo Caballero Cantor
La escritora Albalucía Ángel (izq.) junto a su colega Ivonne Alonso-Mondragón, en una charla reciente. / Foto cortesía de Mateo Caballero Cantor

“Flota, Mariana, no te asustes, sigue a flor de agua, ¡lucha!, pero se queda inmóvil, sometida, y el remolino se la sorbe, de un coletazo helado, al fondo”.

Publicada en 1982, Misiá señora fue una novela pionera y visionaria sobre las imposiciones y mortajas que atravesamos las mujeres en la sociedad, especialmente en la estructura familiar. Es una novela sobre el cautiverio moral, escrita durante la segunda ola del feminismo, coincidiendo con el Movimiento de Liberación de las Mujeres en Francia y Estados Unidos. Albalucía Ángel nombró en su novela la urgencia por unas reivindicaciones centradas en las desigualdades de facto, no oficiales, en el ámbito de la sexualidad, el trabajo y la familia. (Recomendamos las promociones de El Espectador con motivo de la Feria Internacional del Libro de Bogotá).

La lucidez y valentía de la escritura de Ángel habían aparecido 12 años atrás con su primer libro, Los girasoles en invierno (1970), una novela censurada y quemada -como en los tiempos de la Inquisición- por ser una obra escrita por una mujer que narra la historia de una mujer, una que encuentra la liberación gracias a la literatura. Dos años después su finura literaria transitó el género de la fantasía con Dos veces Alicia (1972), libro que abrió grietas a la idea de que la ciencia ficción y el policial son géneros de naturaleza masculina -novela reeditada recientemente en la colección Biblioteca de escritoras colombianas-. Y este camino de desobediencia epistemológica y discursiva continuó hasta llegar en 1975 a la publicación de Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón, una novela paradigmática en las narrativas de la memoria, por tocar sin miedo temas políticos y hablar sobre los repertorios de violencia en la Colombia del siglo XX.

Después de esta cartografía rebelde en voz de mujer, apareció Misiá señora (1982) para plantear una preocupación adelantada, posmoderna en tiempos de la modernidad: una novela que es un clamor ante el silencio, “que salió del corazón en amor total a ese aspecto femenino que nos posee, que me posee; es una manifestación de una queja interna. Es más: es el desgarre inacabable de cada hembra en esta tierra ante el abuso mortal y trapacero del impuesto masculino que no soporta que las mujeres tengamos libertad y poder”.

Esta novela pone en el papel, y en evidencia, el drama generacional de las mujeres, esa condena al erotismo y al cuerpo femenino, así como a la libertad y la inteligencia, una novela sobre la locura, la castración, el matrimonio y la Iglesia. Los cautiverios de la mujer encarnados en la historia de Mariana, la hija menor de una familia acomodada del Eje Cafetero, que desde la niñez confronta su entorno con la valentía que solo puede tener un espíritu trasgresor.

Tu escritura siempre ha estado atravesada por la vida, por tus decisiones, entre las cuales ha estado vivir por muchos años fuera de Colombia. En ese trasegar de andariega, ¿cuándo y dónde se escribió “Misiá señora”?

Andaba por Arezzo (Italia). Había terminado pocas semanas antes “¡Oh gloria inmarcesible!” y como siempre Italia era mi refugio luego de las mil y una noches de escritura, noches de Cadaqués, atiborradas de estrellitas en invierno, borrascosas en junio, plagadas de turistas en verano, o simplemente lúcidas, o en blanco. Había sacado de las entrañas de mi ser esa “pájara pinta”, que aún me conducía por caminos de heridas y dolores ajenos, que también eran míos, y de remate se acumula de un solo batidito esa “colita de la pájara”, así la bauticé, y me enfrentó, sin tregua ni clemencia, a esas historias en retazos que volaban también de rama en rama del verde limonero. Colombia y su miseria continuaban asediándome. Colombia y su esplendor, también me acorralaban. Los cuentos de Oh gloria inmarcesible” son testigos de mi peregrinar por esa “patria de miseria”, como decía Gabo. Y un día bajó un rayo hasta mi terracita frente al mar, o sea, casi… pues fue un fulgurerío escalofriante. El guerrillero, un cuento dedicado al profeta Gonzalo Arango, se dibujó completo en ese instante, en forma de mujer: Felicidad Mosquera, esa heroína silenciada por la sevicia altiva de unos machos sedientos de venganza. Ella es la protagonista del cuento, la que se habla y se maldice mientras decide su destino: “Abre tú misma el portalón. ¡Ponte derecha sobre el quicio…! ¡Aguanta sus miradas…!” Allí brotó el embrión de esa novela de todas las mujeres de la tierra de nadie, que es Misiá señora. Y así me fui a Italia, dizque a descansar, pero llegué allá con el fantasma a cuestas.

En tu obra, al verla en conjunto, siempre hay lazos, vasos comunicantes entre un tema y otro, una idea y otra; esa escritura espiral, pero también interconectada que es un tejido vivo. En esta novela se ve el lazo en ese rayo que vino del libro de cuentos que se publicó en 1979, con el personaje de Felicidad Mosquera. Pero, ¿cómo continúo esa idea, como el rayo iniciático se convirtió en luz propia?

El impulso es el rayo, como ves, aquella imagen de mujer abriendo el portalón de su sentencia a muerte, porque sí, porque aunque sea un hombre quien lo ordena, la que decide es ella, y aquella imagen se convirtió en miles de palabras que daban voz a otras imágenes. Aunque son tres, en realidad, como también podrían ser un número infinito: la mujer-madre, la niña-adolescente, la abuela, la amiga de la infancia, la esposa-loca, la bisabuela inerte ya con memoria perdida mirando ese árbol de guayabo de su infancia, la niña que no entiende por qué unos hombres la violan, la destazan, las amigotas de parranda en pleno carnaval, donde los “chicos bien” pueden “abejorrearlas” en manada. Y así. Mujeres y mujeres de todos los caminos y las memorias de mi vida fueron cubriendo aquellas páginas, y no pude parar ese fulgor, repito. Pues nadie, que sepa, puede agarrar un rayo por la cola, como diría mi abuela Adelfa.

Me consumió hasta el tuétano, te debo confesar.

Me dejó cicatrices imborrables. Historias, cuitas, atropellos, desvaríos, quimeras mansas de amor de los amores, amores atrevidos y confesiones íntimas catalogadas como “oscuras” por los patriarcas de la Iglesia, desafíos de hembras bragadas y curtidas de recibir las cachetadas de los machos, y que por eso se rebelan, aunque por eso mismo las desuellen, y pues, ¡qué carajo…!, ¡a la mierda el edicto de San Pablo!

Fue un impulso enloquecido, como ves. Alucinante esa película de estar comunicada con todas las mujeres, con mis ancestras, que se convierten en todas las mujeres de la Tierra. De pronto me di cuenta del empuje que cada una de ellas me estaba produciendo en el alma, en el cuerpo, en las entrañas mismas de esa mi esencia femenina. “La fémina traidora” la apodan los que saben de abusos y afrentas a mansalva. Esa es Misiá señora, sí. La que se eliminó de los catálogos en las editoriales, librerías, corrillos del intelecto esclarecido, mesas redondas sobre el “eterno femenino”, y así, por 40 años. Exactamente un día de abril del año 82 un joven crítico español, Luis Suñén, declaró en el Ateneo de Madrid: esta es una novela de mujeres, desde las mujeres, para las mujeres, que ningún hombre debe dejar de leer.

Y hoy, en Colombia, Misiá señora emerge, al fin, de su mortaja. Gracias al empujón de la academia, de las mujeres que dentro de la academia se conectaron con ese rayo también, no tengo menor duda. Por eso la última edición, después de tanto silencio, me honra y me enaltece. Por ello, mis más rendidas gracias.

En la última década, en el escenario literario, ha habido un mal llamado boom literario de escritoras, y esto se ha debido a que muchos escenarios -académicos, editoriales, culturales- ahora son habitados por mujeres en un rol que antes era impensado o imposible, esto debido a los prejuicios esencialistas que están arraigados en la cultura, y ese rol es del la mujer escritora como agente activo y como voz legítima. “Misiá señora” es parte de una de esas obras silenciadas, por el hecho de que tú fueras una mujer escritora, además de que la novela habla de problemáticas reales y latentes que ponían en evidencia un sistema de opresión en una de las instituciones base de la sociedad, como lo es la familia. Desde tu punto de vista como autora, ¿por qué esta puede considerarse una obra pionera en el feminismo literario en Colombia y en qué medida lo que trataste literariamente sirve como evidencia de las problemáticas aún latentes en la sociedad?

En la sociedad actual, aparte de ciertos grupos de mujeres que han tratado de enaltecer, reivindicar, apaciguar, diría más bien, esos furores y bravatas de ciertos prototipos de macho alfa y sus contiendas misóginas sin tregua y sin ningún discernimiento, no veo grandes conquistas. O sea, “picas en Flandes” no son muchas. Hablaría de México, por cierto, o de casi toda América Latina, o del mundo, digamos. No creo exagerar si digo que hay un retroceso en derechos humanos de mujeres, de adolescentes y de niñas. Es más que fehaciente el hecho cotidiano de violaciones, maltratos e incluso crímenes atroces en el ambiente familiar, para no hablar de los abusos en el sistema educativo, que quedan sin respuesta muchas veces. La “hembra” en este tiempo se acoge a dos opciones: o se rebela y queda condenada a rótulos y motes de alcance pernicioso, o salta los abismos sin paracaídas. Diría que es clarísima ya, su inteligencia y poderío, para quien quiera constatarlo: la ciencia o los gobiernos, el arte o las tareas que no eran “femeninas”. La opción del salto cuántico es inminente, y ya lo estamos viendo, en vivo y en directo, pero un costo muy alto, que es el que hemos pagado desde antaño. No voy a imaginarme, jamás de los jamases, un mundo donde no existan divergencias, jamás de los jamases, ¡mi Dios nos coja confesados!

Y, sin embargo, espero que en estos tramos del camino, que ya comienza ese regreso a la montaña, ver menos odios, menos saña, menos antagonismo entre los géneros o razas. Cualquiera que ellos o ellas sean. No es buen preludio esta matanza que nos azota sin tregua y sin clemencia, en esta patria de miseria. Ni en el mundo, repito. Nos falta compasión. Nos falta “paz en el corazón, paz en el mundo”, como decía Thich Nhat Hanh.

* Escritora, feminista, literata y docente de creación literaria. Magíster en literatura de la Universidad de los Andes y profesional en literatura de la Universidad Nacional de Colombia. El evento en la Filbo 2022 será el sábado 30 de abril, 6:00 p.m. Talleres 3.

Por Ivonne Alonso-Mondragón * / ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR

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Pathos(78770)24 de abril de 2022 - 09:57 p. m.
Felicitaciones! Alba Lucía Angel gran escritora, pionera en temas femeninos,debería estar más en Colombia irradiando su presencia en este tema q sigue muy vigente en todo el continente
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