Filosofía, persona y democracia
“Si se hubiera de definir la democracia podría hacerse diciendo que es la sociedad en la cual no solo es permitido, sino exigido, el ser persona”. Así definía la democracia la pensadora española María Zambrano, a quien se dedicó su VI Congreso Internacional en Vélez-Málaga, España. El congreso tuvo lugar entre el 10 y el 12 de abril pasados.
Damián Pachón Soto
Hay que recordar que Zambrano, reconocida como una de las grandes filósofas del siglo XX, abandonó su patria en 1939, hacia Francia, en un lote de personas donde se encontraba Antonio Machado y su madre. En ese año comenzó su exilio, el mismo que la desgarró y la sustrajo de su circunstancia concreta, histórica; el mismo que le partía el alma cada vez que lo mencionaba; el mismo que le permitió ver mejor a su país desde afuera y comprender por qué no había asumido ni superado su historia. Ese exilio se prolongaría hasta 1984, tiempo en el cual vivió en México, Cuba, Puerto Rico, Italia y Suiza, hasta su regreso en 1894, año en el que su obra empezó a gozar de cierto reconocimiento hasta la obtención del Premio Cervantes de Literatura en 1988.
Gracias por ser nuestro usuario. Apreciado lector, te invitamos a suscribirte a uno de nuestros planes para continuar disfrutando de este contenido exclusivo.El Espectador, el valor de la información.
Hay que recordar que Zambrano, reconocida como una de las grandes filósofas del siglo XX, abandonó su patria en 1939, hacia Francia, en un lote de personas donde se encontraba Antonio Machado y su madre. En ese año comenzó su exilio, el mismo que la desgarró y la sustrajo de su circunstancia concreta, histórica; el mismo que le partía el alma cada vez que lo mencionaba; el mismo que le permitió ver mejor a su país desde afuera y comprender por qué no había asumido ni superado su historia. Ese exilio se prolongaría hasta 1984, tiempo en el cual vivió en México, Cuba, Puerto Rico, Italia y Suiza, hasta su regreso en 1894, año en el que su obra empezó a gozar de cierto reconocimiento hasta la obtención del Premio Cervantes de Literatura en 1988.
Durante el exilio ella escribió la mayor parte de su obra. En ella denunció la soberbia de la razón, el totalitarismo y el fascismo que había producido “la agonía de Europa”, tal como se llama uno de sus textos: “Europa es el lugar donde hoy estalla ese corazón del mundo, de tal manera que podríamos confundirla con él, podríamos creer que en ella están esas entrañas doloridas y sangrientas que de vez en cuando dejan ver sus profundidades”. Y si bien la Europa de hoy no es la de la “era de las catástrofes”, como la llamó Eric Hobsbawn, si es una Europa donde renace cada vez más el conservadurismo, la xenofobia, los nacionalismos, la lucha contra los derechos adquiridos de las mujeres y de las minorías. Es el clima que se percibe con el ascenso de la derecha española. Pero no solo en España. En Europa hoy se cocina un retroceso civilizacional, producto a su vez de las múltiples crisis civilizatorias que padecemos: crisis ambiental, laboral, de la seguridad social, energética, axiológica, alimentaria y económica. Estas están evidenciando que se acerca una lucha por la existencia, es decir, que el darwinismo social será la religión del futuro. Y la derecha toma nota, y echa mano de esa prognosis para atizar los odios, los rencores y desenterrar las más retrógradas ideologías.
Es una cuestión paradójica: justo cuando en la era del antropoceno cada vez somos más conscientes de que el destino humano es uno solo, y que la supervivencia de las especies requiere un trabajo colaborativo, los más oscuros e inconfesados dioses, como decía Zambrano, se levantan de nuevo para devolvernos a las cavernas y a las mónadas nacionales, con sus micro y macrofascismos ideológicos. Es como si las castas de siempre, las oligarquías conservadoras y dueñas del poder político y económico, presagiaran la pérdida de sus privilegios, o la necesidad de democratización de la riqueza y los beneficios, y, como antídoto, enarbolan los particularismos, los racismos y los privilegios patriarcales en contra de la mayoría de la población.
Colombia no es la excepción. Los absolutismos ideológicos se levantan por todos lados. Y la sociedad, que debe ser el lugar vital del hombre, el mismo donde se es alguien y donde puede desarrollar todas sus potencialidades, se convierte en un campo de lucha donde nuestras oligarquías hacen todo lo posible porque el individuo se mantenga mendigo, irrealizado y socavado. Es decir, esas oligarquías minan la realización de la democracia en el sentido en que la entendía María Zambrano, y convierten los medios y la política en armas e instrumentos para expandir, difundir e inculcar el odio y el rencor.
María Zambrano decía que “no hay que guardar rencor en el alma… te la pudre”. Pues bien, quienes atizan el odio en Colombia, quienes promueven el rencor de la población, sin doblar la página por medio de la reconciliación nacional, no solo tienen el alma podrida, sino que se la pudren a los demás, a la inerme población que le sirve de excusa -y de carne de cañón- para defender sus mezquinos intereses. De esa manera, nuestra democracia no mejora, sino que se mantiene como lo que ha sido: una democracia corporativa, de algunas familias, de algunos clanes y casas políticas; una democracia fundamentada en la encomienda y las haciendas, fundamentos, a su vez, del gamonalismo y el caudillismo. La colombiana ha sido una seudodemocracia en una “república señorial”, para decirlo con Antonio García: una democracia jerárquica y excluyente que a la vez que genera desigualdad incuba las violencias futuras.
En Colombia la democracia debe ser reconstruida desde abajo: reconocer la pluralidad, la diversidad, la diferencia, la tolerancia, la convivencia, la comprensión y el diálogo. Sin una comprensión de que la sociedad es el “lugar” donde somos, vivimos, tramitamos el conflicto, y donde podemos realizarnos como individuos, en condiciones de libertad, igualdad y dignidad, seguiremos atizando las mezquindades enquistadas reproduciendo el circuito de violencias múltiples que nos atraviesan y que no nos dejan concebir que el futuro se labra en las entrañas del presente, y de que debemos abrir un boquete nuevo en el tiempo que deje fluir la convivencia en Colombia. En fin, de que podamos construir una democracia donde sea exigido ser un individuo social, responsable y pleno, tal como lo pedía María Zambrano en su libro Persona y democracia, publicado en 1958… hace ya más de 60 años.