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Final Fantasy IX: El sentido de la vida reside en la dignidad

Hace veinticinco años, Square Enix lanzó Final Fantasy IX, un videojuego con un diseño y música inspirado en los cuentos de hadas, pero que explora una temática transversal que todavía se debate ¿Vale la pena vivir? ¿Cuál es nuestra identidad? ¿Aquella identidad realmente nos define? Pareciera que la respuesta a aquellas preguntas reside en reconocer nuestra humanidad.

Juliana Vargas Leal

09 de julio de 2025 - 02:47 p. m.
Final Fantasay es un videojuego de rol realizado por la empresa japonesa Squaresoft en 2000.
Foto: Fotografama tomado de YouTube
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¿Vale la pena vivir? Respuestas teístas, seculares, nihilistas, existencialistas y románticas serían complementarias y contrarias a la vez. Que vale la pena en cuanto es el camino hacia la eternidad; que vale la pena por sí misma, que su característica esencial es ser efímera, y eso es lo que precisamente lo hace valiosa; que el inicio y el final de la vida es lo único inevitable, que los hechos entre aquellos dos puntos es totalmente irrelevante.

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¿Cuál es el sentido de la vida? Quizás su sentido no sea más que vivirla. Veinticinco años después de su estreno en Play Station, la temática principal de Final Fantasy IX sigue vigente y vale la pena discutirla. Sus desarrolladores la describieron con un sencillo “¡Vivir!”, pero tal consigna es el resumen de un asunto humano que se ha explorado por siempre en la literatura.

Este videojuego, que es más bien literatura interactiva, inicialmente se disfraza de cuento de hadas. Sus predecesores, Final Fantasy VII y Final Fantasy VIII, fueron la apuesta de Sony por demostrar que los videojuegos no eran sólo para niños. Inspirados en el anime, utilizaron animaciones serias para desarrollar temas complejos y profundos como el abandono y el cambio climático. En cambio, el diseño de Final Fantasy IX es totalmente caricaturesco e infantil. Además, los personajes que nos presenta al comienzo son típicos tropos de los cuentos de hadas: una madrastra maligna, una princesa aprisionada en su castillo de cristal, un protagonista que vive sólo para el presente y que hace parte de una banda de ladronzuelos, un mago, un caballero con honor intachable y que ya ha decidido morir por y para la familia real… Fue como si Sony hubiese decidido retrotraer los pasos que había dado con los videojuegos anteriores. Incluso la música es circense, en lugar de ominosa o épica, como sí lo fue en Final Fantasy VII y VIII.

Sin embargo, luego vemos que las acciones de los personajes tienen consecuencias. Vemos que Garnet, la princesa, ha negociado con una banda de ladrones para “secuestrarla”. Sin embargo, el barco flotante en el que escapan cae en un bosque encantado, donde uno de los miembros es petrificado por el bosque viviente y con voluntad. A partir de esta escena, los personajes empiezan a evolucionar. Los tropos descritos son el punto de partida para una exploración de la identidad.

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A lo largo de la historia, el jugador observa que la reina Brahne invoca criaturas inspiradas en distintas mitologías para cometer genocidios y gobernar mediante el miedo; observa a Garnet teniendo una crisis de identidad cuando presencia la muerte de su madrastra, totalmente consumida por la ambición y sin arrepentirse de sus actos; presencia la matanza de toda una raza; ve que los personajes son incapaces de cambiar el rumbo de los acontecimientos. El cuento de hadas es tan sólo un disfraz.

Este es el escenario que ayuda a explorar qué hace que una persona pertenezca a algún lugar, encuentre el sentido de la vida y defina su identidad. Los conflictos individuales de cada personaje son una exteriorización de cómo pueden surgir estas preguntas. Vivi, un mago negro sin recuerdos, descubre que literalmente fue creado como arma, que se suponía que no debía tener voluntad, y que el objetivo que le habían implantado era sencillamente el de matar; Garnet es la última sobreviviente de una raza que fue separada de su familia para ser criada como reina; Steiner, el comandante de la Orden de Pluto, se debate entre el deber que tiene de defender a la reina que ha perdido todo rastro de humanidad, o el deber de proteger a la princesa que se ha escapado y que ahora lucha en contra de la mujer que la crio; Zidane, el protagonista, descubre que viene de toda una civilización de “seres creados” que no entienden su propósito, y que han sido creados, a su vez, por otro ser artificial cuya única finalidad era la de recrear a sus creadores, unos extraterrestres que ya ni siquiera existen en aquella realidad.

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“Quién soy y cuál es mi lugar en el mundo”, parecen gritar los personajes en todo momento. En otras palabras, se preguntan si son dignos y si su vida igualmente lo es. Según Immanuel Kant, lo que está por encima de todo precio y, por tanto, no admite equivalente, tiene una dignidad. El humano tiene una dignidad, entonces, merece un trato especial y de respeto por el solo hecho de serlo. Asimismo, si seguimos lo dicho por Martha Nussbaum, la dignidad se manifiesta a través de las capacidades fundamentales que permiten a las personas llevar una vida humana digna, es decir, con unas condiciones de vida cualificadas.

Crear armas en forma de personas es indigno, crear seres artificiales sin propósito es indigno, criarlas para que se ajusten a un molde mientras les escondes su pasado es indigno. Todos estos actos los priva de poder razonar de forma autónoma, de tener deseos de forma autónoma, de vivir conforme a su libre albedrío. El miedo existencial, las dudas sobre el deber y no tener un lugar al cual poder volver son las consecuencias de despojar al ser humano de su dignidad.

La forma en la que el videojuego resuelve los distintos conflictos de identidad es a través del apoyo mutuo. No importa de dónde vengas, qué te hicieron creer, cuál es tu pasado e incluso cómo será tu futuro. “No necesitas una razón para ayudar a las personas” es la consigna que Square Enix le dio a Zidane para caracterizarlo, y es lo que guía a cada uno de los personajes para superarse, para ayudar a los demás a superarse y, juntos, convencerse de que son seres dignos.

Precisamente, el clímax de la historia se presenta cuando Zidane descubre que no es un humano, sino un recipiente vacío destinado a albergar algún alma foránea para cuando una raza extraterrestre y dormida pueda invadir Terra. En medio de una crisis existencial, suena “You’re Not Alone!”, una canción con un fondo potente y una guitarra eléctrica, herramientas más propias de una canción de batalla que de un momento de intensidad emocional. Sin embargo, el impacto de esta canción logra apreciarse si se tiene en cuenta que se trata de la batalla por el espíritu de Zidane. La jugabilidad refuerza esto al hacer que los miembros del grupo luchen por Zidane, desde la perspectiva del jugador:

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“—Quién soy. No sé nada. No puedo siquiera pensar.

—Zidane…

—Sí…Así me llamaron alguna vez. Muchas personas me llamaron así.

—Siempre tienes que lucirte, ¿cierto?

—Sí… Tal vez sea cierto.

—¿¡Por qué, mendigo inútil!?

—Sí… Suena bien.

—Qué apropiado de tu parte.

—¿Apropiado de mi… parte?

—Realmente aprendí mucho viajando contigo, Zidane.

—Sí, claro. No tengo nada que enseñar.

—Me enseñas muchas más cosas que sólo a cocinar bocadillos sabrosos.

—¡No, no sé nada!

—¿Llamas a eso amistad?

—Amistad… ¿Amistad?

—¡Zidane!

—No sé nada… No sé quién soy…

—Siempre estuviste a mi lado, Zidane…

—Estoy tan… cansado…

—¿Por qué siempre tienes que ser tan…?

—Sólo soy un recipiente vacío…

—¡Zidane! ¡Despierta, Zidane!”

Veinticinco años después, los conflictos que exploró Final Fantasy IX siguen vigentes en un mundo que parece indiferente a los propósitos y metas de las personas. Dudan de saber realmente qué los define, la soledad los sucumbe, no saben si pertenecen y cuál es su lugar en el mundo. Y todo aquello se desprende de no tener condiciones de vida dignas. Si reconocemos nuestra humanidad, si reconocemos la humanidad del otro, si de hecho nos reconocemos en el otro, como ocurrió con los personajes de este videojuego, quizás tengamos el punto de partida para gozar de dignidad humana.

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