
En noviembre de 1963, cuando conoció a Rulfo en una boda, García Márquez ya era famoso entre sus amigos por recitar de memoria párrafos completos de “Pedro Páramo”. / AP
Foto: Agencia AP
Regalar la obra de Rulfo era un modo de repetir en los demás su experiencia, pues Comala también llegó a su vida en forma de obsequio. A fines de 1961, pocos meses después de instalarse en Ciudad de México, el poeta Álvaro Mutis entró a su apartamento, arrojó dos libros sobre la mesa del comedor y gritó:
—¡Lea esa vaina, carajo, para que aprenda!
Eran Pedro Páramo y El llano en llamas. García Márquez no los conocía. Tampoco el nombre de su autor. Pasó la noche entera leyendo y el resultado, al amanecer, fue lo más parecido a una epifanía. Unas...
Por Orlando Oliveros
Conoce más