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Gabriel García Márquez: la batalla entre Gina y Sofía la decidirá el público (III)

Tercera de las crónicas del Nobel de Literatura colombiano sobre Gina Lollobrigida, actriz legendaria italiana fallecida el lunes pasado, escritas cuando era enviado especial de El Espectador a Roma.

Gabriel García Márquez / Especial para El Espectador

21 de enero de 2023 - 09:00 p. m.
Manifestaciones de afecto de los italianos ante el paso del ataúd de la difunta leyenda del cine Gina Lollobrigida, a la salida de la Iglesia de Santa María en Montesanto, después de la ceremonia fúnebre, en Roma, Italia, el 19 de enero de 2023. Lollobrigida, una actriz europea de alto perfil en la década de 1950 y principios de la de 1960, murió el 16 de enero, a la edad de 95 años.
Foto: EFE - FABIO FRUSTACI
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Roma, diciembre de 1955

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Sofía Loren ha dicho en una de sus rectificaciones: «En el cine italiano hay lugar para todas». Pero uno de esos errores fundamentales ha sido precisamente no tener siempre en cuenta ese pensamiento. Desde el instante en que se estuvo frente a una cámara cinematográfica, se empeñó, con una falta de tacto que demuestra por lo menos que no está bien dirigida, en desplazar a Gina Lollobrigida. Y es un error, porque si alguien está atravesado en el camino de Sofía, no es precisamente Gina. Ella anda por otro lado, es un fenómeno completamente distinto y por eso cada vez que Sofía ha tratado de darle un golpe —de esos que Gina ha calificado de «golpe bajo»— se da con los puños contra las paredes. Porque en realidad está peleando contra un fantasma, contra su propia sombra. (Lea aquí la primera parte de estas crónicas).

Desde cuando el semanario londinense le atribuyó las declaraciones, Sofía ha debido rectificar y retirarse discretamente. Pero el caso es que en cada rectificación da un nuevo golpe. «No puedo decir que la amo, pero la admiro como actriz», ha dicho. Y Gina, con su media docena de perros de caza y sus leones de piedra que conversan con los visitantes, no respondió nada. (Lea aquí la segunda parte de estas crónicas).

Por último, Sofía manifestó a los periodistas: «Estoy dispuesta a encontrarme con Gina, dónde y cuando ella lo desee, para esclarecer definitivamente esta polémica. Que establezca el día, la hora y el lugar, que yo seré puntual a la cita». La respuesta de Gina fue amarga, pero casi un poco excesivamente natural: no respondió absolutamente nada.

Gina Lollobrigida, aclamada por el público en un Festival de cine de Cannes. / AFP
Foto: AFP - JACQUES DEMARTHON

Los dos extremos

No se trata de negar que todo esto es un montaje publicitario. Pero está mal planteado y eso es extraordinariamente peligroso cuando están en juego intereses tan delicados como son los intereses de la industria cinematográfica. A Gina Lollobrigida la dirige su marido, que sabe exactamente dónde está parado. A Sofía no se sabe quién la dirige, pero cualquiera que sea la está desbocando. Le han ocasionado un grave perjuicio, a una mujer excelentemente dotada, pero con una absoluta falta de astucia y de habilidad. Ser una vedette es un oficio delicado. Y por eso Gina dejó de serlo, para convertirse en una profesional responsable. Es incapaz de un desplante.

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Cuando se disponía a actuar en Trapecio, la película que Carol Reed acaba de rodar en París, Gina declaró: «Sé que ésta será para mí una prueba difícil. Haré todo lo que pueda por salir adelante. Sé también que es muy difícil pasar de esta condición de meggiorata fisica, a la condición de actriz, pero tengo la firme intención de lograrlo». Pero tiempo después, Sofía declaró: «Yo soy ahora una actriz experta y Gina debe saber que mi fama no se debe solamente a mi físico. Estoy cansada de la gente que dice que soy una estrella por mi físico, pero que no sé actuar».

La triste verdad

En medio del constante huracán de los folletines publicitarios, se pierde y confunde la verdadera biografía de las actrices. A los agentes de publicidad tal vez no les conviene que se sepa la verdad, pero en algunos casos le falta el toque de procacidad que esos mismos agentes se han encargado de sembrar en el gusto del público. Pero sólo conociendo la verdad en la biografía de Gina Lollobrigida y en la biografía de Sofía Loren puede entenderse perfectamente por qué está mal planteada la controversia.

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Al contrario de casi todo lo que se ha publicado hasta ahora, Gina no vino de su pueblo natal a vender cigarrillos en el mercado negro. Aunque parezca extraño, se llama verdaderamente Gina Lollobrigida, su padre es dueño de una ferretería en un pueblo del Lazio y ella llegó a Roma a principios de la guerra, a estudiar pintura en un estudio situado en el número 54 de vía Margutta. Por curiosidad se enrolló con varias amigas suyas en un grupo de extras para el film L’Aquila Nera, de Riccardo Freda. En el momento de hacer las pruebas fotográficas, Freda encontró que allí había un rostro interesante.

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Pero allí mismo otra persona la había descubierto: un médico yugoslavo que había sido concentrado, a causa de la guerra, en Cinecitta, con otros extranjeros. En las biografías acomodadas de Gina Lollobrigida se dice que ella se conoció con su actual esposo en una fiesta del Año Nuevo de 1947. Pero en realidad ése fue el conocimiento «oficial». Gina se tuvo su amor bien guardado hasta cuando Skofic resolvió sus problemas con el gobierno italiano. Entonces hubo petición de mano, cambio de argollas y matrimonio con asistencia de todos los vecinos.

Ella siguió abriéndose carrera en el cine, él empezó a dirigirla y tienen un hogar sólido y respetable. Ésa es la verdad. De su afición por la pintura sólo queda en Gina un rastro importante: la habilidad para diseñar sus propios trajes.

Sofía Loren, también actriz italiana, y considerada antagonista de Gina Lollobrigida en el mundo del cine de los año 60 y 70.
Foto: Agencia AP

Otra cosa distinta

Sofía Loren, cuyo verdadero nombre es Sofía Scicolone, es hija de un abogado de Milán. Su madre, con quien ella vive, es una pianista que hace muchos años se ganó un premio por ser la italiana que más se parecía a Greta Garbo. Fue su madre quien le metió en la cabeza la idea del cine. Y tal vez no sea exagerar demasiado las cosas el hecho de pensar que también fue ella quien le metió la idea de parecerse a Gina Lollobrigida, como prolongación de la gloria de haberse parecido a Greta Garbo y el secreto dolor de no haber llegado a serlo.

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Sofía nació en Pozzuoli, un pueblecito cercano a Nápoles. Pero sus inspiradores la orientaron por un camino en que nunca llegará a parecer una napolitana. Es más exactamente una Marilyn Monroe nacida en Nápoles. Por eso ha sido la muchacha más publicada en las portadas de las revistas en 1955.

La ruta perdedora

Es absolutamente imposible llegar a ser igual a alguien cuando se es esencialmente diferente. Como ejemplar biológico, violento y primitivo, está a muchos codos por encima de Gina Lollobrigida. Y eso ha permitido que su fotografía le dé la vuelta al mundo y que los hombres vayan a ver sus películas. Pero el caso es que al sentimiento patriótico de los italianos esa circunstancia no les produce ni frío ni calor.

Sofía es, al mismo tiempo, inteligente, constante y estudiosa. Pero mientras Gina utiliza sus capacidades para superarse a sí misma, sin tomar a nadie como punto de referencia, Sofía utiliza las suyas y las desperdicia lamentablemente para superar a Gina Lollobrigida. Ha gastado inútilmente sus energías en una cosa que no puede hacer, porque una cosa que no precisaba hacer para ser la muchacha más retratada de 1955, Gina Lollobrigida habría sufrido un tropiezo semejante si, a su vez, hubiera querido luchar contra Sofía, metiéndose en sus reservas de caza.

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Tres casualidades

Puede ser una casualidad, pero Gina Lollobrigida tiene su casa —el número 223 de la vía Antica— arreglada con muebles de estilo veneciano del 700, que Milko Skofic escogió «porque al mismo tiempo que tienen una curva audaz, son muy resistentes». Y Sofía Loren, el año pasado, arregló su apartamento con muebles de estilo veneciano del 700, que no funcionan en su ambiente.

Su atolondrada carrera detrás de Gina ha sido una interminable carrera de errores. Cuando Gina anunció que cantaría en una película, Sofía participó en el festival de la canción napolitana. Gina decidió grabar discos, Sofía la siguió en la aventura con Bambo Bacan. Cuando los periodistas elogiaron la disciplina de Gina, que había aprendido inglés y francés, Sofía ya sabía inglés y francés, pero cometió el error de decírselo a los periodistas precisamente en ese momento.

Son graves errores y una dolorosa manera de perder tiempo y energías, por una razón que favorece a Sofía Loren: porque Gina estaría acabada si no hubiera sido por su formidable ansiedad de superación. En cambio, Sofía Loren seguiría siendo Sofía Loren, y lo sería más cada día, sin necesidad de romperse tanto la cabeza. El caso, en última instancia, es que Gina Lollobrigida sabe para dónde va y tiene una fabulosa seguridad en sí misma y en la dirección de su marido y, en cambio, Sofía ha ido por donde no debe. Es tímida, impaciente, mal dirigida y está completamente desconcertada y aturdida con su carrera relámpago.

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En cambio…

Para remate, Sofía no imita a Gina en una de las cosas que más le han servido en su carrera: el tacto con sus amistades. En el intrincado mundo del cine, hay que moverse con extraordinaria habilidad para no perder el equilibrio. Gina Lollobrigida, con su simpatía sencilla y populachera, ha ganado todas y no ha perdido una sola de las amistades en el ambiente cinematográfico. No ha tenido un disgusto con nadie y ni siquiera con Sofía Loren. Ésta, en cambio, cada vez pierde una amistad y no hay una sola mujer en el cine que se considere amiga suya. Es altiva, espectacular, impetuosa y tiene fama de no haber tomado nunca la iniciativa en el saludo a una persona. A Silvana Mangano le preguntaron: «¿Cuál es la pregunta más incómoda que podría hacerle un periodista?». Silvana Mangano contestó: «Que me pregunten mi opinión sobre Sofía Loren». En cambio, el perro favorito de Silvana Mangano se lo regaló Gina Lollobrigida.

No ha pasado nada

Por último, la batalla la decidirá el público. Y es allí precisamente, frente a las muchedumbres, donde Sofía falla sin remedio. Gina afronta a la multitud, le gusta afrontarla, divertirse con ella. En Italia no hay mejor espectáculo que ver a Gin Lollobrigida repartiendo autógrafos. Es una sesión de buen humor, de gracia y de respeto mutuo. Sofía, en cambio, se derrumba por completo cuando siente el rumor de la muchedumbre. Le tiene verdadero terror. Los fotógrafos lo saben y viven a la caza de ese instante en que Sofía, en presencia de la multitud, se resquebraja por completo, aterrorizada, transformada y pavorosamente aturdida.

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En la reciente exposición de Venecia, estuvo dos días sin salir de su habitación por temor a la multitud. Si hay algo inolvidable en ella es su expresión de angustia, de desesperado sufrimiento, cuando tiene que afrontar una muchedumbre. Gina detesta los cordones de policía. Sofía tal vez habría renunciado a su carrera si no fuese por ellos.

Pero precisamente porque está mal planteada, la batalla de las medidas le permite encontrar su camino a Sofía Loren. Lo merece. Y cuando lo encuentre, no tratará de exasperar a Gina, porque comprenderá que Sofía Loren, en el respetable papel de Sofía Loren, es única e invulnerable.

Por Gabriel García Márquez / Especial para El Espectador

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