Las cenizas de Gabriel García Márquez (6 de marzo de 1927 - 17 de abril de 2014) reposan bajo un busto en su memoria, en el claustro de la Universidad de Cartagena, al que las personas acuden a rendirle homenaje.
Foto: Pedro Enrique Mendoza
“Hasta los cinco años, la muerte había sido para mí un fin natural que les sucedía a los otros. Las delicias del cielo y los tormentos del infierno sólo me parecían lecciones para aprender de memoria en el catecismo del padre Astete. Nada tenían que ver conmigo, hasta que aprendí de soslayo en un velorio que los piojos estaban escapando del cabello del muerto y caminaban sin rumbo por las almohadas. Lo que me inquietó desde entonces no fue el miedo de la muerte sino la vergüenza de que también a mí se me escaparan los piojos a la vista de mis...
Por Gabriel García Márquez * / Especial para El Espectador
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