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Gabriel Turbay, el presidente que no fue (Reseña)

La investigadora Olga Lucía González ha volcado su seguimiento al legado de Gabriel Turbay, quien dentro del Partido Liberal fue contendor de Jorge Eliécer Gaitán, en un nuevo libro que sale a la venta. Aquí una primera reseña de su trabajo.

Ana María Lara Sallenave*, especial para El Espectador
17 de mayo de 2025 - 08:00 p. m.
Gabriel Turbay, el presidente que no fue (Reseña)
Foto: Lorenzo Madrigal
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Hace un par de años venía haciendo un podcast sobre historia política. Buscaba temas que me permitieran aprovechar el magnífico archivo sonoro con que cuenta la Radio Nacional de Colombia desde los años cuarenta. Mientras me preguntaba por el episodio que debía producir en aquel momento, y considerando que los oyentes siempre esperan algo que los sorprenda, tuve la suerte de encontrar en las redes a Olga Lucía González, una investigadora que desde París estaba buscando y, a la vez dando a conocer, aspectos de la vida de Gabriel Turbay, el opaco contendor que dentro del Partido Liberal se enfrentó a Jorge Eliécer Gaitán en las elecciones de 1946, cuando ganó el empresario cafetero Mariano Ospina Pérez.

Por lo que iba viendo en ese momento en las redes de Olga Lucía González, ella me pareció una persona aguda y con gran olfato investigativo. Aprovechando un viaje que haría a Bogotá la invité para entrevistarla, tomando como pretexto para la conversación algunos fragmentos de discursos que se conservan de Gabriel Turbay. Yo sabía muy poco de él, pero ella fue abriendo un camino fascinante.

Poco a poco, con lo que Olga publicaba en Facebook, vi cómo Turbay iba dejando de ser cada vez menos gris, y adquiriendo un brillo insospechado. Hoy tenemos un magnífico libro con nosotros: El presidente que no fue: la historia silenciada de Gabriel Turbay, editado por la Universidad de los Andes . Sobra decir, y para alivio de muchos, que este Turbay no tuvo nada que ver con el presidente que gobernó entre 1978 y 1982.

Devoré las más de 400 páginas en dos días. Y volveré a leerlo, despacio, regresando con la parsimonia necesaria para descubrir la tupida urdimbre de pormenores que enriquecen esta historia. El libro me emocionó. La escritura es impecable. Está abierta a un gran público; curiosamente deja de ser una pesada monografía para convertirse en un potente retrato del personaje, su contexto y de los múltiples factores que con los acontecimientos que rondaron el año 1946 contribuyeron a sumergir a nuestro país político en un terreno atravesado por el dolor, el odio y la codicia. Tuve en mis manos un libro que me fue guiando con total claridad; de golpe me encontré sabiendo a fondo quién era “el presidente que no fue”. La escritura y la estructura editorial me parecieron redondas.

Gabriel Turbay es uno de los grandes ausentes en la historiografía colombiana. Parece que no hay manual de historia que no pase de largo o que no lo mencione con cláusulas reduccionistas. Incluso las historias de la medicina colombiana que conozco, ya como lectora, ya como editora, omiten la mención de este hombre, que también fue médico.

Asmático, delgado, con orejas puntiagudas. Visto desde la pluma de Olga L. González, Turbay es una suerte de prisma. La manera como es abordado permite que a través suyo se abra un abanico de temas asociados al momento histórico que vivió. Mediante ese prisma es, entonces, posible identificar las relaciones internacionales, las ideas políticas, los intentos por configurar el Estado, los juegos de poder, pero también nuestra cultura política, esa manera de sentir, de pensar y de actuar en un terreno que ha definido un difícil devenir para esta sociedad.

En ese océano de temas tratados con profundidad y con evidencias provenientes de múltiples archivos, disfruté muchísimo algo que uno no espera o espera poco: perlas, evidencias que son como joyas. Este no es un libro biográfico, es un libro que va mostrando cómo se tejen las prácticas del poder. La labor de la autora, que es además muy atenta a los detalles, me hizo recordar el oficio de aquellas mujeres japonesas que desde hace siglos buscan perlas en el mar. Algunas de esas perlas me dejaron con la boca abierta. Por ejemplo, las aproximaciones y complicidades entre Gaitán y Laureano, o la financiación de la campaña del caudillo por algunos prestigiosos empresarios conservadores. O, dado el desprecio de clase que López Pumarejo parecía tenerle al provinciano Turbay (era un santandereano de clase media), prefirió desestimar la elección que el Partido Liberal había hecho de este último como candidato único a las elecciones y le solicitó al Partido Conservador que eligiera al candidato “apropiado”. Sin lugar a dudas, perlas como estas, y otras más, cuestionan los relatos repetidos con que hemos leído nuestra historia y nos hemos ido formando una opinión política.

En su estructura, el libro tiene tres partes. La primera está centrada en el personaje. Del compendio de rasgos que reconstruye la autora, destaco uno con el cual yo definiría a Turbay: moderación. Moderación como virtud política, así como la entendía el Barón de Montesquieu cuando caracterizaba a la República. Probablemente desde allí Turbay quiso pensar el Estado, las relaciones entre oponentes y, para ello, le era fundamental la construcción de reglas de juego. Esa semblanza contrasta con otros líderes, menos moderados, más caudillistas y altisonantes. Moderación no implica debilidad, sino equilibrio y apertura.

Turbay que, entre otras cosas, fue ministro de Olaya Herrera, López Pumarejo y Santos Montejo, dejó un legado que devela ese interés por establecer normas comunes y fortalecer el Estado laico. Entre otros: la primera cédula electoral, el registro civil a cargo de las notarías y no de la Iglesia, y un decidido intento de ruptura del Concordato que -y esa es otra perla- López Pumarejo, a pesar de ser el gran referente de liberalismo, echa para atrás.

La segunda parte del libro está centrada en la campaña de 1946; aquella en la que nos insisten que “Gaitán era el del pueblo y Turbay el de la oligarquía”. Aquí la autora desvela pormenores insospechados de la contienda y de la campaña, pero detrás eso, lo más fascinante y crudo: el mapa del poder en la Colombia del momento. No solo están los métodos para capturar a las masas, sino unas estructuras clánicas enquistadas que se prolongaron en el tiempo y vieron en Turbay una amenaza.

Al clasismo y a la distancia de Turbay con grupos y negocios económicos se suma el racismo, para nosotros tan normal y persistente. Su origen sirio-libanés fue un arma contundente para sus opositores. Agredido de manera verbal, e incluso física, vio cómo las ciudades que iba visitando se iban llenando de afiches que lo caricaturizaban e insistían en un slogan de alta recordación: ¡Turco, no! Las evidencias que se incluyen en el libro son innumerables y el análisis de la autora merece considerarse como recurso para leer nuestro presente. Y esta es también una intención de El presidente que no fue, que en su tercera parte propone puntos de reflexión sobre la manera como se lleva la política en nuestro país actualmente; allí habrá debate.

No dejan de ser interesantes para los estudiosos y curiosos del período tratado, la línea de tiempo (al final del libro) y las comparaciones que se suscitan de manera ineludible entre Turbay y Gaitán, ya por su origen de clase, por su interés en la clase obrera, ya por sus métodos de apelar a las masas o por su muerte prematura, poco tiempo después de las elecciones de 1946.

La lectura de El presidente que no fue abre muchos caminos de investigación, así como puertas para el intercambio. Al final, a la autora la conocí gracias a las redes, siendo ella muy activa allí, siéndolo menos yo. Creo que fueron muchos los puentes y vínculos que ella tendió y sigue tendiendo. Seguramente este libro es la oportunidad de seguir construyendo una comunidad crítica y dialogante.

* Comunicadora, ha trabajado en la edición, en la docencia universitaria, y fue Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar (categoría Radio Crítica, 2014).

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Por Ana María Lara Sallenave*, especial para El Espectador

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Juan Montoya(cnp52)17 de mayo de 2025 - 08:51 p. m.
Hubiese sido injusto con Gabriel Turbay que Rodolfo Hernandez hubiese llegado a la presidencia.
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