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Las músicas colombianas es, tal vez, el plural más rico y sonoro que se puede encontrar en la geografía nacional. El folclor de este país es un género que, a su vez, comprende una multiplicidad inimaginable de estilos, ritmos y sabores insospechados. Los aires de la Costa Atlántica, las arpas del Llano, las guabinas del interior, las chirimías del Pacífico y los estilos contemporáneos urbanos son tan sólo algunos de muchos formatos que integran el amplio espectro de lo que, hoy por hoy, consideramos Música Colombiana.
El Espectador continúa fomentando encuentros sonoros (jams) entre artistas pertenecientes a generaciones y corrientes diversas.
En esta oportunidad, los invitados son Los Gaiteros de San Jacinto, tradicionales como el sombrero vueltiao, y los jóvenes de Puerto Candelaria, quienes se han arriesgado con la interpretación de una mezcla bastante particular: el jazz y los elementos autóctonos.
Puerto Candelaria (P.C.)– Nosotros somos una banda nacional que siempre le ha interesado explorar las raíces de la música colombiana para incluirle sonidos más modernos y universales como el jazz y el rock, porque al fin y al cabo, pertenecemos a una generación que creció escuchando esos estilo.
Gaiteros de San Jacinto (G.S.J.)– Ahora los pelaos le llaman banda a lo que nosotros los más veteranos conocíamos como grupo o agrupación. Nosotros entendemos el término ‘banda’ ligado necesariamente al formato de las papayeras y éstas, ahí sí, bandas de pueblo compuestas en su mayoría por vientos.
P.C.– Claro... ésa es la definición que siempre hemos tenido los colombianos de esa palabra, pero internacionalmente una banda es un formato en el que varios músicos se reúnen para tocar rock o jazz. En esos estilos es muy normal escuchar esta expresión de ‘banda’. Incluso nuestro más reciente trabajo discográfico se llama Llegó la banda.
G.S.J.– Las bandas en nuestra Costa Atlántica son músicos empíricos y de oído que un día se dejaron llevar por sus sentimientos y se inclinaron por la música. En ese sentido, la primera generación de Los Gaiteros de San Jacinto, es decir
Juan Chuchita, Nicolás Hernández y Toño García, que son los maestros que siguen vivos y que lideran esta gran familia de músicos tradicionales, podrían ser una banda de sonidos puros y autóctonos.
P.C.– Nosotros hemos seguido con mucho cuidado los logros de ustedes y nos encantó que se hayan ganado el Premio Grammy Latino porque fue un reconocimiento a un sonido genuino, un estilo puro y una vida consecuente con las experiencias habituales en las tierras de Bolívar y otros departamentos de la Costa.
G.S.J.– Es que eso es lo que nosotros hemos hecho toda la vida. Hablamos como la gente de San Jacinto habla, pensamos como campesinos normales y nos gusta relatar en nuestras canciones lo que estamos sintiendo. Por ejemplo este verso: ‘Se encienden noches oscuras/ como un jolgorio que canta./ Los repiques de tambores,/ la raza negra levanta,/ y el indio pasivamente/ con su melódica gaita,/ interrumpen el silencio/ cuando una fogata baila,/ y yo siento por mis venas/ un fuego que no se apaga’. Ese es un ejemplo del trabajo nuestro, porque a nosotros nos van llegando las palabras y vamos contando y cantando.
P.C.– Para nosotros ese proceso de la composición es menos espontáneo. Nos gustaría que las frases fueran saliendo y que cuadraran con las notas musicales, pero en la mayoría de los casos esto no fluye tan desprevenidamente. Ésa es una de las características de los músicos que han pasado por la academia. Se gana muchas veces en técnica, pero se pierde en emotividad.
G.S.J.– Es cierto... la tierra proporciona el sabor, las vivencias y todos aquellos elementos esenciales para enriquecer nuestra música. Muchos jóvenes con escuela quieren estudiar nuestras raíces y nosotros ya tenemos el honor de ser maestros de ellos, y debería ser al contrario porque ellos son los que se han capacitado y los que tienen una formación completa en la música.
P.C.– Pero ustedes tienen lo más importante: la experiencia y, sobre todo, la sabiduría para componer, interpretar y divulgar las tradiciones de una región que siempre ha marcado la pauta en cuestiones sonoras. Nosotros, los músicos jóvenes, tenemos mucho, pero mucho que aprender de los grandes maestros. Tal vez lo de
menos sean los conocimientos musicales, creemos que lo más importante son las experiencias como seres humanos.
G.S.J.– La música es, ha sido y será nuestra vida... es como un componente más de la casa en la que crecimos y del hogar que conformamos actualmente. Es nuestra fuente de inspiración, la herramienta principal de un trabajo honesto lleno de sensibilidad, pureza y mucha pasión por lo que nos gusta hacer.
P.C.– Nosotros ya llevamos un tiempo, mucha gente nos conoce pero, comparados con ustedes, estamos hasta ahora comenzando. Lo que queremos hacer es conocer de fondo el sonido colombiano para entonarlo con orgullo y poderlo llevar a muchas parte del mundo.
G.S.J.– Creo que la clave de Los Gaiteros de San Jacinto, los más veteranos y los que integran la nueva generación, es que hacemos lo que nos gusta. Tenemos un formato muy básico: dos flautas de pico llamadas gaitas, una maraca y tres tambores (alegre, llamador y tambora) y con eso transmitimos vivencias rurales a nuestros mismos coterráneos, a la gente de las grandes ciudades y a los pobladores de todo el planeta.
P.C.– De las características más chéveres de la música colombiana es que más que un ritmo, un instrumento o un límite o frontera, lo que la hace colombiana es la vivencia de los compositores, y a eso se le suma la manera en la que el público reacciona a ese estímulo rítmico.
G.S.J.– Claro... aunque a mí este país, por todos los años que llevo en este grupo, me suena ya a gaita y recuerdo la siguiente décima: ‘Es el fuego de mi cumbia,/ es el fuego de mi raza:/ un fuego de sangre pura,/ que con lamento se canta’. Creo que para nosotros, esa es la esencia de la música colombiana, un folclor tan rico que muchas veces es más apreciado en el exterior.
P.C.– Puerto Candelaria no quiere innovar, ni hacer evolucionar la música nacional, solamente pretendemos narrar nuestras experiencias y sueños sin aditamentos ni idealizaciones. Proponemos una opción distinta para desarrollar la vida en un país absurdo llamado Colombia.