Gonzalo Mallarino: “Actuamos más por culpa que por la calidad de las virtudes”
En “Matrimonio” (Tusquets), su más reciente novela, el escritor bogotano cuenta la historia de Lucía y su matrimonio. La carga de la religión de sus padres suscita varios debates sobre el amor y la libertad. Pandemia por el coronavirus.
Andrés Osorio Guillott
¿Cómo se asocia el amor y la libertad? ¿Qué pasa cuando un credo y una tradición señalan lo que debe ser correcto para que una persona pueda amar a otra? ¿Cuál es el peso del matrimonio en una sociedad como la nuestra? Estas preguntas despiertan mientras uno como lector va comprendiendo también que la memoria ofrece un juego entre el desparpajo de arrojar el más extraño de los recuerdos y el asombro de sentir en el interior el impacto de una reminiscencia que relata el origen de una historia, del giro y el rompimiento con la herencia de otras vidas, de otras culpas.
El relato termina siendo un espejo de la memoria, como ya lo marca la contraportada del libro: ¿cómo se resuelve o se responde esa paradoja de la memoria y lo cronológico? ¿Por qué la historia de la humanidad, de nuestro país, sí la terminamos contando en un orden determinado y nuestra propia historia no?
Tal vez recordamos por accidente, un olor, una voz, un reflejo de la luz en un pétalo, nos vuelven al pasado. Pero una vez allí, revivimos todo en presente, nos metemos en la escena recuperada, con toda la intensidad, tal como ocurrió en aquel momento. Es como una especie de PASADO EXACERBADO. Creo que así es como recordamos y convivimos con los recuerdos. Nadie recuerda cronológicamente los recuerdos que definen tanto las circunstancias del presente y del futuro, nos asaltan y nos retrotraen. Literalmente, volvemos a vivir lo ya vivido. Esto, en el ámbito de una novela, supone alteraciones importantes en el lenguaje, para bien del lector, quien de otra manera se enfrentaría solo al recuento de unos hechos. De repente este procedimiento nos viene de la poesía, donde todo es presente, todo es sensación y padecimiento del tiempo. Recuerde, Andrés, lo que decía TS Eliot: “What might have been and what has been, point to one end, wich is always present”.
¿Qué construye a la memoria? Pareciera que lo impactante, lo traumático. ¿Cree usted que por eso hablamos de lo frágil de la memoria? ¿Sería aterrador vivir, por ejemplo, como un Funes el memorioso?
Pero Funes murió agobiado por la enorme inutilidad de sus recuerdos meticulosos y obsesionantes. En esta novela, los recuerdos son la materia misma de la vida que se está viviendo, que están viviendo los personajes, porque siempre están en tiempo presente. Tan es así, que solo con recoger del suelo, del aire, algunos fragmentos del pasado, se arma el collage de toda una vida. Debido a la enorme intensidad de lo recordado. No es ni siquiera necesario narrar en orden cronológico. No hay regodeos, ni circunloquios, el lector recibe en sus manos las gotas esenciales de la experiencia humana de los personajes a lo largo de casi 50 años. ¡En solo 100 páginas! Ahora, respecto de la fragilidad de la memoria, o del azar o la arbitrariedad con que recordamos, es claro que recordamos lo que nos quemó la piel, lo que nos afectó hondamente. Salvo que se trate de una eliminación o un bloqueo, a la manera freudiana, pero eso sería materia de otra novela, ¿verdad?
El contexto de la novela está rodeado de un ambiente de la clase alta bogotana: ¿por qué hablar desde este punto de la sociedad? ¿Qué dice de nuestra realidad esa población?
Una novela, o cualquier obra artística, no tiene el cometido de hablar en defensa de nada, y mucho menos, en defensa de los intereses de una clase social. Ese es el propósito de otro tipo de trabajos. La única obligación de una novela es ser verdadera, sincera, con el carácter y las circunstancias de sus personajes. En esto, el lenguaje es todo, es lo esencial, no ninguna intención preliminar. El carácter transformador del arte, cuando está bien concebido, es decir, cuando logra lo simbólico e intemporal, reside en que altera y modula la visión de la sociedad, de la historia, de la condición humana, gracias al poder de los símbolos que crea. Lo invitamos a leer: El precio de la vida (Relatos y reflexiones)
Hay un componente religioso que termina atravesando la moral. ¿Cuál es su opinión de que la moral precisamente termine anclada a un credo? ¿Cómo hablar de una moral individual si esta termina supeditada a los mandamientos y principios que dicta la religión?
El carácter de las religiones es fundamentalmente moral, es la idea, una idea precisa de cada religión, de cada época, de cada cultura, respecto de cómo debe comportarse el ser humano para lograr su plena realización y el don de la salvación, del “paraíso”. Pero nada de eso interesa en una novela, expresado así. Lo que interesa es cómo toda esa herencia moral y religiosa guía las acciones de los personajes, y la manera como se tratan, se tocan, se miran unos a otros. No hay tal instancia de la moral individual, los personajes viven en el centro de una sociedad, de una comunidad, de una familia que, históricamente, ha hecho unas elecciones y confesado unas creencias y aceptados unos imperativos morales.
¿Cómo afecta a la sexualidad, a la experiencia de la intimidad en pareja, los mandamientos que dicta una religión como el cristianismo?
No podría responder eso, no lo sé, y lo mismo que en el punto anterior, eso es materia de otro ejercicio, de otra forma de aproximación, de otra disciplina de trabajo. Solo puedo decir, que en el caso de los padres de Lucía, hay una carga moral y religiosa que guía sus acciones. Si yo logré expresar eso de manera precisa, verídica, verosímil, a través del lenguaje, habré cumplido mi tarea. Pero yo no soy quién para juzgarlos.
La tentación y el pecado asociados a la mujer. ¿No cree usted que pensamientos similares, como los que plasma uno de los personajes en medio del relato, desencadenan problemas asociados a la discriminación y la violencia?
Puede ser, pero responder a eso no es responsabilidad mía. Lo que sí es responsabilidad mía es que usted, como lector, se relacione con el personaje, desarrolle sentimientos hacia el personaje, lo tenga en su mente y en su corazón, así sea unos segundos. Si eso sucedió, si yo creé un personaje que a usted lo afecta, es porque, necesariamente, usted lo vincula con algo, real, palpable. Ese es el trabajo del escritor, hasta ahí llega.
La mamá del personaje habla de una debilidad que deriva en culpa. ¿Alguna vez se aprende a cargar con ese sentimiento? ¿La culpa no le otorga a la memoria más nostalgia?
Puede ser, no lo sé. Sí hay, en nuestra religión, en el cristianismo, así como en nuestra moral occidental, burguesa, un estatuto terrible para la culpa, que en todo caso guía nuestros actos, los condiciona, los modula, de una manera admirable. No sé si en otras culturas haya sido siempre así. Muchas veces actuamos más por la culpa que por la calidad de nuestros sentimientos y virtudes. Aquí sí le puedo hablar como GM, yo también hago parte de mi sociedad y de la herencia que nos rodea.
La palabra matrimonio posee una carga, una especie de sentencia. ¿Qué tanto puede cambiar el amor cuando el matrimonio se concibe como un compromiso que durará hasta la muerte?
Es verdad, esa palabra tiene una carga enorme en nuestra cultura. Esta novela es un intento de explorar eso.
¿Cómo se asocia el amor y la libertad? ¿Qué pasa cuando un credo y una tradición señalan lo que debe ser correcto para que una persona pueda amar a otra? ¿Cuál es el peso del matrimonio en una sociedad como la nuestra? Estas preguntas despiertan mientras uno como lector va comprendiendo también que la memoria ofrece un juego entre el desparpajo de arrojar el más extraño de los recuerdos y el asombro de sentir en el interior el impacto de una reminiscencia que relata el origen de una historia, del giro y el rompimiento con la herencia de otras vidas, de otras culpas.
El relato termina siendo un espejo de la memoria, como ya lo marca la contraportada del libro: ¿cómo se resuelve o se responde esa paradoja de la memoria y lo cronológico? ¿Por qué la historia de la humanidad, de nuestro país, sí la terminamos contando en un orden determinado y nuestra propia historia no?
Tal vez recordamos por accidente, un olor, una voz, un reflejo de la luz en un pétalo, nos vuelven al pasado. Pero una vez allí, revivimos todo en presente, nos metemos en la escena recuperada, con toda la intensidad, tal como ocurrió en aquel momento. Es como una especie de PASADO EXACERBADO. Creo que así es como recordamos y convivimos con los recuerdos. Nadie recuerda cronológicamente los recuerdos que definen tanto las circunstancias del presente y del futuro, nos asaltan y nos retrotraen. Literalmente, volvemos a vivir lo ya vivido. Esto, en el ámbito de una novela, supone alteraciones importantes en el lenguaje, para bien del lector, quien de otra manera se enfrentaría solo al recuento de unos hechos. De repente este procedimiento nos viene de la poesía, donde todo es presente, todo es sensación y padecimiento del tiempo. Recuerde, Andrés, lo que decía TS Eliot: “What might have been and what has been, point to one end, wich is always present”.
¿Qué construye a la memoria? Pareciera que lo impactante, lo traumático. ¿Cree usted que por eso hablamos de lo frágil de la memoria? ¿Sería aterrador vivir, por ejemplo, como un Funes el memorioso?
Pero Funes murió agobiado por la enorme inutilidad de sus recuerdos meticulosos y obsesionantes. En esta novela, los recuerdos son la materia misma de la vida que se está viviendo, que están viviendo los personajes, porque siempre están en tiempo presente. Tan es así, que solo con recoger del suelo, del aire, algunos fragmentos del pasado, se arma el collage de toda una vida. Debido a la enorme intensidad de lo recordado. No es ni siquiera necesario narrar en orden cronológico. No hay regodeos, ni circunloquios, el lector recibe en sus manos las gotas esenciales de la experiencia humana de los personajes a lo largo de casi 50 años. ¡En solo 100 páginas! Ahora, respecto de la fragilidad de la memoria, o del azar o la arbitrariedad con que recordamos, es claro que recordamos lo que nos quemó la piel, lo que nos afectó hondamente. Salvo que se trate de una eliminación o un bloqueo, a la manera freudiana, pero eso sería materia de otra novela, ¿verdad?
El contexto de la novela está rodeado de un ambiente de la clase alta bogotana: ¿por qué hablar desde este punto de la sociedad? ¿Qué dice de nuestra realidad esa población?
Una novela, o cualquier obra artística, no tiene el cometido de hablar en defensa de nada, y mucho menos, en defensa de los intereses de una clase social. Ese es el propósito de otro tipo de trabajos. La única obligación de una novela es ser verdadera, sincera, con el carácter y las circunstancias de sus personajes. En esto, el lenguaje es todo, es lo esencial, no ninguna intención preliminar. El carácter transformador del arte, cuando está bien concebido, es decir, cuando logra lo simbólico e intemporal, reside en que altera y modula la visión de la sociedad, de la historia, de la condición humana, gracias al poder de los símbolos que crea. Lo invitamos a leer: El precio de la vida (Relatos y reflexiones)
Hay un componente religioso que termina atravesando la moral. ¿Cuál es su opinión de que la moral precisamente termine anclada a un credo? ¿Cómo hablar de una moral individual si esta termina supeditada a los mandamientos y principios que dicta la religión?
El carácter de las religiones es fundamentalmente moral, es la idea, una idea precisa de cada religión, de cada época, de cada cultura, respecto de cómo debe comportarse el ser humano para lograr su plena realización y el don de la salvación, del “paraíso”. Pero nada de eso interesa en una novela, expresado así. Lo que interesa es cómo toda esa herencia moral y religiosa guía las acciones de los personajes, y la manera como se tratan, se tocan, se miran unos a otros. No hay tal instancia de la moral individual, los personajes viven en el centro de una sociedad, de una comunidad, de una familia que, históricamente, ha hecho unas elecciones y confesado unas creencias y aceptados unos imperativos morales.
¿Cómo afecta a la sexualidad, a la experiencia de la intimidad en pareja, los mandamientos que dicta una religión como el cristianismo?
No podría responder eso, no lo sé, y lo mismo que en el punto anterior, eso es materia de otro ejercicio, de otra forma de aproximación, de otra disciplina de trabajo. Solo puedo decir, que en el caso de los padres de Lucía, hay una carga moral y religiosa que guía sus acciones. Si yo logré expresar eso de manera precisa, verídica, verosímil, a través del lenguaje, habré cumplido mi tarea. Pero yo no soy quién para juzgarlos.
La tentación y el pecado asociados a la mujer. ¿No cree usted que pensamientos similares, como los que plasma uno de los personajes en medio del relato, desencadenan problemas asociados a la discriminación y la violencia?
Puede ser, pero responder a eso no es responsabilidad mía. Lo que sí es responsabilidad mía es que usted, como lector, se relacione con el personaje, desarrolle sentimientos hacia el personaje, lo tenga en su mente y en su corazón, así sea unos segundos. Si eso sucedió, si yo creé un personaje que a usted lo afecta, es porque, necesariamente, usted lo vincula con algo, real, palpable. Ese es el trabajo del escritor, hasta ahí llega.
La mamá del personaje habla de una debilidad que deriva en culpa. ¿Alguna vez se aprende a cargar con ese sentimiento? ¿La culpa no le otorga a la memoria más nostalgia?
Puede ser, no lo sé. Sí hay, en nuestra religión, en el cristianismo, así como en nuestra moral occidental, burguesa, un estatuto terrible para la culpa, que en todo caso guía nuestros actos, los condiciona, los modula, de una manera admirable. No sé si en otras culturas haya sido siempre así. Muchas veces actuamos más por la culpa que por la calidad de nuestros sentimientos y virtudes. Aquí sí le puedo hablar como GM, yo también hago parte de mi sociedad y de la herencia que nos rodea.
La palabra matrimonio posee una carga, una especie de sentencia. ¿Qué tanto puede cambiar el amor cuando el matrimonio se concibe como un compromiso que durará hasta la muerte?
Es verdad, esa palabra tiene una carga enorme en nuestra cultura. Esta novela es un intento de explorar eso.