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Goytisolo: nacer en tierra ajena

Hace dos años murió en Marrakech (Marruecos) el escritor español Juan Goytisolo. Considerado uno de los mejores narradores del siglo XX, nunca se sintió en casa cuando estaba en España.

Redacción Cultura.

04 de junio de 2019 - 07:15 a. m.
Goytisolo vivió en París, Nueva York y Marrakech, donde murió ayer. / AFP
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Juan Goytisolo nació en Barcelona en 1931. Antifranquista, eligió el exilio en 1956. Abrazó el realismo social hasta que adoptó nuevas formas literarias que le abrieron el camino de una escritura cosmopolita, de ruptura y de búsqueda. Aunque su voluntad fue la de dejar atrás las formas tradicionales de la cultura literaria española, Cervantes fue su guía, así como los clásicos inconformistas que rompieron la lengua y las convenciones de la novela, la poesía y el teatro.

Es muy revelador que en El País se siga hablando del “maestro Tovar”, del “maestro Aranguren”, del “maestro Laín”... Curiosamente todos ellos fueron franquistas en su juventud. En cambio, no se cita a Cernuda, apenas se cita a Valle-Inclán (que es, en mi opinión, el único autor realmente moderno de la generación del 98), no se cita a Clarín, etc. No hemos salido de ahí.

Goytisolo no se conformó con el entorno que le tocó en suerte y sabía bien que España, su país natal, está hoy permeada por las mentiras, el desempleo y el desastre social. Esa misma actitud, que por fortuna ve siempre el vaso medio vacío, la trasladó a la literatura a través de la experimentación. Para Goytisolo, los géneros carecen de muros, de límites, porque todos ellos (la novela, el reportaje, la poesía) están en clara consonancia con la mutación: justo esa mutación que la sociedad española (tradicional y católica todavía, en términos del escritor) se resiste a cumplir.

Mi “yo” es una acumulación de “yos”, es decir, soy barcelonés, fui parisiense, soy marrashi, fui neoyorquino, lo importante son los sitios donde uno se siente bien.

La muerte de la madre en un bombardeo de Barcelona, durante la Guerra Civil, debe ser uno de los orígenes de la vocación intelectual y literaria de Goytisolo. La casa cae, la madre muere y los hijos, Juan, José Agustín y Luis, le piden explicaciones no a la historia y ni siquiera a la política, sino al lenguaje. La lengua española es fecunda en desamparos, no está hecha para albergar sino para recusar. Pero los tres hermanos hacen suyo el español para reconstruir la casa, devolverle la palabra a la madre y hacer, cada uno de ellos, camino al desandar.

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Creo que fui programado para escribir. Empecé a los 7 u 8 años y nunca se me ha ocurrido otra cosa.

Después de eso, Goytisolo escribió sin parar. Debutó como narrador en los años de la literatura social de posguerra —su primera novela, Juegos de manos, es de 1954—. Siempre estableció una relación directa entre su abandono del realismo y la asunción de su homosexualidad. A contar esa evolución personal, remontándose a la infancia, consagró en los años ochenta del siglo pasado dos magistrales libros autobiográficos: Coto vedado y En los reinos de taifa.

Pero fue un libro el que rompió todo: a Goytisolo y a la historia. Una novela prohibida en España hasta la muerte de Franco, cuyo título provisional salió de un verso de Luis Cernuda, referente intelectual de Goytisolo: Mejor la destrucción, el fuego. El libro se publicó en México en 1966 con un título que haría fortuna: Señas de identidad. Con 35 años, Goytisolo cambiaba la narración tradicional en tercera persona por una suerte de “verso libre narrativo” en el que se mezclan las personas verbales, los tiempos y los materiales hasta formar un coro de voces. “Señas de identidad nace de la insatisfacción respecto a mi propio trabajo”, decía. “Con los primeros libros había cumplido con mi deber de ciudadano, pero no con mi deber de escritor: devolver a la literatura algo distinto de lo que recibiste. Sin la idea de novedad no hay obra verdadera, y yo no había roto con el canon literario”.

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El escritor murió el 4 de junio de 2017 a los 86 años en Marrakech (Marruecos), donde vivía. Murió sin alardes ni trompetas. Murió lejos del lugar donde nació pero que nunca fue su hogar.

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Por Redacción Cultura.

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