Publicidad

Guerra

Jane Teller presentó en la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín su obra "Guerra", editado por Seix Barral.

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Fernando Araújo Vélez
13 de septiembre de 2016 - 02:00 a. m.
Portada de “Guerra”, editado por Seix Barral.
Portada de “Guerra”, editado por Seix Barral.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Hubo un tiempo de guerra que ella describió, y de sus palabras surgieron bombas y balas, metrallas, heridos y muerte y desplazados. Un tiempo que condensó en un libro de pocas páginas al que tituló Guerra, simplemente Guerra (Jane Teller, Seix Barral), y que en un apéndice decía, o gritaba, “El desplazado eres tú”. Hubo una guerra imaginada que fue real, y una especie de carta para miles de miles de niños y adolescentes y adultos, que se iniciaba con una lacerante pregunta: “Qué pasaría si llegara la guerra a tu ciudad. ¿Adónde irías? Si las bombas hubieran destruido la mayor parte de Bogotá y muchas ciudades y pueblos de Colombia estuvieran en ruinas”. (Lea también: La mañana en que todo cambió)

Hubo un tiempo de desplazados en el libro, que se escapaban de sus páginas porque eran reales, los desplazados nuestros de cada día, los desplazados de Europa, de África, de América, de Asia, que eran, son y serán personas con sus familias y sus dolores a cuestas, todos, en busca de un lugar para vivir, sólo para vivir y lograr rehacer sus vidas, lejos de las bombas y la opresión, lejos de la sangre del poder que se disfraza de discurso e ideología. Desplazados, una simple palabra que jamás logrará abarcar el sentido del hecho de tener que irse de un lugar para siempre, con el miedo y la incertidumbre clavados en los huesos, y dos o tres mochilas cargadas de necesidades.

Hubo un tiempo de angustia vital entre las líneas de Teller, porque la guerra nunca fue un episodio como el que enseñan en las aulas de clase, no. La guerra fue y ha sido el dolor y el miedo y el no saber qué va a pasar y el esperar en un rincón a que explote la próxima bomba, el sufrir por uno y por los demás, por la familia, por el vecino, y el tener que cambiar costumbres, rituales, amores, pan, y enterrar a los muertos, a tus muertos, y traicionar y venderse si es necesario, y callar, porque una palabra de más puede ser una afrenta. Y callar, porque en las guerras no hay espacio para la razón, para comprender que nos matamos todos y todos somos enemigos porque unos pocos lo dictaminaron, en nombre de patrias, himnos, orden y más embelecos.

Por Fernando Araújo Vélez

Conoce más

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.