
Günter Grass ganó el Premio Nobel de Literatura en 1999. / EFE
Qué paradójico recordarlo a cinco años de su muerte. Ahora estamos en la cocina pelando la cebolla de recuerdos que no nos pertenecen, o que fueron prestados por medio de la literatura. Y ello termina por llevarnos a descubrir que lo misterioso y sublime de la escritura está en ello, en que finalmente los recuerdos propios terminan siendo prestados a otros, y los otros lo toman porque el asombro de sentirnos en la pluma de los que están ahí y no vemos nos hace comprender que en medio de tantas diferencias terminamos siendo tan humanos como el...
Por Andrés Osorio Guillott
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