
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
¿Cómo descubrió la pasión por actuar?
Nunca he tenido la oportunidad de decir esto, porque para mí es algo muy íntimo. Empecé en la actuación como una forma de terapia psicológica. Recuerdo que me gradué del colegio y, a los dos meses, un conocido llegó a mi casa en Palmira, cerca de Cali. Él me dijo: “Pertenezco a un grupo armado y mi capitán me ordenó que te llevara mañana a la montaña. Te lo digo porque me caes bien y quiero darte esta información para que te vayas de la ciudad”. Esa misma noche me fui y llegué a Bogotá. Estuve un par de meses encerrado, recibiendo amenazas constantemente, lo cual me generó muchos nervios y una desconfianza muy grande de volver a salir o a relacionarme con las personas. Pasado un tiempo, cuando ese problema empezó a resolverse, vi un anuncio sobre un taller de actuación para televisión, dirigido por Waldo Urrego. Nunca se me había pasado por la cabeza actuar, pero justo una psicóloga me lo había sugerido como parte de mi proceso en terapia. Entonces salí caminando —era la primera vez que salía después de todo lo que había pasado—, fui hasta el taller, tomé mi primera clase y, desde ese momento, me enamoré del arte de actuar. Después de un tiempo tuve que devolverme a Cali y ahí comencé a buscar escuelas para formarme profesionalmente. Entré en una, hice mi carrera y después empecé a viajar por varios países buscando profundizar cada vez más en este oficio.
¿Qué significó poder formarse en diferentes países?
Siento que no solamente los actores, sino cualquier persona en cualquier ámbito, debería viajar, abrir un poquito su mente, conocer el mundo, “salir de su cuadra”, como solía decirme una maestra. Solo así es que uno puede darse cuenta de que hay mucho por descubrir. Cada vez que conoces una cultura diferente entiendes que somos más pequeños en este mundo de lo que creemos y viajar no solo me dio la oportunidad de entender eso, sino también de abrir mi mente y ser un poco más receptivo, porque antes era muy cerrado respecto a muchos temas. Varias personas me dicen que soy un alma vieja, y se lo atribuyo justamente a esa oportunidad que tuve de viajar.
Y en ese proceso, ¿cómo fue relacionarse con actores que, al igual que usted, eran extranjeros allá?
Recuerdo que estaba en Colombia, ya había regresado de Cuba, y tuve la oportunidad de interpretar a un personaje para la primera temporada de “Narcos”, pero me lo quitaron por no saber inglés. A las pocas semanas de haber perdido ese proyecto decidí irme a Australia a estudiar el idioma, porque dije: “En el punto en el que estoy en mi carrera no puedo dejar pasar más oportunidades por esto”. Y desde que llegué allá me propuse no juntarme con colombianos ni con personas que hablaran español. Quise forzarme todo el tiempo. Eso me llevó a compartir con personas de muchos países: abudabíes, franceses, asiáticos —muchos asiáticos—, indios, entre muchos otros. Fue un cambio cultural muy fuerte, pero me sirvió precisamente para eso, conectar con personas de otras culturas y abrirme a aprender de ellas.
¿Cómo fue pasar de papeles secundarios a asumir el protagónico de una película?
Es una responsabilidad muy grande, e incluso hubo momentos en los que pensé: “¿En qué me estoy metiendo?”. Pero cuando realmente amas esta profesión, el reto se convierte en algo bonito, en algo que empiezas a disfrutar. Además, no solo lo digo por tener el papel principal en esta producción, sino también porque la historia que se está contando sobre las “terapias de conversión” es muy fuerte. Es una historia que no le va a caer bien a todo el mundo, porque se trata de un tema delicado, un tema que critica y deja planteadas ciertas preguntas para que el espectador tome su propia decisión. Ser el protagonista de este proyecto representa para mí una gran responsabilidad, porque es un grito, una denuncia sobre algo que está sucediendo y de lo que muchas personas no hablan, pero que, para mí, debe contarse de la forma más limpia y respetuosa posible.
¿Cuáles fueron los retos de tocar un tema como las prácticas de conversión?
Fue meterme en terrenos peligrosos. Antes era una persona muy religiosa, pero pasé a tener una espiritualidad más propia e independiente. Entonces, fue una controversia grande cuando me llegó este proyecto, porque las cabezas de estas prácticas son instituciones religiosas, y justo estaba en esa transición entre la institución y mi propia espiritualidad. Entonces, fue un momento difícil en el que tuve que parar y preguntarme: “¿Voy a ir en contra de algo en lo que creía? ¿En qué posición estoy? ¿Cómo voy a contar esto?”. Además, tengo amigos pastores, y pensé que me los iba a echar de enemigos. Sin embargo, después entendí que, como actor y como artista, debo separar las cosas. Ese fue un reto que me costó bastante, pero que logré asimilar para poder afrontar este proyecto.
¿Cómo se proyecta como actor de cara a este nuevo proyecto?
Este proyecto llegó en un momento de transición en mi trabajo. Me puse a pensar adónde quiero llegar con esto, y me di cuenta de que lo que quiero es trabajar en proyectos que cuenten algo. Para mí, esta es una oportunidad enorme. Cuando me estaba preparando para interpretar este papel me senté a hablar con personas que han pasado por este tipo de procesos. Pensé: “Esto hay que contarlo”. Esa es mi proyección como actor. Ahora también estoy incursionando en la parte de dirección, y quiero que cada proyecto en el que participe sea una oportunidad para contar una historia. Le agradezco al universo porque me está alineando justamente con eso. Actualmente estoy en Bogotá realizando un proyecto para Sony, y es también uno que cuenta una historia muy bonita. Sobre todo, con sentido. Para mí, el arte es eso: poder transmitir y dejar un mensaje, una semilla, que cada persona lleve consigo.
