
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Alguna vez creí que era dueña de todo, que tan fácil como lo pensaba lo podía lograr. Cuando las hojas me decían que solo debía perpetuar.
No hay manera de evadir esta realidad expuesta. Más que las lúgubres, el tormento, la impresión y la certidumbre, es lo que sucedió.
Mientras creo que mis limitaciones se arraigan de otro irascible, vuelvo a donde empiezo y ahí es donde creo.
Cuando vacío el espacio, ese infinito enigmático, vuelvo y me prendo de mi barahúnda mental.
Sigo en esta revuelta, en esta perplejidad que no me encuentra, y al buscar y no hallar percibo que ayudo a indeterminar.
Las ideas que constituyen este encuentro se esclarecen entre las barreras que me atormentan.
Logro disuadir ese instinto que me carcome; me compone, pero no me forma: no soy más que mis extremidades.
Posiblemente las representaciones coexisten, atraviesan una idea y la fomentan, o sin darnos cuenta, son.
Veo que se han manifestado mis cortapisas, permito que nazca una concepción inexacta que logre extraer lo que considero imaginario.
Como en espiral sucede, es como se construye; como lo percibo es como no se ve; como lo siento es como se deforma; como mis pensamientos lo determinan es como existe.
Esta confusión que vacila entre la percepción del tiempo y mi designio, acabó por soltarse, y entre más lo pienso, más pierde su conciencia.