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El pintor neerlandés que engañó a los Nazis con un Vermeer falso

Han Van Meegeren, en medio de la ocupación nazi a Países Bajos durante la Segunda Guerra Mundial, vendió una pintura de Vermeer falsificada por él mismo a uno de los altos mandos del régimen alemán y se convirtió en uno de los falsificadores de arte más reconocidos de la historia.

Andrea Jaramillo Caro

26 de junio de 2025 - 10:13 a. m.
Han Van Meegeren fue acusado de colaborar con los nazis luego de venderle a Herman Göring un falso Vermeer.
Foto: Koos Raucamp
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“El hombre que engañó a Hermann Göring” fue una de las formas por las que se conoció a Han Van Meegeren. Su historia estuvo marcada por la adicción, la pintura y la guerra. Aunque no fue bien recibido como artista, sus críticos decían que le faltaba originalidad, el pintor decidió forjar su camino utilizando como base las obras de los grandes maestros de antaño para engañar al mundo. Sin embargo, fueron sus obras falsas y copiadas las que terminaron salvándole la vida en 1945.

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Originalmente, iba a ser arquitecto. Fue su padre quien lo inclinó hacia la arquitectura, aunque desde sus años escolares el futuro copista conocía las técnicas de Vermeer, gracias a un profesor de colegio, quien, como él, rechazó el movimiento impresionista y otras vanguardias al considerarlas “arte degenerado”. Cuando entró a la Universidad de Delft en 1907, probó tener madera para su campo de estudio y llegó a diseñar una casa que aún sigue en pie en Delft. Su padre no aprobaba las inclinaciones artísticas del tercero de sus cinco hijos, pero Van Meegeren encontró la forma de estudiar dibujo y diseño sin abandonar la carrera que pagaba su padre. Sin embargo, en 1913 abandonó la arquitectura, al no presentar el último examen, y se decantó por las artes.

Consiguió una certificación en la Academia Real de las Artes en La Haya, en 1914, y comenzó su carrera como profesor, mientras creaba pinturas y diseños, con las cuales complementaba el sustento para su esposa y dos hijos. Las copias y engaños llegarían más adelante en su vida, pues, en ese momento, había conseguido cierto reconocimiento y se perfilaba como un artista de renombre, haciendo parte de sociedades artísticas prestigiosas. Su carrera comenzó a despegar con una exhibición en solitario en 1917 y comenzó a viajar a otros países europeos.

Se dice que tenía cierto talento para los retratos, y que era un poco popular entre las élites por su estilo parecido a Rembrandt y el entendimiento que tenía de las técnicas del siglo XVII, pero sus contemporáneos y críticos lo acusaban de no ser original. Un crítico escribió sobre una de sus exhibiciones que Van Meegeren era: “Un técnico talentoso que ha hecho una especie de facsímil compuesto de la escuela del Renacimiento, tiene todas las virtudes, excepto la originalidad.” El pintor respondió con una serie de artículos en la revista de arte De Keemphan, en 1928.

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Pero los problemas de Van Meegeren iban más allá de la visión de sus críticos. En 1921 comenzó a beber y a tener problemas de adicción. Luego, en 1923, se divorció de su esposa y tres años más tarde contrajo matrimonio con una actriz. Para sustentar su nuevo estilo de vida, el pintor se dedicó a los retratos y comenzó a crear copias de grandes maestros como Frans Hals y, luego, Vermeer.

Pero, de acuerdo con la BBC, quiso demostrar que él podía hacer más que solo copias y se ideó un plan para callar a sus críticos. En 1932 se propuso crear una nueva obra de Johannes Vermeer. Sería una obra inédita, que ni el mundo ni el artista del siglo de oro neerlandés habrían imaginado. “Van Meegeren se puso a trabajar en el sur de Francia para crear «La cena de Emaús», considerada durante mucho tiempo la obra maestra de Vermeer. Van Meegeren sabía que la pintura tendría que superar pruebas para ser considerada auténtica. Se aseguró de utilizar un lienzo y pigmentos auténticos del siglo XVII. A esto añadió baquelita, que al hornearse endurecía la pintura, dándole la impresión de tener cientos de años”, reportó el medio inglés.

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“Cristo y los discípulos en Emaús” se convirtió en su mejor falsificación. Parte de su plan fue hacer que uno de los académicos más respetados del momento reconociera su obra como legítima y lo logró. Sin embargo, la fase final de revelar el engaño no llegó a completarse.

“En septiembre de 1937, Bredius identificó Cristo y los discípulos de Emaús como una obra maestra de Vermeer de Delft. Bredius sostuvo que Vermeer había sido influenciado por la pintura italiana, y la falsificación de Van Meegeren fue especialmente bien recibida, ya que respaldaba esta teoría; justo lo que Van Meegeren esperaba. Al principio, Van Meegeren quiso revelar el fraude —sobre todo porque despreciaba en particular a Bredius—, pero cuando vendió la falsificación de Vermeer por el equivalente a lo que ahora serían varios millones de dólares, como era de esperar, lo pensó mejor", escribió Jonathan Janson en el portal Essential Vermeer.

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Su obra maestra fue vendida al Museo Boijmans Van Beuningen y se convirtió en su principal atracción. Motivado por su reciente éxito, el falsificador continuó alimentando su portafolio de piezas y amasando una fortuna en el proceso. Tras su regreso a los Países Bajos en 1939, se asentó en la ciudad de Laren.

Van Meegeren vio cómo los nazis descendían sobre su tierra natal y allí se quedó. En 1942, mientras que el régimen alemán continuaba su ocupación de los Países Bajos, ingresó un nuevo personaje a esta historia: el marchante de arte Alois Miedl. “Hombre de confianza de Göring, Miedl fue una partícipe necesario de la colección que el militar resguardaba en Carinhall, ya que fue el encargado de venderle obras como Dos filósofos de Rembrandt y otras de Salomon van Ruysdael, Hans Memling, Cranach el Viejo, Gerard ter Borch, Jacopo del Casentinoy Frans Hals", reportó Juan Batalla.

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Miedl compró “Cristo con la adúltera” a Van Meegeren en 1943 como un Vermeer original, aunque la obra hubiera sido creada apenas dos años antes. Como pago, el falsificador recibió 1,65 millones de florines holandeses y 137 obras que fueron saqueadas y robadas a familias judías durante el inicio de la guerra, por una obra enmarcada en el contexto de su salud decayente a causa de sus adicciones a la morfina y al alcohol. El marchante de origen alemán fue entonces a ver a Hermann Göring, comandante en jefe de la Luftwaffe. Al militar nazi le presentó la falsificación de Van Meegeren como un Vermeer auténtico, al no tener un punto de comparación, dado que todas las colecciones de los museos estaban bajo resguardo, la obra fue aceptada.

Con el fin de la guerra acercándose en 1945, el Capitán Harry Anderson descubrió la pintura de “Cristo con la adúltera” en la colección personal de Göring y trazó la procedencia de esta hasta Van Meegeren. Fue entonces cuando el falsificador se enfrentó cara a cara con la justicia. El 29 de mayo de ese año fue arrestado bajo los cargos de fraude y colaboración con el enemigo por la venta del supuesto Vermeer. El castigo por este crimen era la muerte y, para escapar su sentencia, el pintor tuvo que confesar el modus operandi de su estafa. “Tras dos semanas de prisión, el 12 de junio, Van Meegeren reveló que no podía ser acusado de colaboración, ya que él mismo había pintado el cuadro en cuestión. Tras seis semanas en prisión, fue alojado en una casa alquilada por el gobierno holandés, donde comenzó a pintar, para beneficio de las autoridades judiciales, su último “Vermeer”: Jesús entre los Doctores", escribió Janson.

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Con la confesión y su última falsificación realizada, un panel de expertos declaró que la venta a Göring no había involucrado ningún patrimonio cultural neerlandés, por lo que los cargos de colaboración con el enemigo fueron desestimados. Sin embargo, esto no evitó que fuera acusado de falsificación y fraude en 1947. Aunque, en su defensa, dijo que debería ser aclamado como héroe nacional, ya que gracias a la venta de sus falsificaciones, recuperó cientos de obras maestras neerlandesas. El argumento de Van Meegeren fue insuficiente, pues fue sentenciado a un año en prisión por sus crímenes. Sin embargo, nunca llegó a cumplir su sentencia, pues mientras esperaba a ser trasladado a la prisión, su salud continuó empeorando y el 26 de noviembre de 1947 sufrió un ataque al corazón por el cual fue llevado a un hospital en Ámsterdam, donde falleció el 29 de diciembre a causa de un segundo ataque cardiaco, a los 58 años.

El falsificador logró vivir una vida llena de lujos gracias a las obras falsas que creaba. Compró decenas de propiedades y, en una biografía publicada en 1967, se estimó que engañó a sus compradores, entre ellos el gobierno neerlandés, por $30 millones de dólares.

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Por Andrea Jaramillo Caro

Periodista y gestora editorial de la Pontificia Universidad Javeriana, con énfasis en temas de artes visuales e historia del arte. Se vinculó como practicante en septiembre de 2021 y en enero de 2022 fue contratada como periodista de la sección de Cultura.@Andreajc1406ajaramillo@elespectador.com
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