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Hannah Arendt: la comprensión de la violencia y la banalidad del mal

Han pasado ocho décadas desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. La barbarie de aquel entonces fecundó cientos de ideas e historias que nos hacen reflexionar sobre lo que somos capaces de hacer los seres humanos. En medio de la filosofía de la época, rescatamos algunos conceptos de la pensadora alemana Hannah Arendt. Primera entrega.

Andrés Osorio Guillott

23 de junio de 2025 - 02:12 p. m.
Foto: Éder Leandro Rodríguez
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La misma historia nos lo fue demostrando, pero sin irnos tan lejos, antes que Hannah Arendt, quizá quien nos alertó sobre el potencial que tenemos todos los seres humanos de hacer el mal o de representar una especie de peligro para los otros fue Thomas Hobbes, quien con su frase “el hombre es un lobo para el hombre” —que en realidad fue dicha en la antigua Roma por el dramaturgo Plauto— nos mostró que todos podemos representar una amenaza para los demás, pues es parte de nuestra naturaleza que también se halle la presencia de eso que llamamos “el mal”.

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En Leviatán, Hobbes escribió: “Durante el tiempo en que los hombres viven sin una autoridad común que los mantenga a todos en respeto, se hallan en aquella condición que se llama guerra, y esa guerra es tal que es guerra de todos contra todos”. Quizá por instinto, por supervivencia, pero en nuestra condición más primitiva, sin ni siquiera ser conscientes de ello, podríamos ser portadores de la maldad.

La Segunda Guerra Mundial fue una de las cumbres de la barbarie en la historia de la humanidad. Entre 1939 y 1945, el nazismo instauró un régimen que causó la muerte de 80 millones personas y donde unos 18 millones de personas fueron recluidas en los cientos de campos de concentración creados en ese lapso, que fueron la muestra más fehaciente de que habíamos roto todos nuestros límites e incluso de que habíamos superado nuestra imaginación con respecto a los lados más oscuros de nuestra condición. De ahí la importancia de lo que dijo Theodor Adorno: “La exigencia de que Auschwitz no se repita es la primera de todas en la educación”.

Fue precisamente en esos lugares, en los que murieron también cerca de 11 millones de personas, donde la tortura y el nivel de degradación de los seres humanos alcanzó un punto que costaba creer. La literatura y el arte dieron cuenta de esto. Solo por poner un ejemplo, está este poema del cineasta y escritor italiano Tonino Guerra: “Contento, lo que se dice contento, / he estado muchas veces en la vida / pero más que ninguna cuando / me liberaron en Alemania / que me quedé mirando una mariposa / sin ganas de comérmela”.

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En este contexto, pero ya exiliada en Estados Unidos, la filósofa alemana Hannah Arendt empezaba a dejarle al mundo una serie de reflexiones que aún, en tiempos y lugares completamente diferentes, siguen vigentes.

Tras la ascensión de Hitler al poder, Arendt fue detenida por ayudar a recopilar pruebas de propaganda antisemita. Al ser liberada, huyó a París, donde trabajó para organizaciones judías que ayudaban a niños a escapar del régimen nazi. En 1941, cuando el nazismo llegó a Francia, la pensadora alemana pudo emigrar a Estados Unidos con su mamá y con Heinrich Blücher, su esposo.

La Segunda Guerra Mundial terminó, pero sus consecuencias y alcances seguirían viéndose con el paso de los años. Fue así como, por ejemplo, del 11 de abril al 15 de diciembre de 1961 fue el juicio a Adolf Eichmann, teniente coronel de las SS que había huido a Argentina en 1950 y fue capturado en 1960 por el Mossad, el servicio secreto israelí. Hannah Arendt asistió en varios momentos al juicio y de allí surgió Eichmann en Jerusalén, libro que expone su concepto de la banalidad del mal.

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Allí, la alemana mostró algo que podría resultar aterrador, pero que puede dialogar con la idea citada de Hobbes. En su ensayo, Arendt señaló que una persona común y corriente, como usted o como yo, podía reproducir el mal, aunque no necesariamente tuviera un interés o una afinidad con este concepto y sus múltiples manifestaciones en la realidad. En otras palabras, no tenemos que ser malvados ni tener una inteligencia dada para el crimen para hacer que este ocurra.

Dijo Arendt en su libro: “Eichmann no era un Yago ni un Macbeth, y nada pudo estar más lejos de sus intenciones que ‘resultar un villano’, al decir de Ricardo III. Eichmann carecía de motivos, salvo aquellos demostrados por su extraordinaria diligencia en orden a su personal progreso. Y, en sí misma, tal diligencia no era criminal; Eichmann hubiera sido absolutamente incapaz de asesinar a su superior para heredar su cargo. Para expresarlo en palabras llanas, podemos decir que Eichmann, sencillamente, no supo jamás lo que se hacía. Y fue precisamente esta falta de imaginación lo que le permitió, en el curso de varios meses, estar frente al judío alemán encargado de efectuar el interrogatorio policial en Jerusalén y hablarle con el corazón en la mano, explicándole una y otra vez las razones por las que tan solo pudo alcanzar el grado de teniente coronel de las SS, y que ninguna culpa tenía él de no haber sido ascendido a superiores rangos”.

Roberto Palacio, ensayista y autor del libro La era de la ansiedad, habló para El Espectador sobre la relevancia y vigencia de lo planteado por Arendt hace más de 60 años y afirmó: “La idea de la banalidad es muy sencilla. Tendemos a pensar que el malvado es grandioso, no es ningún tonto, es una especie de genio. En su época, estaba el mito de que eran personas muy inteligentes. La idea de Arendt es que el mal no es una propiedad grandiosa, no es de la gente genial, sino que es trivial, como una especie de vacío, como un hongo que se esparce por el mundo. Es como el odio, no tienen contenido, no tienen profundidad. En su época fue muy criticada. Ella quería demostrar un rasgo más peligroso del mal y es que parece inocuo, pero el hongo también te mata”.

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Varios conceptos e inquietudes se desprenden de allí. El papel de la obediencia y el límite que habría entre este elemento y una conciencia de la moral, el rol del poder o de la burocracia e incluso el miedo de reconocer a los otros como malvados sin que lo demuestren en su condición son algunas cuestiones que podrían abordarse.

“Teóricamente, Eichmann sabía muy bien cuáles eran los problemas de fondo con que se enfrentaba, y en sus declaraciones postreras ante el tribunal habló de ‘la nueva escala de valores prescrita por el gobierno [nazi]’. No, Eichmann no era estúpido. Únicamente la pura y simple irreflexión —que en modo alguno podemos equiparar a la estupidez— fue lo que le predispuso a convertirse en el mayor criminal de su tiempo. Y si bien esto merece ser clasificado como ‘banalidad’, e incluso puede parecer cómico, y ni siquiera con la mejor voluntad cabe atribuir a Eichmann diabólica profundidad, también es cierto que tampoco podemos decir que sea algo normal o común”, escribió Arendt.

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Los contradictores de Arendt argumentaron en su momento que lo dicho por ella pasaba por alto que el mal no podía ser banal, que realizarlo era una elección deliberada y que, además, en el caso de Eichmann, este no fue del todo pasivo, que no fue la mera irreflexión la que lo llevó a ser uno de los autores intelectuales del genocidio judío, sino que en realidad estuvo convencido de su antisemitismo.

No obstante, Arendt aclara en su ensayo que “en realidad, una de las lecciones que nos dio el proceso de Jerusalén fue que tal alejamiento de la realidad y tal irreflexión pueden causar más daño que todos los malos instintos inherentes, quizás, a la naturaleza humana. Pero fue únicamente una lección, no una explicación del fenómeno, ni una teoría sobre el mismo”.

En este caso, esa irreflexión, disfrazada de una ciega obediencia, devela dos elementos que Arendt exploró también en su filosofía: la burocracia y el poder. Con respecto a la primera, Palacio señaló: “Eichmann era un gran burócrata. Colombia es un país plagado de burócratas. Si hay dos ámbitos de la vida que han llegado hasta nosotros heredados del nazismo son la publicidad y la burocracia. Esta última tiene sus reglas, sus estatutos y demás para hacer una ordenanza obligatoria, casi que como si fueran leyes naturales. A los judíos hay que exterminarlos, decían los burócratas del nazismo. Esto es así y punto; no se cuestiona. Ahí vemos la convergencia de la banalidad con la maldad. La forma en la que ejercemos la maldad o la crueldad es a través de lógicas como estas que se muestran altamente sofisticadas y en las cuales colaboran no miles, sino millones de personas que creemos que estamos haciendo una especie de empeño colectivo y en la que parece que no podemos echarnos para atrás”.

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Importante entonces aclarar que la burocracia no es propia del nazismo, pero sí fue allí que pudimos quizá notar la gravedad que puede llegar a tener un entramado de estas dimensiones. Años antes, también en Alemania, Franz Kafka nos alertaba sobre esa nueva condena del ser humano moderno en su literatura, en especial en libros como El proceso y El castillo. Incluso, en una conferencia de Walter Benjamin llamada “Sobre la construcción de ‘La muralla china’, de Franz Kafka”, dictada el 3 de julio de 1931, el alemán dijo: “El hombre actual vive en su cuerpo como K. en la aldea al pie de la montaña del castillo: como un extraño, como un paria que nada sabe de las leyes que unen ese cuerpo con otros órdenes superiores (…) Se ve bien que los círculos superiores viven tan ignorantes de la ley como los inferiores y que, al no haber barreras divisorias, las criaturas de todos los órdenes se entremezclan, unidas furtivamente por un único sentimiento: el miedo”.

Volviendo a Palacio, este considera que “‘nadie es para sí mismo un malvado’, decía Michael Cane. Si ustedes ven las imágenes de Hitler, ¿ustedes creen que él era para sí mismo un malvado? Seguramente no. El famoso líder de las SS, que era Himmler, realiza un discurso en el que dice que no le gusta dispararles a personas todo el día, pero que hay cosas desagradables que tienen que hacer. La persona que hace cosas malvadas se ve como una persona que le toca hacer ciertas acciones que no son fáciles, pero que, para lograr un propósito más grande, tiene que llevarlas a cabo”.

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