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Héctor Osuna: artista del dibujo y la palabra

El 26 de mayo de este año, Héctor Osuna Gil, caricaturista y periodista, fue recibido como miembro honorario de la Academia Colombiana de la Lengua.

Paula Andrea Baracaldo Barón

26 de mayo de 2025 - 07:30 p. m.
Héctor Osuna ha publicado caricaturas en medios como El Espectador y la revista Semana.
Foto: Sebastián Rodríguez
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Pasadas las 11:00 de la mañana, los miembros de la Academia Colombiana de la Lengua dieron inicio a la ceremonia de recibimiento como miembro honorario de Héctor Osuna, caricaturista y periodista colombiano.

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El primero en tomar la palabra fue Eduardo Durán Gómez, abogado y director de la Academia Colombiana de la Lengua. “Para quienes crecimos admirando el talento de Héctor Osuna, plasmado en el género de la caricatura, aprendimos a seguirlo con devoción constante, en la actuación profesional e intelectual debido al enorme ingenio que encierra la creación”. Así lo describió Durán Gómez, quien no escatimó palabras para traer a la alocución el trabajo del caricaturista a lo largo de los años y su “agudeza intelectual”.

Quiso señalar, además, que se ha sabido reconocer en él un talento poco común: el dominio de un lenguaje que no se limita a la crítica, sino que lo enriquece con sorna y provoca la risa del lector. Luego de la intervención del director, tomó la palabra Héctor Osuna: “tal vez se espera de mí un discurso que no voy a pronunciar”. Lo que vino, en cambio, fue una suerte de introspección a la que el caricaturista llamó “De mi vida al humor”. Leído con pausa —y con volumen bajo a pesar del micrófono que lo acompañaba—, habló del cómo la palabra y la imagen conviven como formas de lenguaje.

Además, hizo alusión a la caricatura como medio de expresión, que ocupa un lugar que se rodea de la observación, el juicio y la relación entre apariencia y sentido: el dibujo se convierte en una forma de escritura paralela.

El humor, compartió Osuna, es un elemento heredado, vinculado a su padre, y es una práctica que no excluye la reflexión. Lo plantea como una forma de ver, de acercarse al mundo y de leer lo no dicho. “Lo que nadie sabe es que Vicente, mi padre, fue también un aprendiz. Además de manejar las letras, literalmente, como principiante de la tipografía y de la imprenta”.

A partir de mediados del siglo XX, inició sus publicaciones en El Espectador, a través de una tira titulada “Rasgos y Rasguños”. Fue en la caricatura en donde depositó su visión del mundo. Durante el discurso, la describió como un lenguaje paralelo, “un desacierto voluntario del buen juicio”.

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Daniel Samper Ospina, en representación de su padre, Daniel Samper Pizano, leyó el discurso que se escribió para conmemorar al nuevo miembro. “El nuevo miembro de esta vieja casa nos ha contado acerca de su familia y sus antecedentes personales, políticos y profesionales. Volvamos a Confucio, a quien fuere el inventor del acento. El dilema de la imagen y las palabras brota inevitablemente cuando una academia dedicada a la lengua propicia el ingreso a su seno de un célebre caricaturista”.

El periodista recordó que ejercer el humor gráfico sigue siendo una actividad de alto riesgo. Prueba de ello, afirmó, es la larga lista de caricaturistas recientemente asesinados, como los miembros de “Charlie Hebdo” en París, o perseguidos, como el bangladesí Ahmed Kabir Kishore; expulsados de sus empleos, como Antonio Moreira Antunes en “The New York Times”, o Michael de Adder en medios canadienses, o incluso simplemente cancelados, como Matador, en Colombia. Un cúmulo de casos que, según citó Samper, llevó al cineasta David Truffaut a preguntarse si aún hay espacio para el humor en la prensa seria. “Si uno revisa el humor desde hace un siglo hasta hoy —escribe Truffaut— encontrará una desaceleración y una regresión de las libertades, patrocinada por la exacerbación de la hipersensibilidad”.

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Durante décadas, agregó, los colaboradores de las páginas editoriales solo podían opinar en la misma línea ideológica del medio. Esa “esclavitud intelectual” era aún más rigurosa con los caricaturistas, cuyos trazos debían reflejar el pensamiento de la casa editorial y no la propia. Fue apenas en la segunda mitad del siglo XX cuando los columnistas comenzaron a reclamar —con éxito— el derecho a disentir públicamente.

“Pero conviene añadir una faceta más: la del periodista. Ese ciudadano curioso, incómodo, dedicado a escrutar la actualidad, explicarla y si es del caso expresar un punto de vista sobre ella o destapar una eh irregularidad. El caricaturista de prensa asume una cercanía con los hechos y con el público que es propia del periodista”, añadió Samper.

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Para cerrar el evento, durante el juramento y antes de recibir el diploma, Osuna prometió a la Academia Colombiana de la Lengua, como miembro honorario de esta institución, “trabajar asiduamente en la defensa y cultivo de la lengua castellana y en verdad, para que su natural crecimiento no menoscabase su vitalidad y fuera conforme con su propia índole y su desarrollo histórico”.

Por Paula Andrea Baracaldo Barón

Comunicadora social y periodista de último semestre de la Universidad Externado de Colombia.@conbdebaracaldopbaracaldo@elespectador.com
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